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Acerca del rey Juan Carlos y la ¿necesaria? monarquía española

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Ocho arrobas de España
Ocho arrobas de España

Hay un rey: en España hay un rey, como había hace 500 años, y algunos dicen que está bien que lo haya porque lo había hace 500 años. En España, hace 500 años, quemaban a los judíos y a los dudosos, encerraban a las mujeres por adúlteras, vendían personas en el mercado de la esquina y al que decía que la Tierra giraba alrededor del Sol lo metían preso.

 

Y había un rey, como ahora, y algunos dicen que está bien. Aunque ahora, por ahora, haya dos, porque a uno lo echaron y pusieron al otro para ver si podían salvar la ropa –y la monarquía y, quién sabe, alguna cuenta suiza.

Hasta hace cinco años había uno solo: se llamaba Juan Carlos Borbón Borbón y estaba ahí porque lo había nombrado un militar que mató mucho y mandó tantos años, hasta que se murió. El señor Francisco Franco tenía el mérito dudoso de habérselo ganado con la sangre de cientos de miles; al señor Borbón Borbón le alcanzó con la suya.

En esos días los poderosos españoles hicieron trampas para que España volviera a ser un reino y algunos lo celebraron y otros lo aceptaron porque creían que no quedaba más remedio y después se alegraron de tener ese rey, tan guapo tan alto chulo chachi.

Pero ahora dicen ay, ese hombre no era lo que creíamos –como si algún hombre fuera alguna vez lo que los otros creen. Y dicen ay, nos engañó, por no decir nos engañamos: durante cuatro décadas la mayoría de mis compatriotas españoles dijeron que la monarquía les gustaba más o menos pero ese hombre sí, ese rey que tenían. No pensaban en ideas, pensaban en señores; ahora, de pronto, descubren que a ése le gustaban las escopetas y matar y la plata y las rubias y se sorprenden y se asustan. Y ni así vuelven a las ideas.

Ahora, la tormenta de bosta de elefante que se abate sobre la monarquía española tiene que ver con que el rey emético se dejaba regalar dineros y los callaba y escondía. Si esto sigue así, el hombre va a caer a la Capone: por los impuestos. Pero allí donde los impuestos fueron el sustituto, un truco del extraño sistema legal americano, aquí serán reales. Que el ex rey les cobre unos cientos de millones a unos jeques árabes por hacerles de intermediario podría incluso ser simpático para muchos –aunque él ya cobrara millones del Estado por un trabajo que, si era algo, era eso: vender la marca España y otros productos españoles en el mundo. En cualquier caso, los que le daban los millones eran esos príncipes odiosos, opresores de mujeres y sponsors de terroristas, así que a quién le importa. Pero que el emético los recibiera en negro y los guardase en cuentas secretas en paraísos fiscales es muy diferente: al hacerlo estafó al Estado español, que él supuestamente encabezaba, a su propio estado, a sus propios súbditos o casi ciudadanos. Les robó el dinero que legítimamente debía contribuir por sus actividades –ilegales, pero actividades al fin–, y ahí su evasión se vuelve un delito antipático: no es bueno que a esta altura los reyes le sigan robando a su pueblo, queda feo. A más de uno, por menos, le rebanaron el cerebro.

Por eso, probablemente, caiga pronto. Y todo el esfuerzo de sus partidarios está en hacerlo caer solo: one for the team, decían los ingleses, que se inmole para que su hijo pueda seguir currando. Para eso, sus cortesanos deben convencer a todos de que el problema es ese hombre mayor, un poco reblandecido, y que alcanza con deshacerse de él. Insistir en que el problema es la persona, ocho arrobas de carnaza y agua.

Es un caso extremo de honestismo. El honestismo se define como la convicción de que la corrupción de los gobernantes es el problema central de una sociedad injusta y desigual, y por lo tanto las soluciones no deben ser políticas sino policiales. Aquí pasa tres cuartos de lo mismo: el problema de la monarquía no sería la monarquía sino un rey que roba. Es un signo de los tiempos: como no somos capaces de discutir ideas discutimos personas, conductas personales. Y robar suele estar mal, eso sí que lo sabemos todos.

