El
ejercicio de la violencia recorre la historia con fines, causas y consecuencias
diversas, tales como obtener alimento (animal y humano), defender un territorio,
anticiparse a matar para no ser matado, matar a los enemigos, ofrecer víctimas
(animales y humanas) a los dioses, practicar la guerra voluntaria o
forzadamente, heredar odios, divertirse y gozar con el sufrimiento ajeno,
defender la propiedad pública o privada, o atacarla, demostrar superioridad,
castigar, vengarse, ejecutar, amedrentar, atemorizar, escarmentar, ejemplificar,
disciplinar, someter, dominar, explotar, robar, quitar, despojar, prevenir, etc,
etc.
Tanto en su modalidad concreta como simbólica,
los formatos en los
que se ha volcado se repiten y renuevan constantemente. La violencia física
ha servido y sirve, según los instrumentos utilizados, para apresar,
secuestrar, esclavizar, hambrear, encadenar, encerrar, y
más directamente para mortificar la carne humana: apalear, pinchar, sajar,
triturar, aplastar, torturar, lancear, apuñalar, sablear, bolear, aserrar,
mutilar, amputar, cegar, deslenguar, cortar, castrar, descabellar, desollar,
envenenar, quemar, dilacerar, arrancar, estrangular, asfixiar, ahogar, violar,
patear, trompear, ahorcar, fusilar, gasear, picanear, electrocutar, apedrear,
lapidar, empalar, descoyuntar, oprimir, reventar, explotar, aplastar, etc…
Un amplio catálogo de modalidades,
crecientemente sofisticadas, ofrece la violencia sobre las cosas inanimadas,
tales como los bienes materiales, y los recursos naturales: el ambiente, el
suelo, el aire, el agua, los animales, vegetales y minerales, las plantaciones,
las selvas y bosques, los ríos y los mares, las ciudades, puentes, caminos,
diques, vehículos, naves, aeronaves, etc, etc.
En cuanto a violencia simbólica, el
repertorio de modalidades y fines es tan amplio que me eximiré de intentar
siquiera una enumeración parcial.
Este bestiario de intervenciones agresivas
sobre el cuerpo, la naturaleza y la cultura, se ha practicado y se practica
tanto sobre individuos determinados -es decir, seleccionados por sus
victimarios- como sobre personas tomadas al azar, así como también en forma
masiva sobre grupos, familias, clanes, tribus, comunidades, pueblos y naciones,
configurando una panoplia de acciones que representan delitos legales y morales
cuyas máxima iniquidad hasta ahora se considera al genocidio.
Individualmente se ha aplicado y aplica a
fetos, bebés, niños, jóvenes, adultos y ancianos, y hasta a los cadáveres de
cualquiera de ellos; sin distinción de sexos; ni de grupos étnicos,
nacionales, políticos,
ideológicos o religiosos.
Entre los practicantes de la violencia, y
en relación con ella, existen enfermos, locos, cuerdos, entusiastas,
convencidos, arrepentidos, voluntarios, forzados, culpables, culposos,
profesionales, aficionados, expertos, novatos y veteranos, así como también
existen los ejecutores, los que dan la orden, los que la sugieren, los
instigadores de casos concretos y los propagandistas genéricos.
Se la realiza en nombre o al servicio de Dios, de la Patria, el Estado, la Nación,
la Causa, el Pueblo, el Partido, la etnia, la corporación militar, la patronal,
el sindicato, la secta, la subsecta, la banda, el grupo de pares, de uno mismo,
de la Idea, etc.
Se lleva a cabo por odio, venganza, despecho, egoísmo,
indiferencia o complicidad; para vencer el miedo, para no parecer cobarde, para
parecer valiente; para saber qué se siente matando; por creerse superior, para sentirse
superior; por obedecer órdenes, por interpretar mandatos, sugerencias o medias
palabras; por gusto personal;
para demostrar lealtad, o “compromiso”; etc, etc.
