Más allá de la suerte que pueda obtenerse de la renegociación de la deuda, la pregunta por estas horas que se hacen los bonistas, inversores, operadores y analistas es la siguiente: “¿Cuál es el plan económico del gobierno?”.
Hasta ahora y de acuerdo con el prospecto presentado para renegociar los títulos, apenas el ministro Guzmán estima que hasta 2030 habrá un superávit fiscal primario de 1,5% del PBI, aunque nadie sabe como es que llega a esa conclusión.
Mientras el FMI repite como una letanía que los acreedores deben acordar con el gobierno argentino y aceptar un recorte de su patrimonio, el organismo tampoco dice cómo le va a refinanciar los vencimientos al gobierno argentino.
El organismo deliberadamente inclinado a favor de la administración Fernández, no ha dicho como el gobierno puede alcanzar esas estimaciones ni tampoco como va a auditar la marcha de la economía.
Más aún, ni siquiera el FMI ha dicho cuando se va a realizar la evaluación de la economía correspondiente al denominado Artículo IV, una suerte de revisión anual donde el FMI recomienda y señala las condiciones en las que se desenvuelve la economía argentina, tras la caida del acuerdo Stand by.
Tampoco ha dicho si este acuerdo se convertirá en un Préstamo de Facilidades Ampliadas con algún desembolso adicional para atender tal vez los vencimientos más urgentes.
Todas estas carencias de información ponen al desnudo que el ministro Guzmán y la administración Fernández carecen de un programa económico donde se planteen las correcciones a los desequilibrios que derivaron en la crisis de la deuda.
Nada parece creíble por estas horas. Ni aún las responsabilidades imputadas por el presidente Fernández contra el ex-presidente Macri. Lo cierto es que la Argentina no está pagando los bonos que se refinanciaron en 2005 y en 2010 por el ex-presidente Néstor Kirchner, tras el último default. Mal diseño del canje anterior que ahora estalla en mil pedazos.