Mediante una conferencia de prensa el pasado viernes desde la residencia de Olivos, el presidente Alberto Fernández anunció la extensión del aislamiento social preventivo y obligatorio por la pandemia de Covid-19, en principio, hasta el 26 de abril inclusive, denominando a esta nueva etapa “cuarentena administrada”.
Así, mediante un nuevo DNU, se incorporan algunas actividades al listado de las permitidas en el inicio de la cuarentena, el 20 de marzo, que rigen a partir de hoy: apertura de talleres de reparación de vehículos, motocicletas y bicicletas; ventas de repuestos; fabricación, venta y reparación de neumáticos, pero exclusivamente para transporte público, de seguridad y salud y los exceptuados en el decreto anterior y las entidades bancarias, cuya atención será sólo a través del sistema de turnos.
Se dispuso también la circulación de personas con discapacidad y autismo para realizar breves paseos dentro de las cercanías de su residencia y junto con familiares o convivientes, así como el trabajo a domicilio de los acompañantes terapéuticos. Y estableció un mecanismo para evaluar y eventualmente establecer nuevas excepciones a pedido de los gobernadores (como las “cuarentenas comunitarias” de algunos pueblos alejados o áreas geográficas delimitadas), que deberán ser acompañadas de su correspondiente protocolo de implementación y que serán coordinadas por el jefe de gabinete, Santiago Cafiero.
En la conferencia de prensa, haciendo gala de su experiencia como profesor universitario y con la ayuda de algunas “filminas” que mostraban gráficos en Power Point, Fernández dedicó varios minutos para explicar los fundamentos de estas nuevas disposiciones: “Lo que quiero que vean con esto es que sirvió, y mucho, quedarse en casa en esta cuarentena".
Luego de presentar la cantidad de casos de infectados, recuperados y, lamentablemente, de las muertes que ocasionó esta pandemia de coronavirus hasta el 10 de abril, se sucedieron una serie de gráficos que comparaban el crecimiento de estas variables en Argentina con el obtenido en algunos pocos países seleccionados y combinados sin un criterio claro: España, Brasil, Chile, Italia, Estados Unidos. Para terminar con lo que pudo haber pasado si no se tomaban las medidas de aislamiento implementadas desde mediados de marzo que lograron ralentizar la velocidad de contagio y achatar su curva al 4% de lo estimado por las proyecciones iniciales, que calculaban en 45 mil el número de infectados y en 83% la ocupación de camas de terapia intensiva.
Sin embargo, la elección de los gráficos no fue ni tan acertada ni tan “científica”: los resultados no sólo estuvieron mal presentados, sino que tampoco están claros los supuestos o hipótesis respecto de la cantidad de contagiados. Así, los datos resaltaban la menor cantidad de infectados respecto de otros países limítrofes como Chile o Brasil, pero sin tener en cuenta otras variables, como la cantidad de testeos que fueron llevados a cabo o la población total del país.
Chile recogió el guante y la respuesta por parte del gobierno de Sebastián Piñera ante el “triunfalismo” de su par argentino no se hizo esperar. Mediante la presentación de un informe titulado "Coronavirus: Chile versus Argentina”, se presentan los resultados comparados de la lucha contra esta pandemia por ambos países, según cuatro criterios: Estadísticas generales, Informes internacionales, tests realizados y comentarios sobre las medidas tomadas por las autoridades. El reporte chileno se centra básicamente en la cantidad de tests realizados: en Chile superan los 82 mil y en Argentina apenas llegan a los 20 mil. Y este número adquiere mayor relevancia si se tienen en cuenta la cantidad de habitantes en ambos países, donde la Argentina duplica a Chile, y el índice de pruebas por millón de habitantes, que en nuestro país es de 435 por millón mientras que al otro lado de la cordillera este número se eleva a 4.228.
Además, el informe afirma que "Chile estaría reportando el 50% de los casos sintomáticos del país, siendo el 7º mejor país del mundo en este indicador. Por su parte, la Argentina estaría reportando el 13% de los casos sintomáticos, ubicándolos en el lugar 38º entre 79 países", citando un estudio de la London School of Hygiene & Tropical Medicine.
Pero ¿cómo saber a ciencia cierta el número de infectados cuando no se realizan los testeos suficientes y las autoridades no se ponen de acuerdo acerca de la proporción de asintomáticos, que crece día a día? Lo que observamos el viernes fue una utilización muy sesgada y capciosa de las estadísticas donde se seleccionaron los casos en función de la variable dependiente, es decir, de lo que el presidente quiere demostrar.
Se trata de un grosero error metodológico. Es decir, se compararon peras con manzanas: con países que testean diferente cantidad de casos, que están atravesando por distintos momentos en la maduración de la enfermedad y que tienen distintos sistemas de salud, al que se suman los diferentes criterios adoptados a la hora de contabilizar las muertes por Covid-19. Hay algunas comparaciones factibles, que hay que ajustar, pero sobre todo debemos ser prudentes a la hora de sacar conclusiones al respecto.
En lo que sí coinciden todos los expertos en epidemiología es en el aislamiento social como forma de frenar la ola de contagios, que se estima tendrá su pico en mayo, garantizando así la capacidad de respuesta del sistema sanitario para lidiar con esta enfermedad sin que colapse. Pero para validar o legitimizar políticamente ese argumento frente a las cada vez más fuertes presiones por liberalizar la cuarentena, no hacía falta manipular la información disponible. Al contrario: eso debilita la posición que sostiene el Presidente.
Puede que sólo se trate de un simple error en la organización de la información disponible o en la presentación de los gráficos. Esto último sería entendible pues Alberto Fernández es profesor de Derecho Penal, una disciplina en la que por lo general no se utilizan demasiados datos duros. Sería más preocupante que “un gobierno de científicos” cometiera semejantes errores en el manejo de la información. Muchas de las polémicas recientes, por ejemplo, sobre cambio climático ponen de manifiesto que un manejo poco claro de los datos suelen desacreditar a quienes lo realizan, a pesar de la importancia de los argumentos que proponen. Es decir, el tiro sale por la culata. Ojalá que en este caso no ocurra lo mismo.