De modo que abundan
“razones”, motivos y circunstancias para practicarla. Hombres de toga,
sotana, uniforme, y saco y corbata, y autoridades en general, al servicio de
todas esas motivaciones, han desarrollado ideas, explicaciones, justificaciones,
legitimaciones, fundamentos, leyes, códigos, valores, prescripciones, etc, para
su regulación por la sociedad y el Estado; así como también se han abstenido
de darlas, han callado, olvidado, mentido, distorsionado, minimizado,
parcializado, etc. Y hombres vestidos de paisano las han hecho suyas, las han
aplicado, mejorado y eficientizado.
En el mundo actual la violencia constituye un campo cultural
disciplinar, objeto de investigación, sistematización y enseñanza-aprendizaje
tanto en el campo de las humanidades como en el de las ingenierías del Poder, y
por supuesto, en el de los instrumentistas.
La violencia es una industria que factura trillones de dólares
por lo que siempre va en aumento. Por supuesto, algo derrama para abajo, tiene
científicos, filósofos, militares, abogados, sacerdotes, tecnólogos,
empleados y obreros, que cobran en blanco, así como también tiene sicarios,
idiotas útiles, idealistas y perversos, que a veces cobran en blanco y a veces
en negro.
Se practica desde hace 4,5 millones de años hasta hoy, hasta
ahora, hasta este instante. Lo harán mañana, pasado mañana, los próximos años,
hasta que sólo quede un par de hombres sobre el planeta, y luego, ese solitario
hombre o mujer podrá atentar contra sí mismo.
Pero lo más imbécil que tiene el hombre es que mata al
servicio de otros, aun careciendo de motivos estrictamente personales para
hacerlo, obedeciendo inducciones, incitaciones, mandatos y órdenes de
individuos, grupos, instituciones, leyes,
ideas, dioses, semidioses, supersticiones e irracionalidades de todo
tipo.
No existe nada más espantoso que heredar odios ajenos de
parte de papá, del abuelo, del partido, de los compañeros, del caudillo, del líder,
de la Patria, de los próceres y héroes del pasado o de Dios mismo.
Pero si hay algo más abominable aun es matar para
escarmentar, para atemorizar, para ser temido, para no perder autoridad, para
respetar la majestad de la ley, o preventivamente, como ha ocurrido en el pasado
y actualmente sobre la base de doctrinas políticas justificadoras.
A cada rato
se ejerce violencia a nuestro alrededor, pero cuando no nos roza por estar fuera
o lejos de nosotros nos resulta indiferente, no nos hace mella, cuando debería
avergonzarnos como género, tal como deberíamos sentirnos por causa de todos
los asesinos conocidos y desconocidos que han matado, violado, humillado a un
congénere o a varios miles o millones.
¿Acaso lo dicho significa que la violencia es natural al
hombre?, ¿que el hombre es el lobo del hombre? No creo en tal punto. La
existencia de un solo hombre justo desmiente tan socorrida tesis.
La historia nos muestra millones de asesinos con Causa (política,
religiosa, étnica, ideológica, etc) o sin ella, pero también, aunque como
excepciones, da cuenta de hombres santos y abnegados. En consecuencia, así como
podemos producir grados crecientes de mal también podemos hacer exactamente lo
contrario, que es el bien.
Un solo hombre bueno es
un motivo de alegría y de orgullo para el género humano, un ejemplo
positivo, digno de imitar, y
esperanzador.
Pero admitir este punto también puede ser un acto hipócrita
si no se traduce en una decisión consciente de trabajar activamente para
desterrar de las conciencias, de las leyes y de la vida, toda forma de violencia
física y simbólica, buscando la paz y el bien por medios pacíficos, justos y
democráticos.
Tal es el ideario de la no violencia activa que suscribimos,
deseamos y difundimos para nuestros congéneres de todo el mundo, convencidos de
que toda violencia es injusta, irracional y monstruosa, y sobre todo, que no
existe violencia justa en ningún caso.
Jamás de los jamases.
Carlos
Schulmaister