El Director de tecnología del Tribunal Oral Federal 2 le informó a los jueces que no estaba en condiciones de asegurar una plataforma tecnológica que permitiera la continuidad del juicio por corrupción en la obra pública que se le sigue a Cristina Fernández por la adjudicación masiva de obras a Lázaro Báez.
Ya hubo seis consejeros de la magistratura (los que representan a la oposición) que le exigieron al presidente el cuerpo una respuesta contundente respecto del caso, máxime cuando el Congreso acaba de demostrar, tanto en el Senado como en Diputados, que es perfectamente posible -y con plataformas comunes al alcance de todos (Zoom, Skype, Google Meets, etcétera)- tener reuniones múltiples sin inconvenientes.
En el caso de la continuidad del juicio contra Fernández, en el pico máximo, no se necesitarían más de 50 conexiones simultáneas, cuando el senado tiene 73 y diputados más de 260.
No hay dudas que la ofensiva de la vicepresidente en el frente que más la obsesiona (ser declarada inocente en todas las causas en que está imputada) cada día empuja y tensa un poco más la cuerda en el sentido de conseguir lo que quiere.
Lo mismo ocurre en el ámbito económico en donde la comandante de El Calafate manda a sus muchachos y muchachas a presionar mediáticamente al presidente para seguir su guerra contra en el sector privado.
En esa inteligencia hay que interpretar la salida de Fernanda Vallejos, diputada camporista, pidiendo que el Estado se quede con las acciones de las empresas a la que asistió durante la pandemia.
El presidente a todo esto intenta un constante equilibrio entre las presiones de los sectores comunocristinsitas y la base de social moderada que él percibe que lo apoya, al menos en el transcurso de esta crisis. El presidente no es ninguna garantía. No tiene ninguna convicción que lo acerque o lo separe del más rancio cristinismo: lo criticó con especial dureza durante casi ocho años, desde el 2010 hasta el 2018 y luego selló con la multiprocesada ex presidente un pacto por el que ella lo ungió como candidato. Ya desde mediados de la crisis que afectó al gobierno de Macri en abril de 2018, Alberto Fernández comenzó a oler sangre y empezó un viraje que lo fue acercando políticamente a la viuda de Kirchner.
Pero no tiene ni principios ni fortaleza política propia para frenar las presiones de todo orden que recibe de su socia y de los seguidores de ella. Su gobierno está completamente infiltrado por el comunocristinismo. El presidente solo cuenta con un moderado respaldo de la gente que, antes de ver nuevamente a la comandante de El Calafate sentada en el sillón de los presidentes, prefiere y apoya cualquier cosa. Ese es su único reaseguro.
Por eso se muestra condescendiente con Rodríguez Larreta y trata de enviar imágenes de convivencia política con el Jefe de Gobierno, mientras la vicepresidente usa al gobernador Kicillof para bombardear esa relación.
Cristina Elisabeth Fernández no ha perdido un minuto de tiempo desde que el Frente de Todos ganó las elecciones para desplegar todas sus acciones y cumplir con el plan por el que regresó: impunidad, inocencia, reivindicación, copamiento de la economía privada y quedarse con lo que le quedó pendiente desde que el 3 de febrero de 2012 lanzó en Rosario, con una memorable cara de odio, la única consigna por la que vive: “Vamos por todo”.
No sabemos si el presidente es parte o no de ese plan. Repetimos, Fernández es una especie de animal de sangre fría que necesita identificar el lugar dónde da el sol para calentarse: si percibe que la sociedad endosa los sueños imperiales de la comandante, entonces se plegará aún más a ella; si entiende que la sociedad le pone un límite a esas aspiraciones tratará de traicionarla.
Y digo “tratará” porque ni siquiera eso le será fácil. La vicepresidente fue cuidadosa en el tejido de una estructura de pinzas que tiene al presidente completamente rodeado. Ella es la presidente de la provincia de Buenos Aires, todas las líneas inferiores de los ministerios le responden a ella, lo mismo que la Procuración del Tesoro, la AFIP, la ANSeS, y por supuesto que aspira a quedarse con la Procuración General de la mano de Rafecas.
El Tribunal Oral Federal 2, el mismo cuyo Director de Tecnología le informó a su presidente que no puede operar una plataforma para continuar el juicio contra la ex presidente, es el mismo frente al cual ella enarboló las megalómanas y castristas palabras “a mí me absolvió la Historia” y frente a cuyos jueces se negó a responder preguntas, advirtiendo, en cambio, que iban a ser ellos los que iban a tener que responderlas. Por ahora su plan avanza de acuerdo a lo previsto.