Una encuesta a nivel nacional realizada por Zuban/Córdoba reveló que el 50,8% de los consultados cree que Argentina va camino a convertirse en Venezuela. Esta opinión se destaca entre los mayores de 60 años (65,7%) y entre los que votaron a Mauricio Macri (87,8%) y a Roberto Lavagna (63,9%).
Entre los votantes de Alberto Fernández sólo lo cree el 17,9%. Han aparecido también artículos periodísticos mostrando que algunos venezolanos, que llegaron a nuestro país escapando del régimen de Nicolas Maduro, ahora se quieren ir ya que ven similitudes entre el recorrido atravesado por Venezuela y la actualidad de la Argentina. Según la Asociación de Venezolanos en la República Argentina (ASOVEN), habría unos 1.000 que se quieren ir del país porque sienten que están viviendo una historia repetida.
No hay dudas de que nuestro país enfrenta una crisis severa en múltiples dimensiones que genera angustia y desesperanza en gran parte de su población (particularmente en la clase media) e incluso entre los inmigrantes venezolanos que temen estar tropezando dos veces con la misma piedra. Por momentos, Argentina parece encontrarse dentro de un laberinto del cual no logra salir, discutiendo una y otra vez los mismos problemas. Además, la radicalización progresiva del gobierno de Alberto Fernández ha decepcionado al electorado moderado que esperaba una etapa de menor confrontación, mayor dialogo y respeto por las instituciones. Por el contrario, la administración del Frente de Todos se ha convertido progresivamente en el cuarto gobierno kirchnerista (más parecido al último de Cristina, que al de Néstor). Sin embargo, Argentina y Venezuela no son ni serán lo mismo. Esto no implica desconocer la gravedad de la situación por la cual estamos atravesando. Pero existen diferencias significativas entre uno y otro país que vale la pena destacar.
Diferencias en el sistema político
El primer punto para tener en cuenta es el sistema político. Argentina ha atravesado por duras crisis económicas y sociales, sin embargo, desde 1983 a la fecha, nuestra democracia se ha consolidado (las elecciones de 2023 coincidirán con el festejo por los 40 años ininterrumpidos). El sistema político ha demostrado ser resiliente frente a la adversidad y, a pesar de sus múltiples debilidades, la institucionalidad democrática se conserva y hay posibilidades ciertas de alternancia en el poder. En la actualidad el sistema de partidos se ha configurado en torno a dos coaliciones amplias, plurales y con liderazgos fuertes (el Frente de Todos y Juntos por el Cambio).
Es cierto que en ambas existen sectores radicalizados que buscan llevar a la Argentina hacía los extremos, pero los moderados de cada una aseguran una cuota mínima de equilibrio interno. Este balance entre “halcones y palomas” dentro de cada coalición parece difícil de romper, ya que si alguna de ellas se fragmenta es probable que la otra lo capitalice electoralmente. Por el contrario, en Venezuela la democracia se ha interrumpido. No existe separación de poderes y los mecanismos de frenos y contrapesos (elementales para el funcionamiento de la democracia) fueron desarticulados hace ya tiempo por el chavismo. Antes de que Chávez llegara a la presidencia, en Venezuela no existían liderazgos políticos fuertes.
El “Caracazo” había debilitado al sistema político y el frente conformado por Rafael Caldera (que ya se encontraba muy anciano en su segunda presidencia de los años 90′) en ningún momento logró llenar ese vacío de poder. En ese contexto es que nació el chavismo, ese entorno no existe en la Argentina actual caracterizada por coaliciones sólidas y liderazgos fuertes.
El rol de las Fuerzas Armadas
El segundo punto para tener en consideración es el de las Fuerzas Armadas, ya que juegan un rol fundamental en el gobierno de Maduro y esta es una de las razones por la cual el chavismo aún conserva el poder. En Argentina, las Fuerzas Armadas no tienen la fuerza ni la intención de participar activamente en política, al tiempo que existe con poca o nula legitimidad por parte de la sociedad civil para que lo hagan. Además, los militares argentinos no poseen un líder carismático, que sobresalga política y mediáticamente, como lo fue en su momento el “comandante” Hugo Chávez.
Lo cierto es que las Fuerzas Armadas en la Argentina están absolutamente comprometidas con el sistema democrático y el orden constitucional, y los dichos del expresidente Eduardo Duhalde dando a entender lo contrario son simplemente absurdos. Incluso teniendo a César Milani como jefe del Ejército, Cristina Kirchner no logró conformar dentro de las Fuerzas Armadas un grupo que se identificara partidariamente con el proyecto kirchnerista. Aunque Cristina concentraba por entonces todo el poder político e instaló entre los uniformados un líder afín a sus ideales, esto no fue suficiente para torcer su compromiso democrático y apartidario.
Petróleo vs. actividad agropecuaria
El tercer y último punto es el que hace al principal producto de exportación de uno y otro país. Hoy el precio internacional del petróleo se encuentra muy golpeado, pero durante años el precio del barril cercano a los USD 100 le permitió a Chávez financiar la consolidación del régimen domésticamente y su expansión regionalmente. Esto fue posible no solo al alto precio del petróleo, sino tambien al hecho de que en Venezuela los hidrocarburos se encuentran en manos del Estado. En la Argentina de hoy no existe un sustituto para conseguir tal financiación, lo cual queda en evidencia con la actual crisis cambiaria, la cual erosiona y deslegitima cada vez más al gobierno de Alberto Fernández. La actividad agropecuaria es la principal fuente de divisas en la Argentina y, aunque existe una pesada carga impositiva, es desarrollada íntegramente por empresas privadas. La última rebaja de 3 puntos sobre las retenciones anunciada por el ministro Martín Guzmán muestra que el Estado argentino debe necesariamente ceder frente al sector privado si pretende generar incentivos a la hora de exportar.
Después de tres años de recesión (crisis por Covid-19 incluida) y una década de estancamiento, la sociedad argentina se encuentra sumergida en un profundo pesimismo.
El desánimo y la radicalización del Frente de Todos de los últimos meses se combinan haciendo que gran parte de los argentinos vean a Venezuela como un espejo de nuestra realidad. Siguiendo el camino actual, no caben dudas de que nuestro país se puede seguir deteriorando, pero la Venezuela de Nicola Maduro no es el espejo correcto en el cual mirarnos. Hay que buscar uno distinto: debido a que nuestras crisis son recurrentes y los problemas se repiten, probablemente en el propio pasado de la Argentina haya más claves para entender el futuro.