El viernes pasado, el presidente Alberto Fernández participó de un acto en el cual se despedía a un grupo de Cascos Azules del ejército en una misión de Paz con destino a Chipre.
Fernández, visiblemente entusiasmado, dijo al encabezar la ceremonia: “Quiero darles la bienvenida a los nuevos jefes y manifestar mi alegría por el hecho de que hoy todos los oficiales y suboficiales son hombres de la democracia, egresaron de sus escuelas en democracia y esto amerita que de una vez por todas demos vuelta la página y celebremos”.
La frase, claro, no pasó inadvertida para el ala dura kirchnerista que desde dentro de la propia coalición le marca la cancha minuto a minuto al propio Presidente, configurándose, como ya hemos advertido, en oficialismo y oposición al mismo tiempo.
Nora Cortiñas, referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, recogió el guante y dijo: “Yo lamento y rechazo totalmente todas las expresiones del Presidente. No tenía ninguna necesidad de expresarse así, por obligación, por eso pienso que es un negacionista y lo lamento mucho”.
Y siguió con la descalificación al presidente: “Yo creo que como nunca el señor Presidente participó en ninguna actividad en defensa de los derechos humanos, desde luego será un buen abogado laboralista, pero nunca lo hemos visto ni hemos compartido ninguna actividad en defensa de los derechos humanos”.
Entonces, el Presidente de la Nación elegido por la mayoría de los argentinos demostró una vez más que no se achica frente a las críticas del cristinismo duro y para dejar en claro que él siempre tiene la última palabra, dijo: “Sí, Cristina”.
Pidió mil perdones de rodillas, rezando su ya conocido mantra: “Que no nos dividan, debemos estar unidos”, se humilló en un borbotón de tweets. Hoy Cortiñas queriendo calmar las aguas aceptó las disculpas de Alberto, prometió no volver a decirle negacionista y ensayó una extraña justificación: algo así como que “estamos todos un poco sensibles”, sin desarrollar por qué estaríamos más sensibles ahora que hace un año.
Ahora bien, el Presidente nunca respondió la pregunta de Cortiñas: ¿Defendió Alberto Fernández algún verdadero preso político durante la dictadura? Y ya que nos interesa tanto el currículum vitae de los abogados que nos gobiernan, yo me pregunto y le pregunto a Nora Cortiñas, ¿a quienes defendía el Estudio de Abogados de los Kirchner en los años de plomo?
Para responder esta pregunta los invito a viajar a 1982. Una noticia sacudió a la población de Río Gallegos: una adolescente había sido violada. No era frecuente que en Santa Cruz sucedieran ataques sexuales. Los datos que iban corriendo de boca en boca eran escalofriantes: la violencia de la agresión y el aterrador aspecto del violador: se supo que llevaba la cara oculta debajo de una máscara negra.
Tiempo después, un segundo ataque idéntico al anterior, sembró el pánico en la ciudad. La víctima, otra mujer joven, relató que el violador tenía la cara cubierta. El jefe de policía local y sus colaboradores intentaban llevar calma a la población. Pero a los pocos días, un nuevo ataque.
Era el primer violador serial de Río Gallegos y los medios lo bautizaron “El sátiro del pasamontañas”. De acuerdo con uno de los relatos, el violador amenazaba a sus víctimas con un arma semejante a la que usaba la policía. Resultaba llamativa la impunidad con la que actuaba el “sátiro”. No sin suspicacia, muchos vincularon estos dos hechos y dirigieron la mirada a la propia policía.
Sin embargo, una nueva violación parecía desmentir estas sospechas: el sátiro del pasamontañas había abusado de la ahijada de un ex Jefe de la Policía de la provincia. Pocas horas después, con todas las fuerzas movilizadas, la policía, logró atrapar al violador.
Cuando el indignado jefe policial que había jurado vengar el honor de su ahijada le arrancó de un tirón el pasamontañas que le cubría la cara al criminal, la sorpresa le ganó a la furia. ¿Quién era el sátiro? Se trataba del oficial Gómez Ruoco, Segundo Jefe de la Policía Federal de Río Gallegos.
El caso llegó a la justicia. La acusación quedó a cargo del Dr. Rafael Flores, un honesto abogado y militante justicialista que había sido detenido en los comienzos de la dictadura militar en 1976 junto a un compañero de militancia. Sin embargo, el propio Rafael Flores se ha ocupado de aclarar que jamás fue funcionario de la dictadura, que su participación en el juicio fue como fiscal ad hoc.
Rafael Flores, como fiscal, ejerció una acusación impecable contra el policía violador, destacando la gravedad de los delitos contra las menores. No temió al inculpar a un alto funcionario policial de la dictadura militar, un represor que hacía trabajos de Inteligencia. Rafael Flores no sólo tuvo la valentía de sostener su posición ética y jurídica, sino que soportó estoicamente los argumentos de la defensa del oficial abusador.
El violador había contratado para su defensa a un estudio jurídico que patrocinaba a las grandes empresas de Río Gallegos. El letrado del abusador apeló al repertorio de las artimañas jurídicas, tecnicismos y de las chicanas descalificatorias. El argumento de la defensa insistía en el hecho de que la obligación a practicar sexo oral forzado no constituía violación.
Este argumento, éticamente inaceptable, no sólo agrega humillación al abuso, sino que ofende a la víctima, vulnera su integridad moral y suma daño anímico al tremendo daño físico. De hecho, es una argumentación cuya lógica reside en culpabilizar a la víctima para exculpar al victimario.
Frente a los tecnicismos irritantes de la defensa, Rafael Flores se indignaba en silencio. Sobre aquella polémica, evocó: “Es una discusión técnica que a mi siempre me pareció indignante. Era una discusión que no podía existir. Yo tengo dos hijas y pensaba en ellas, ¡mirá si no voy a decir que a mi hija la violaron!”.
Finalmente se hizo justicia. El tribunal, escuchando los argumentos del fiscal ad hoc y en vista de los horrendos abusos cometidos por el oficial Gómez Ruoco, dispuso condenar al acusado a 19 años de prisión, una pena muy cercana a los 22 años que había pedido Flores.
La reacción de los apólogos de la dictadura militar no se hizo esperar. El entonces fiscal de la causa recuerda que no bien se enteró del fallo, un juez a cargo de un juzgado Federal lo increpó con dureza. “¡Vos sos un hijo de puta, por culpa tuya condenaron a un héroe de la lucha antisubversiva!”. Esas fueron las palabras referidas a Gómez Ruoco que debió soportar Flores.
No caben dudas acerca de la semblanza moral del policía en cuestión: un comisario violador que había abusado de varias mujeres, algunas menores de edad y, por añadidura, cumplía tareas de espionaje y represión para la dictadura militar. Pero, ¿quién había asumido la defensa de este personaje?
Rafael Flores afirmó sin vacilar: “El estudio que lo defendió fue el del Dr. Kirchner. Eso es un hecho.”
Sería imposible que Rafael Flores no recordara a su compañero de militancia, aquel con quien compartió unas pocas horas la celda de una comisaría cuando fueron demorados al comienzo de la dictadura.
Y sería mejor todavía que Nora Cortiñas supiera a qué presos defendía el estudio de los Kirchner durante la dictadura: a los torturadores y violadores de la dictadura militar.