Así que nos explican que todo fue un lamentable accidente, un tropezón, para que no pensemos que lo que hizo el ex rey fue ser consecuente con la idea de rey: la idea de que hay un señor que es único, que las leyes que legislan a todos los demás no pueden juzgarlo y que, por lo tanto, puede hacer lo que se le da la gana. El ex rey hizo lo que los reyes hacen; la diferencia es que, en sus buenos tiempos, las leyes estaban hechas para que pudieran hacerlo y ahora están hechas para que no se sepa.

Quedó feo: mató elefantitos, evadió los impuestos, se llevó millones, se los dio a la rubia, mintió mucho. En lugar de unas cuantas pesetas, el Borbón Borbón podría haber intentado conseguirse un buen lugar en la historia, pero los reyes, en general, no son gente ambiciosa: ya lo tienen todo antes de empezar, así que se conforman con poco. Por esa modestia se volvió molesto. Justo antes de que terminara de estallar el escándalo, su hijo rey trató de desmarcarse: le sacó el sueldo y dijo que renunciaba a su herencia –que, por supuesto, todavía no existía porque el otro sigue empecinadamente vivo. Lo hizo –aunque el tema llevaba un año en su escritorio– un día después de la declaración de la pandemia, cuando todos estábamos encerrados y encogidos, muertos de miedo de morirnos y sin ganas de pensar en esas cosas.

El rey nuevo entregó a su padre para intentar salvarse. Para lo cual precisa que sigamos creyendo esa ficción que pretende que los reyes sirven como símbolos de la nación y su unidad. Son, por lo menos, símbolos polvorientos. A lo largo de la historia, los símbolos se hicieron cada vez más abstractos: hace mil años una región era su conde o su señor o su califa, en algún momento pasó a ser sus ciudadanos, su bandera, su himno, su cultura, símbolos cada vez menos materiales, más simbólicos. En España, por alguna razón, parece que se precisan ocho arrobas. Como símbolo es pobre y viejo y un poco pesado. Pero bueno, aceptémoslo y hablemos de símbolos.

Es fuerte decidir que el símbolo de tu país debe ser un señor que simboliza que el mérito más importante, el que lo habilita para ser ese símbolo, es ser hijo de su papá: que el puesto más importante es hereditario, que no se necesita hacer mérito alguno porque lo que importa es el semen y el vientre. Y es fuerte decidir que ese símbolo simbolice que hay alguna(s) persona(s) que no están obligadas a cumplir la ley que todos los demás debemos cumplir, que hay personas que no deben rendir cuentas de sus actos, que hay personas que seguirán ocupando sus puestos hagan lo que hagan, que hay personas, en síntesis, que pueden hacer lo que se les cante sin que nadie les pueda cantar, personas que están por encima de todos los demás. Es difícil pensar que eso es un símbolo de una sociedad democrática. Pero eso es lo que simboliza un rey, y me sorprende que mi (otro) país, España, un país moderno, peleón, tan decidido, haya querido simbolizarse así.

Eso es lo que valdría la pena discutir: por qué se necesita un símbolo y, si se necesita, para simbolizar qué. No parece que vaya a suceder. Los grandes partidos tienen demasiado miedo del debate –y de todo lo demás: los grandes partidos tienen demasiado miedo. Se tragaron la monarquía cuando tenían razones para tener miedo: el dictador todavía se revolvía en su tumba y aceptaron su chantaje póstumo. Pero Franco lleva muerto casi medio siglo: ya podrían atreverse a discutir. Digo: a habilitar la discusión, a permitir que los españoles debatan y voten si quieren o no quieren ser simbolizados por ocho arrobas de carne tan pagada de sí misma, tan bien alimentada, tan puro privilegio.

Y entonces si acaso proclamar, por fin, que la España real no necesita reyes.

