Sería interesante saber si alguien en el gobierno está pensando en cómo salir de la cuarentena. Lo que vemos desde afuera causa enormemente más pánico que el virus.
Uno advierte una completa desorganización en el gobierno, con los distintos mosaicos de las parcelas en las que está dividido, tratando de sacar tajada de cada movida.
Desde luego que la más activa en ese sentido es Cristina Fernández que, de un manotón, se quedó con la caja de la ANSES luego del despido de Vanoli. El cargo fue, como ya comentamos, para María Fernanda Raverta una hipercamporista de izquierda, criada en Cuba, hija de terroristas de los ’70.
A su vez el lugar que ella dejó en la república kirchnerista de Buenos Aires fue para el “Cuervo” Larroque, otro fascista de izquierda enrolado en los planes de la ex presidente.
Frente a esto, el presidente Fernández aparece completamente desorientado, como en la cima de un gobierno que no conduce. Se lo llevaron puesto con el tema de la liberación de los presos, cuestión de la que infantilmente intentó despegarse aduciendo que eso era algo que no dependía de él sino de la Justicia, cuando fue obvia la presión del sector cristinista del gobierno para producir las liberaciones.
Fernández quedará como el responsable de las futuras consecuencias que produzcan esos delincuentes en la calle. La sociedad no se olvidará de eso. Y se lo advirtió públicamente el jueves cuando un atronador cacerolazo sonó en Buenos Aires y en el conurbano. Las redes que son implacables en ese sentido lo reflejaron con crudeza convirtiendo en tendencia el hashtag #elcacerolazofuecontraalberto.
Ahora hay dos convocatorias dando vueltas. Una para el 7 de mayo en todas las esquinas del país, con barbijos y respetando las distancias, pero reclamando el fin del confinamiento. Otra, más épica, se autodenomina “La Revolución de los Barbijos” y está convocada para el 25 de Mayo para dejarle claro al gobierno que no es el dueño de la vida de los argentinos y desafiando, no solo el confinamiento, sino la esencia misma de la restricción de los derechos individuales.
La cuarentena ha tenido -y tendrá- tremendas consecuencias económicas para todos. En ese escenario resulta simplemente inconcebible que el ministro de economía (¿?) Martín Guzmán esté pensando en aplicar mecanismos coercitivos para obligar a la gente a “ahorrar” en pesos. Con ese mismo criterio nos podría sugerir que ahorremos en cubitos de hielo.
Ahora acaba de imponer restricciones a las personas físicas para que compren dólares legales en la bolsa o en el contado con liquidación si es que han comprado al precio oficial sus U$S 200 al mes. Ese mismo cepo existía ya contra las personas jurídicas, pero al ampliarlo a las humanas el ministro demuestra que no se le cae una sola idea que, al tiempo que nos saque del marasmo, nos permita ejercer nuestros derechos civiles.
La Argentina se dirige a una situación muy complicada de hiperinflación, default, hiperrecesión, encierro, caída de las exportaciones, pérdida de empleo, cierre o retiro de empresas y a una posibilidad de desborde social que nadie sabe si el presidente está considerando.
Fernández se enamoró del confinamiento sin ver las consecuencias. Nadie sabe cómo se restaurarán las actividades perdidas en un escenario de tantas regulaciones y de un sistema tributario agobiante. El presidente aparece encerrado en un círculo muy pequeño de personas y rodeado de personajes nefastos que están esperando el punto justo del hervor para producir un asalto al poder.
Si Fernández no toma rápida conciencia de la debilidad a la que ha sometido a su presidencia, la puede perder antes de cumplir su mandato. Se ha convertido en un presidente muy frágil, rodeado de enemigos.
Enceguecido por las encuestas que, según dicen en el gobierno, lo tienen maravillado, no ve que se está dirigiendo a un callejón sin salida, con consecuencias muy pesadas para toda la sociedad. Si el presidente no produce un cambio de timón importante, el país bordeará la miseria venezolana.
Para hacer eso necesita audacia. Y Fernández ha mostrado cinismo pero no audacia. Transitó todas las variantes del peronismo y a todas las fue traicionando para dar cuenta de que es un peronista cabal.
Pero, insisto, eso no lo convierte en “audaz” lo convierte en “cínico”. Y aquí se necesita audacia, no cinismo.
Fernández debería saber que su presidencia está acechada; acechada por quienes lo rodean, por quienes lo usaron como un caballo de Troya -o como un preservativo, si ustedes prefieren- para llegar donde querían debajo de su envoltura.
Pero este no es “su” gobierno. Las segundas líneas de todos los ministerios no le responden. La provincia de Buenos Aires es una comarca presidida directamente por Cristina Kirchner. Elementos de un fascismo extremo y peligroso se han encaramado en lugares estratégicos de las decisiones nacionales.
A su vez el presidente rechaza toda opinión que no venga del pequeñisimo círculo que lo rodea, círculo que está muy lejos de estar a la altura de las circunstancias. El jefe de gabinete, el secretario general de la presidencia, el ministro de economía, la secretaria de legal y técnica, son gente que está muy lejos de dominar las variables que podrían evitar un desastre. Al contrario, es gente o bien poco preparada o preparada habiendo abrevado en las fuentes incorrectas de las soluciones.
Si Fernández no da rápidamente una muestra clara de cuál es el horizonte que busca para salir del confinamiento, con medidas ágiles, liberadoras, que fomenten la creatividad y la innovación, el país sufrirá unas consecuencias que van a exceder en mucho las peores previsiones de la pandemia. Una pandemia, por lo demás, sobre la que algún día, alguien deberá dar a nivel mundial una explicación que satisfaga las enormes dudas que ha generado en la humanidad.