Circuló con alguna intensidad el rumor sobre el alejamiento del canciller Felipe Solá. Luego de que el ministro fuera repetidamente dejado de lado en conversaciones de Fernández con distintos jefes de Estado de Europa y del Mercosur.
Suena el corrillo de que Fernández fue sorprendido por su canciller retirando a la Argentina de la mesa de diálogo del Mercosur para constituir acuerdos de libre comercio con otros países del mundo, obviamente en concordancia con los otros socios regionales. También se dijo que Fernández no dirá en público lo que le dijo a su canciller, pero el hecho cierto es que lo reemplazó por un comité que integran Béliz, Guzman y Vitobello en sus conversaciones telefónicas con sus pares.
Todo esto resulta muy raro. Solá en sí mismo es un personaje indescifrable: secretario de agricultura del aperturista gobierno de Menem-Cavallo, crítico del kirchnerismo en su alianza con De Narváez y Macri en 2009 y luego defensor de la multiprocesada vicepresidente en un viraje tan extraño como sorprendente.
Obviamente si de virajes se trata el peronismo está lleno de ellos. Aplaudió con el mismo vigor la privatización y la estatización de YPF, pasó de las relaciones carnales con EEUU a embargarle un avión de alta inteligencia militar con el mismísimo canciller de aquel entonces cortando con un alicate los seguros de una caja que contenía claves sensibles del gobierno del presidente Obama.
El propio Fernández pasó de ser jefe de gabinete de los Kirchner a un crítico acérrimo de Cristina muchas veces con giros y expresiones que ni los más duros opositores al régimen utilizaban. De allí sorpresivamente saltó a ser el investido candidato a presidente, ungido por la propia arquitecta egipcia que se reservó el segundo lugar de la fórmula.
Hay un tufillo muy extraño en todo lo que está ocurriendo. El parcelamiento inicial del gobierno se ha profundizado a niveles incompatibles con el ejercicio de un gobierno eficaz. Y menos aún en la situación en la que tanto económica como sanitariamente está la Argentina hoy.
Como saben los que siguen estas columnas yo adhiero a la idea de un plan armado con paciencia, basado en los aprendizajes adquiridos durante el primer kirchnerato (muchos de ellos gracias a fracasos que les impidieron alcanzar sus propósitos en aquel periodo) y respecto de los cuales se juramentaron no volver a cometer.
El manejo en las sombras de la vicepresidente es ultra evidente. Mientras un funcionario inviable en cualquier país civilizado del mundo -como Alejandro Vanoli- tuvo que dejar la ANSES como consecuencia del desaguisado con los jubilados del 3 de abril, su reemplazo es María Fernanda Raverta, una militante acérrima de La Cámpora, hija del ex Montonero Mario Montoto y criada en Cuba en la guarida montonera que funcionó allí durante los ’80. A su vez el cargo que ocupaba Raverta fue llenado por el Cuervo Larroque.
Todo esto conduce a un marcado sesgo cristinista del gobierno cada vez más copado por funcionarios que son leales a la vicepresidente y que “soportaron” a Fernández como un caballo de Troya dentro del cual venían ellos.
La movida con los presos liberados, algunos de altísima peligrosidad, y con los “médicos” cubanos, tiene otro indudable sello pingüino. De ambos hechos el presidente trato de abrirse, haciendo alusión en el primero de los casos a que esa es una cuestión que depende de los jueces y no de él, olvidando tal vez el papel central que en la movida jugó su secretario de Derechos Humanos Horacio Pietragalla Corti, otro hijo de terroristas que, aunque fueron muertos en enfrentamientos y sus nombres dados a conocer públicamente, cobró, no obstante, la indemnización en dólares estadounidenses que el Estado estableció para los parientes o descendientes de detenidos-desaparecidos.
En el caso de los médicos, su ministro de salud entró y salió del tema con frases confusas varias veces hasta que ambos decidieron endilgarle la cuestión a Kicillof, como si todo hubiese sido una idea del gobernador.
Mientras el país sigue completamente parado, dirigiéndose a un default seguro y sin ideas respecto a cómo salir de una cuarentena de la que el presidente se enamoró pero respecto de la cual no tiene ningún plan B.
Así como Fernández se rodeó de especialistas médicos para organizar el lockdown de la Argentina, no tuvo la misma iniciativa para formar un comité de notables económicos que le entreguen una manera organizada de reabrir el país. Y cuando digo “reabrir” no me refiero solo al retome de las actividades normales del trabajo cotidiano, sino a una reapertura de la cabeza argentina que le haga comprender al presidente que nuestra única salida es la interdependencia, esto es, el intercambio inteligente en un comercio mundial que aumente las posibilidades de generar riqueza nueva.
La idea de que la extracción impositiva es todavía posible va a destruir lo poco que queda en pie. Si la Argentina no se aferra al salvavidas del comercio regional y mundial estará condenada al fracaso, al diseño de una sociedad pobre y miserable, igual a la descripta en un final también muy raro del programa de nuestro colega Carlos Pagni, Odisea.
Allí una panelista presentaba un supuesto libro de diálogos del presidente con un periodista en donde el jefe de estado confesaba sus coincidencias con el Papa en el sentido de la necesidad de construir una sociedad “más pobre y más primitiva, pero más igualitaria”.
El programa fue real y el segmento también. Pero el libro, el autor y la editorial son falsas. Un giro muy raro para exponer lo que efectivamente es el peor peligro que enfrentamos.