 
 

7 comentarios Dejá tu comentario

  1. El viejo juan carlos se burla en la cara de todos los españoles, vean nomas que cosa mas ridícula, disfrazado de militar y lleno de condecoraciones igualmente ridículas para un tipo que los únicos disparos que hizo fueron contra animales indefensos en peligro de extinción. La monarquía debería ser abolida inmediatamente. es una institución obsoleta que lo único que hace es darse la gran vida con los recursos de los trabajadores, el único aporte de estas instituciones chantas es al mundo de los paparazzi a los cuales nutren diariamente con sus escándalos sexuales, corrupción y desfalcos financieros..

  2. Estimado Señor Caparrós: todavía resuena en mi memoria el día de noviembre de 1978 cuando miles de personas salieron a la calle a vivar a Su Majestad y su señora esposa. Era chico (tenía 12 años). Ya en ese entonces me dio pena el pueblo argentino. Si aparecía Videla en el Monumento a los Españoles, casi seguro lo llevaban en andas. Un gusto su nota.

  3. No se puede estar cien por ciento seguros que esta rama nobiliaria real de la familia de origen francés Borbón sea de legítima sangre "real". La reina consorte María Luisa de Parma, esposa del menos que mediocre monarca Carlos IV, al parecer confesó mediante una carta (cabe la posibilidad de que resulte apócrifa) que se conserva en una biblioteca oficial española que sus hijos más notorios, Fernando VII y el infante Carlos María Isidro, no fueron hijos de su esposo Carlos IV sino de amantes que tuvo. La reina consorte en cuestión fue bastante ligerita de cascos como se dice comunmente. Pero la tipa era de sangre Borbón así que lo de Borbón les viene en parte importante a los actuales reyes por esta reina. A modo de continuación, de Carlos María Isidro se origina una rama aparte de la familia Borbón, la de los pretendientes carlistas al trono español, enemistados con la rama "oficial" de la que desciende Juan Carlos y el Felipito. El enojo tuvo su origen en el nombramiento de Fernando VII de su hija en contra de la tradición de nombrar un heredero varón como se hizo oficialmente hasta entonces. Carlos María Isidro fue un ultraconservador quien sin pragmatismos era contrario a la corriente política liberal que campeaba en ese entonces por Europa. Los actuales descendientes de aquellos personajes siniestros me resultan indiferentes. La justicia decidirá cual será su destino. Pero si me repugnan los parditos latinoamericanos que se babosean por estos personajes por el sólo hecho de la figuración, fuesen de la nacionalidad que fuesen. En Chile cuando este viejo y su esposa visitaron el país, un niño gordito y moreno superó corriendo el cordón de seguridad para saludar a la reina Sofía y ésta le retribuyó el saludo con cariño. Si yo hubiese sido guardia de seguridad de puro gusto perverso le hubiese volado la cabeza al mojón (pendejo) yanacona por figurón. En cuanto a las viejas putas de la oligarquía argentina que soñaron con que alguna de sus hijas se enganchase con el Felipito son las mismas que hubiesen gustosamente pagado por aparecer en la repu... revista Gente como candidatos a parientes de esa familia de porquería y meterles en la cabeza a los gronchos que los argentinos son superiores por emparentarse con la realeza europea. Conocí en salta a unas mersas en la calle Santa Fe, unas coyas que parecen las hijas guachas de Jaimito Torres, sostenedoras de discursos medio progres y a la vez televidentes de Beverly Hills 90210; una de ellas me sobraba como chileno alardeando de la opulencia de la clase alta argentina y su "brillo y distinción" que ponían el nombre de Argentina en lo más alto. La mugrienta tiene una facha de sirvientita doméstica trasplantada del altiplano boliviano en Salta y se manda las partes.

  4. ¿Volvemos a los debates de 90+ años atrás? ¿Al menos tendrán pensado cómo construir la tercera República? ¿Quiénes la van a diseñar y construir? ¿Los progres? Si es así vamos mal.

  5. Solo a los tilingos PRO les puede gustar esta gente atorranta de museo, siempre identificándose con sectores a los que no pertenecen ni pertenecerán jamas en sus vidas. Aun recuerdo al bufón cipayo de macri pidiendo prácticamente disculpas al rey por la independencia. Luego los tilingos PRO vivando al chanta de macron en buenos aires mientras la clase media francesa se lo quería comer crudo en las calles de parís.

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