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POLÉMICA EN TORNO A LA IGLESIA

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OPINIONES DE UN LAICO (Por Carlos Morán)
OPINIONES DE UN LAICO (Por Carlos Morán)

OPINIONES DE UN LAICO

    Desde hace varias décadas, en el mundo entero, se viene produciendo en forma cada vez mas acelerada, la degradación moral del genero humano. En nuestros días, podemos observar, que cuando más importantes son los avances científicos, menos es el respeto del ser  humano por su semejante,  por  los valores morales, por la justicia, por el medio ambiente etc..

 

    Si consideramos que la Republica Argentina, era hasta hace pocos años, uno de los países con mejor nivel cultural del continente, hoy podríamos concluir en que también es uno de los que más rápido están sufriendo el proceso de descomposición en sus diferentes estratos sociales.

    Si bien es atendible que luego de un proceso de terror  y opresión, en general las sociedades, viven un periodo de cierto descontrol, hasta encontrar su cauce, un claro ejemplo puede ser España, después de más de cuarenta años de sometimiento, a partir  de la muerte del General Francisco Franco, la sociedad, vivió un lustro de descontrol lo que se podría denominar “reacomodamiento”, en ese “periodo de destape”, los españoles que venían “atrasados” con respecto al resto de Europa se pusieron al día   en materia de pornografía , drogas y otros “avances” del primer mundo, en ese corto periodo, aquella sociedad, superó sus “traumas” y hoy empieza a ser un pueblo nuevo.

     Sin embargo, en nuestro país, a veintitrés años  de recuperada la democracia, el desorden y la corrupción  van en aumento y no se percibe emprendimiento ni voluntad política para poner freno al proceso de degradación y abolición de las instituciones, seculares, instalándose y consolidando la CORRUPCIÓN ESTRUCTURAL..

    El núcleo de la descomposición de nuestra sociedad, tiene como principal componente a la justicia, podríamos llamar a ésta institución “la madre de todos los males”, ya que la desarticulación, la manipulación política, y el sometimiento de la justicia a manos de los poderes Ejecutivo y Legislativo es notorio y desvergonzado,  observamos, como funcionan los mecanismos de “auto perdón”   para la clase política, al punto que, la sociedad se resignó a asumir la inmoralidad, la corrupción de los magistrados y de todo el sistema judicial en si, “como un tema más”, sin tomar conciencia de la gravedad y el peligro que ello implica principalmente para los sectores más desprotegidos, de hecho, estamos presenciando en esta categoría social, todos los días episodios de “justicia por mano propia”, estos hechos, aberrantes para una sociedad civilizada, se está instalando en nuestro país como “suceso cotidiano” , además de dejar en estado de indefensión jurídica e inseguridad pública  a bastos sectores de la ciudadanía, que no encuentra la respuesta adecuada a los atropellos a los que somos sometidos en forma continua.


 

La Iglesia y la sociedad actual

 

    Como no podía ser de otra manera, La Iglesia que se nutre seres humanos, no pudo escapar a las generalidades de la especie.

    A partir del Concilio Ecuménico II, en la década del 60, las vocaciones comenzaron a escasear en forma notoria, hasta nuestros días que están reducidas como nunca en la larga vida de la Iglesia. Esta situación, trajo como consecuencia, que cada vez fueran mas benévolas  las exigencias para las nuevas formaciones. Como es lógico, tanta flexibilidad, acarreó secuelas más que importantes para su vida institucional.

    Con bastante frecuencia, algún Sacerdote, y no pocos Obispos, ocupan espacios importantes en las sección policial de periódicos y noticieros , otros, sin llegar a delinquir, exhiben conductas no compatibles con su ministerio, y en su Parroquia o su Diócesis van sembrando la sensación que cada vez los ministros del Señor, son más parecidos al hombre común, entonces ¿por qué confesar? ¿por qué dispensarle ese respeto reverencial de otros tiempos?? .

    La escasez, de vocaciones, puso a la Iglesia, en un espiral descendente de muy difícil salida, no solo afectó la calidad y la imagen, de los representantes del Señor, al mismo tiempo, acrecentó el desconcierto y la falta de respuesta. En las parroquias y colegios que en otras épocas, contaban con tres o cuatro Clérigos, hoy solo cuentan con uno.  

   En un pasado no tan lejano, los Católicos Practicantes, encontrábamos en la Santa Madre, el amparo, la palabra sabia, la voz de los dignatarios, combatiendo y  condenando con firmeza y valentía los hechos de corrupción, las injusticias y cualquier abuso o maltrato del que fuéramos objeto no sólo sus hijos cercanos, sino que (en otros tiempos) defendió a la comunidad en su conjunto.      

    Para quienes participamos en forma activa y nos consideramos Militantes de Cristo, no es ningún misterio ni suponemos una ingratitud, el alejamiento de la Cristiandad y sobre todo de la juventud de nuestros templos. Existe un sentimiento generalizado entre la feligresía, que es la Iglesia quien día a día nos abandona a nuestra suerte, con la actitud pasiva de muchos de nuestros Sacerdotes que en ocasiones  sobrepasados por la multiplicidad de funciones, van dejando de lado “MISIONES SECUNDARIAS” como la asistencia y el suministro de los Santos Sacramentos a los enfermos, visitar a las familias en sus almuerzos, o una simple bendición a nuestros hogares etc. Fue  el abandono de estas prácticas, el principal motivo de la diáspora de los fieles. Aquellas costumbres, eran el motor que nos honraba, y nos comprometía a la asistencia a la Santa Misa de los Domingos y la concurrencia constante a reuniones, ya sea para  analizar y tratar de solucionar los temas que tanto vulneran a la familia y a la comunidad, como también desarrollar programas conjuntos o realizar actividades  que nos mantuviera unidos, movilizados, hermanados y protegidos. 

    Las participaciones de la Iglesia en la política, nunca fueron muy acertadas, quizás por la elección de los hombres, que no estaban preparados para mantenerse al margen de los usos y costumbres de tanta corrupción, quizás porque algunos Obispos bendijeron a sus amigos para cargos ejecutivos sin asegurarse que fueran los más capaces y probos, recordándonos por  momentos a “in partibus infidelium”.

    La tibieza del apoyo al no menos tibio Partido Demócrata Cristiano, terminó casi por extinguirlo, dejaron de lado la herramienta electoral que los hacía fuertes y con decisión propia, para aceptar del gobierno algunos cargos absolutamente condicionados a los designios de los políticos. 

     Hoy la Cristiandad argentina carece de representación en casi todos los ámbitos de decisión, el “no te metàs” se hizo carne en nuestras vidas, quienes combatimos la injusticia y la corrupción, encontramos en la comunidad un respeto y un reconocimiento muy íntimo, rayano con la clandestinidad,  “yo te apoyo pero que no se sepa” como si éste combate tan desigual se tratara de un acto subversivo y no una necesidad vital para el bien común.

     Ante esta situación limite, y con la necesidad imperiosa de recuperar el respeto y su autoridad ante la sociedad toda, es indispensable que dejando de lado, los errores del pasado inmediato y sus divisiones internas, la Institución Iglesia Católica  retome su lugar y así con sus hombres al borde del quiebre moral, agotados, maltrechos y en franca minoría, haciendo suya “la valentía y la fe de Juan el Bautista”  asuma la conducción de sus representados en la “Lucha contra la corrupción la injusticia, el abuso y el maltrato público .

 

Carlos A. Morán
carlosmoran@ciudad.com.ar

 

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