En las postrimerías del gobierno de Raúl Alfonsín, en medio de una profunda crisis económica que determinó su salida anticipada, ocupó el ministerio de Economía Juan Carlos Pugliese, quien tras su fugaz paso sin el menor éxito dio una explicación que entró en la historia de la política argentina: afirmó que había apelado al corazón de los actores del mercado y que éstos le contestaron con el bolsillo.
Salvando las diferencias, en los últimos días el presidente de la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano, el catedrático Stefano Zamagni, dijo que la Argentina en la refinanciación de su deuda “ofreció el cupón al 2,3%, que es bastante alto para garantizar un retorno, pero los acreedores no están dispuestos a aceptar y prefieren el default a la curación de la economía argentina".
Es evidente que los bonistas quieren cobrar lo más posible y que su sensibilidad social es escasa, aún en tiempos de una pandemia que sacude la economía de muchos países, pero que pega más fuerte en aquellos que ya estaban con graves problemas como es el caso de la Argentina, que –entre otras cosas- podría llegar a tener a la mitad de su población en la pobreza como en 2002.
La propuesta argentina tuvo un bajísimo nivel de aceptación y los últimos intentos de acordar son más que arduos, mientras que el Gobierno obtuvo un amplio respaldo de políticos, empresarios y sindicalistas para llegar a un acuerdo sustentable que evite el temido default y, con ello, sus graves consecuencias, sintetizadas en la profundización de la recesión.
La Iglesia católica respaldó implícitamente el criterio gubernamental de condicionar el pago a la situación social, al sostener el presidente del Episcopado, el obispo Oscar Ojea, que si bien "se tiene que afirmar la voluntad de pago” al vez se deben considerar “las enormes dificultades de los países más pobres, y en la Argentina tenemos índices de pobreza muy altos”.
Ya a principios de febrero, el Papa Francisco había mencionado el argumento de la vulnerabilidad social ante el pago de las deudas de los países más pobres al hablar en el cierre de un seminario de economistas que contó con la presidencia, entre otros, de la directora del FMI, Kristalina Georgieva, y el ministro de Economía argentino, Martín Guzmán.
No parece aventurado inferir que Francisco le pidió a Georgieva –quien admite admirar al pontífice- una especial comprensión con el caso argentino. Como también que le pidió apoyo al premio Nobel en Economía y mentor de Guzmán, Joseph Stiglitz, quien promovió una declaración de apoyo a la propuesta argentina de numerosos economistas.
Tampoco parece descabellado afirmar que el Papa hizo lo propio con la canciller de Alemana –el país de la Comunidad Europea con más peso en el FMI-, Angela Merkel, con quien tiene una fluida relación y gran sintonía, una mandataria de gran liderazgo que a su vez suele conversar animadamente con el presidente Alberto Fernández.
No debe olvidarse por un lado que, a diferencia de Mauricio Macri, Fernández le pidió ayuda a Francisco en todo lo que sea pertinente, y por el otro que Jorge Bergoglio lo último que quiere es que su país se incendie, ante todo por sus habitantes, especialmente los más vulnerables, y por su propia imagen frente al mundo.
Acerca del impacto de estas eventuales gestiones, los observadores económicos están divididos, ya que hay quienes creen que sobre todo los bonistas no se inmutan, mientras que otros consideran que en la tremendamente precaria situación del país todo apoyo político debe ser bienvenido.
Habrá que ver cómo termina la negociación y si otra vez el bolsillo se impone al corazón.
Juan de Avila escribió : "EL PREDICADOR NO DEBE GASTAR TANTO SUS OJOS EN ESTUDIAR COMO GASTAR SUS RODILLAS EN ORAR" En hechos de los apostoles ( 6,1-7) se lee: «No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra». Es cierto que resultaría un acto de insolencia el recordarle al papa, la vigencia de estas frases, una de ellas de caracter sagrado por provenir del Evangelio. Pero lo cierto es que en los tiempos que vivimos, el papa debería dedicarse mas a reorientar la organización eclesial hacia el objetivo primigenio de la existencia del Cristianismo, que es la difusión de la buena nueva. Sobran los actores politicos y sociales para dirimir sobre las cuestiones mundanas. Es por ello que el papa debería reservarse para que la dimensión Evangélica prenda en los creyentes para que actúen estos como TRANSFORMADORES de la realidad, tal como se proponía desde los primeros Cristianos. "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es Dios", fué una cita bisagra para identificar LOS PLANOS DE ACCION. La Iglesia como ORGANIZACION BUROCRATICA y hasta ESTATAL, se convirtió en un obstaculo para su misión TRASCENDENTE. No son los curas ni las jerarquías eclesiales, las que deben ser ACTORES activos de la transformación socio politico y economico de los paieses, si lo deberían ser todos los "bautizados" que RATIFICARON feacientemente ese sacramento, siendo jovenes y/o adultos, con ACTITUDES CONCRETAS evidenciadas en sus ACCIONES DE VIDA TESTIMONIAL en todos los ACTOS TERRENALES, pues la vivencia espiritual es personalisima y se supone que si es VERDADERA, dimana en las conductas de vida en todas las acciones interpersonales. ¡En cualquier momento, las fuerzas progresistas se van apropiar de la figura del papa y no sería extraño que se viera alguna bandera con la imagen de Fidel, el Ché Guevara....y el papa Francisco!, Entonces, se corroborará que la Iglesia está desviada de su MISION. Pues cuando se habla de los POBRES, mas que los materiales se hace menciòn a los POBRES DE ESPIRITU, que segun dicen la bienaventuras, son los que tendran el reino de los cielos. ¿Cuando la IGLESIA volverá a su mision primigenia, dejandonos a nosotros los humanos con libre albedrio la OBLIGACION de arreglarnosla a como sea para continuar con el proceso de civilizacion humana?