Como periodistas investigativos, como analistas políticos, no podemos pasar por alto el fastidio que nos causa ser testigos de la tremenda manipulación mediática que representa el ver la popular película “Los dos Papas”, una verdadera pieza maestra de lo que es fake-news, producida por Netflix. El fraude comienza ya al inicio de la película, cuando se nos advierte que está “basada en hechos reales“. En realidad lo que presenciaremos es justamente todo lo contrario. Por lo menos se trata de una “fanta–ciencia” religiosa mal intencionada, con un marcado acento ideológico progresista, en pro de la teología de la liberación católica, que creíamos superada, pero rescatada por el papa Bergoglio, representante hoy en día de la que podríamos llamar la iglesia católica bergogliana.
El film, bien empacado, bien dirigido y bien actuado, ha logrado evidentemente una gran popularidad, estrenado justamente, teniendo en cuenta la coyuntura comercial, en las épocas navideñas. Esta popularidad, y la comercialización mundial por Netflix, es que lo vuelve tremendamente peligroso por el mensaje falso, sin ningún escrúpulo para respetar la verdad de los dos Papas, frente a espectadores incautos y poco informados acerca de la temática religiosa-política de base. A esto se sumarían los también manipulados premios obtenidos de los gigantes de los medios de comunicación y espectáculos que, como bien sabemos, tienen el corazoncito en la progresía izquierdista, pero eso sí viviendo fastuosamente como multimillonarios. ¡Cuánta hipocresía! Así este film ha logrado 4 nominaciones de los Golden Globe Awards 2020, como mejor película en el género drama, la mejor actuación para Jonathan Price, Francisco, mejor actor secundario para Anthony Hopkins, Benedicto, y mejor guion para el manipulador y fabulador neozelandés Anthony Mc Carten.
Es verdaderamente vergonzosa la producción de Netflix, que no consideró en lo más mínimo la veracidad del producto que ha lanzado, lo que sí demuestra el incondicional apoyo actual de muchos medios de comunicación al papado mundano, banal, alejado de una verdadera fe cristiana de Bergoglio, muy negativo además por sus claros rasgos políticos para nuestras democracias occidentales.
Como era de esperar asistiremos a varios encuentros ficticios y a tendenciosos, interminables diálogos entre los dos Papas, que nunca, nunca tuvieron lugar y que nada tienen que ver con lo que engañosamente se anunciaba al comienzo de la película, es decir que están basados en hechos reales, un verdadero fraude al público. Y como era también de esperar vamos a enfrentarnos a odiosos estereotipos de los dos Papas.
Joseph Ratzinger será presentado como el malo de la película, un viejo insensible, alejado del mundo real, una especie de monstruo asocial, incapaz de lograr simpatías entre sus fieles, falto de compasión. Claro no se puede obviar que el Papa alemán es culto, que toca maravillosamente el piano, que habla diferentes idiomas; pero no se deja de mencionar, por lo menos en dos oportunidades, que fue o tuvo contactos con los nazis, afirmación completamente falsa. También se menciona su fe tambaleante, vacilante . . . “ no oigo más la voz de Dios”, y tantas otras infamias.
En cambio el Papa Bergoglio, de acuerdo a la cultura dominante en muchos de los medios de comunicación, influenciados por el marxismo cultural, como lo son los productores y realizadores del film, es fundamentalmente bueno, es el bueno de la película, es divinizado, es misericordioso, es casi un santo, sensible a las necesidades de los pobres, dispuesto a aggiornar a la Iglesia, a hacerla más mundana y terminar con “el carnaval que rige aún en el Vaticano”. Un verdadero Papa progresista, para nuestros tiempos, cercano a la Teología de la Liberación, al marxismo púrpura de su amigo y consultor Leonardo Boff, y protector de los sátrapas del continente, todos ellos miembros del club del socialismo del siglo 21, llámense éstos Castro, Kirchner, Maduro o Ortega.
