Más allá de las flexibilizaciones que se puedan ir sumando en el camino, la Argentina avanza hacia una cuarentena de más de 100 días a causa de la pandemia de Covid-19, un acontecimiento sin precedentes del que pronto comenzarán a dar cuenta los libros de historia.
La decisión del Gobierno de extender hasta el próximo 28 de junio las medidas de aislamiento obligatorio en las zonas con circulación comunitaria de coronavirus supone un renovado y aún más exigente desafío para la población, los comercios y los emprendimientos productivos locales.
De igual modo, pone a prueba la responsabilidad y el compromiso social en aquellas regiones en donde efectivamente se levantará la cuarentena y se pasará a una instancia de "distanciamiento", en busca de subir un escalón más hacia esa "nueva normalidad" de la que hablan especialistas, ese contexto moldeado por la pandemia en el que supuestamente empezará a desarrollarse el mundo a partir de ahora.
Ese estilo, ese formato de vida en el que la población incorpore como comportamientos cotidianos los hábitos que debió adquirir por fuerza mayor, por ejemplo vinculados con la higiene personal y la prevención sanitaria, en busca de achicar el margen de contagio de coronavirus en estos días.
De todas maneras, observando como reflejo inmediato lo que sucede ahora en Europa con el regreso de actividades al aire libre y los cafés repletos de gente en vísperas de la llegada del verano, tras el devastador paso del virus por el Viejo Continente, verdaderamente está por verse si el planeta avanzará hacia esa "nueva normalidad" o continuará siendo el mismo.
El mismo mundo con los mismos vicios harto conocidos por todos, vinculados con el uso y abuso de los recursos que la Tierra ha puesto a disposición de la humanidad.
Justamente, la brutal embestida del coronavirus en Europa fue la que alertó a las autoridades argentinas sobre la virulencia de la enfermedad y permitió al Gobierno tomar medidas que tenían y tienen por objetivo evitar que aquellas imágenes desoladoras se replicaran aquí.
En este marco, la cuarentena que se inició allá por el 20 de marzo en todo el país, a partir del próximo lunes se extenderá por tres semanas más en aquellas regiones con circulación comunitaria del virus, incluyendo a la populosa Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
El AMBA, convertido en el epicentro de la pandemia de Covid- 19 en la Argentina, se mantendrá en "aislamiento", después de que se disparara la curva de contagios en los últimos días, mientras crece la preocupación en torno de la situación sanitaria en las zonas más vulnerables.
Un desafío superador para la política
El propio ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, se expresó en términos que encendieron aún más las alarmas al referirse al brote de coronavirus en Villa Azul, en el sur del Gran Buenos Aires: "Estamos ante la antesala de lo que se viene", lanzó el funcionario.
Sin embargo, el gobernador Axel Kicillof, el jueves pasado en la Quinta Presidencial de Olivos, enfatizó que "no es verdad" que el avance del virus sea "un problema privativo de los barrios populares".
Por supuesto que no, pero las condiciones de hacinamiento en las que sobreviven los vecinos en las villas son terreno fértil para la propagación de la enfermedad.
Y no lo dice quien suscribe, sino los mismos especialistas que integran el Comité de Expertos que asesora al presidente Alberto Fernández desde el comienzo de la pandemia en la Argentina.
Más allá del componente ideológico que troquele la forma de proceder de cada uno, en este caso, la de Kicillof en la rueda de prensa que compartió con Fernández y el con jefe de Gobierno porteño, Horario Rodríguez Larreta, esta situación excepcional por la que transita la Argentina también ¡podría servir! para que la política se proponga objetivos superadores.
Con una clase dirigente que realmente disponga de una radiografía de las necesidades más básicas de la población, en especial de las zonas con carencias profundas, las que quedaron aún más en evidencia con motivo de la pandemia, y lógicamente que sepa obrar en consecuencia para promover allí mejores condiciones de vida concretas, reales.
La política argentina también está aprendiendo a proceder sobre la marcha, como la comunidad científica en general, en medio de la pandemia. No obstante, el desafío de la "nueva normalidad" que tal vez se avecine, en el caso de la clase dirigente doméstica aún permanece envuelto en una nebulosa hoy.
¿Serán capaces o no los políticos de asumir con seriedad y compromiso el reto de tratar de disminuir la pobreza en la Argentina, por ejemplo, y llevarlo efectivamente a cabo, en lugar de inaugurar canillas con agua corriente en medio de una villa con el único objetivo de sumar votos?
Este viernes por la noche, Fernández publicó un mensaje en redes sociales en el que reconocía que la obra cloacal que inauguró en Villa La Angostura, Neuquén, había comenzado bajo el gobierno de Mauricio Macri, y llamó a todo el arco político a trabajar de conjunto para levantar a la Argentina después de la epidemia de Covid-19.
Aplausos para él en ese momento, con una luz que se encendía al final del túnel de la "grieta". Sin embargo, apenas horas más tarde, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, castigó duro a la oposición y al ex presidente en particular: "Imagínense lo que hubiese sido esta pandemia con Macri gobernando, una catástrofe", remarcó.
Parece que algunos funcionarios de la Casa Rosada se quedaron con la sangre en el ojo después de la carta en la que intelectuales y científicos hablaban de "infectadura" en la Argentina: una exageración por cierto.
De cualquier modo, si efectivamente la población logra avanzar hacia una "nueva normalidad" después de la pandemia, aún está por verse si la política doméstica consigue seguirle los pasos o una vez más quedará enredada en su propia versión del mundo en microfilme. Emiliano Rodríguez