En el transcurso del film veremos que a través de largos diálogos Bergoglio va logrando humanizar a Ratzinger con sus consejos, llegando, al final de los 3 días que transcurren, conseguir su apoyo para ocupar el sillón papal en el Vaticano. Ah, y no olvidemos que realiza hasta la hazaña de enseñarle a bailar el tango y tantas otras cursilerías e inexactitudes, que sería largo de enumerar, y que terminan en el final de la película con los dos Papas sentados juntos, mirando en televisión la final del campeonato mundial de fútbol entre Alemania y Argentina tomando cerveza, acompañada con patatas chips, eso sí Bergoglio de la botella y Ratzinger de un vaso cervecero.
La verdad, la realidad que debemos saber es absolutamente diferente a la que presenciamos. El Papa Bergoglio, en verdad, parece estar motivado en su papado por nada más que la búsqueda de poder, y como bien lo señaló el gran periodista argentino Jorge Fernández Diaz: “Bergoglio nació para ser político, no para ser Papa. . . y no aspiraba a ser Papa, sino a ser Perón . . . y hoy está viviendo su sueño de ser Perón”. Un sueño que se ha vuelto una pesadilla para su Iglesia y para el mundo occidental de tradiciones democráticas y de libre mercado. Su populismo, su ideología la demuestra en su inacción frente a las satrapías en Cuba, Venezuela, Nicaragua, hechos que son un verdadero escándalo y que no son siquiera mencionados en el film. Tampoco se menciona la mafia gay que lo rodea en el Vaticano y lo poco que ha hecho para combatir efectivamente los criminales actos de curas pederastas. ¡Complicidad, hipocresía! Además se oculta el hecho de que detrás de su elección existen comprobadas sospechas de componentes mafiosos. Así lo afirman vaticanistas serios como el italiano Antonio Socci, la inglesa Catherine Pepinster y el norteamericano George Neumayer. Para lograr sus objetivos el clan Bergoglio creó un grupo secreto llamado “Club de la mafia de San Gallen”, que se reunía periódicamente en esa ciudad suiza para lograr la ascensión de Bergoglio al papado. Un verdadero escándalo, que si se investigara a fondo, podría apartar a Bergoglio de su pontificado. Todo lo contrario entonces de las fantasías que propone la película tendenciosa de Netflix.
Benedicto XVI, por el contrario, y basado esto sí en hechos reales, es considerado por todos aquéllos que lo han conocido, tratado, acompañado, como un hombre con una gran dulzura. Su primera Encíclica la dedicó al tema del amor, “Deus caritas est”. Su capacidad de diálogo es enorme, y ha tenido grandes entrevistas, diálogos hasta con gigantes del pensamiento filosófico laico, como con el profesor Jurgen Habermas, quien lo considera como “un filósofo de primer orden”. Desde el punto de vista teológico Benedicto es uno de los representantes más importantes de nuestros tiempos y no merece ser degradado a aparecer como una figura estereotipada negativa, como un reaccionario rígido. Claro, Benedicto molesta enormemente a la progresía internacional y a los sectores “progres” dentro de su Iglesia porque se enfrenta frontalmente a la actual filosofía relativista de nuestra época. Su pensamiento político es una síntesis del liberalismo clásico católico, que el Papa emérito destaca en la relación entre la razón y la fe y que, descrito en el documento “libertatis nuntius“ publicado ya en el año 1984 contra la teología marxista de la liberación, evidentemente le ha traído acérrimos enemigos. En este documento de Benedicto podemos leer: “La lucha de clases como camino hacia la sociedad sin clases es un mito que impide las reformas y agrava la miseria y las injusticias. Quienes se dejan fascinar por este mito deberían reflexionar sobre las amargas experiencias históricas a las que ha conducido”.
El verdadero Benedicto no aparece en el film de Netflix, es todo lo contrario de lo que se presenta allí, y exactamente lo mismo sucede con el Papa Bergoglio. ¡El film es puro fake-news !