Aldo Daniel Delgado tenía cuarenta años aquella fatídica noche del 30 de diciembre del 2004. Cuando se produjo la hecatombe tras el estallido de la bengala en la media sombra de República Cromagnon, tuvo el acto reflejo –quizás producto de su entrenamiento como director técnico de fútbol infantil-, de saltar de esa tumba infernal en que se convirtió en una décima de segundo el palco VIP del local, que ocupaban padres, hermanos, amigos, novias y allegados íntimos del grupo “Callejeros”.
Aldo Delgado no recordó mucho más de lo ocurrido aquella noche, aunque su cuerpo lleva de por vida el recuerdo imborrable producto de las secuelas ígneas. Fue uno de los pocos heridos graves a consecuencia del fuego y no de los gases.
Pasó seis meses en terapia intensiva y otros dos de restablecimiento hasta abandonar el hospital.
Al salir de la internación se propuso investigar por su cuenta las reales causas de lo sucedido esa noche de terror y muerte. Para Delgado no sería tarea sencilla pero tampoco imposible. Desde 1987 revistaba en el organismo de inteligencia del Estado, por lo cual encarar una investigación cumpliendo los requisitos que exige toda pesquisa que pretenda llegar a una aproximación a la realidad, no le era una tarea desconocida.
Contrató una abogada e inició juicio contra los responsables del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, lo que le facilitó al ser parte querellante tener acceso directo al expediente. Finalmente, vez obtuvo copia del mismo y lo guardó en media docena de CDs, aunque nunca tuvo el valor de leer ese intrincado rompecabezas de testimonios, declaraciones y contradicciones en que se convirtieron los miles y miles de legajos que componen la causa Cromagnon.
Una de las primeras sorpresas la tuvo en noviembre del 2005, a poco de cumplirse un año de la tragedia pero apenas semanas después de su reestablecimiento hospitalario.
La abogada de Delgado –que además patrocinaba a otras víctimas de la masacre-, le informó que un abogado además padre de uno de los chicos muertos en el local de Omar Chabán- le ofreció una suma importante de dinero (alrededor de treinta mil pesos) si la abogada le “vendía” a uno de sus clientes que litigaban contra las autoridades del gobierno porteño. Una propuesta extraña que denotaba la existencia de maniobras miserables en torno a una causa cada vez mas enrarecida.
Delgado contaba con herramientas tecnológicas y material humano para hacer una cámara oculta al abogado propulsor de esa compra extrajudicial, pero al final dilató la operación y al parecer su abogada tampoco se atrevió a participar de esa maniobra.
Misery
Los cuerpos de chicos muertos y heridos estaban siendo desplegados sobre el parque de la Plaza Miserere esperando el auxilio de las ambulancias y médicos que no daban abasto en su tarea socorrista. El espectáculo fue impresionantemente crudo: La policía en motos que no sabiendo bien qué hacer reprimía a diestra y siniestra a los pibes que intentaban ayudar a sus pares; los muchos punguistas que se concentran alrededor de la Plaza robaban zapatillas, pantalones, remeras y cualquier prenda que pudieran arrancar a los cuerpos innertes. Y por si eso fuera poco, un grupo de mujeres casi todas en estado de shock de histeria mística les refregaban La Biblia por el rostro a los pibes moribundos instándolos “a que se convirtieran al Señor pues de lo contrario irían al infierno…”.
También hubo escenas de solidaridad elocuente. Colectiveros que enterados de la desgracia se acercaban a la zona del desastre, hacían descender a sus pasajeros y se ofrecían desinteresadamente a trasladar los cuerpos a centros hospitalarios cuando las ambulancias no alcanzaban con semejante trajín.. Otros pibes que salían de una bailanta cercana ofrecieron su auxilio a los rockeros haciendo caso omiso a sus diferencias musicales.
Los compañeros de trabajo de Delgado comenzaron a facilitarle informes, archivos, datos confidenciales y mucho material que le permitiera armar el rompecabezas poniendo las piezas en un orden mínimo de responsabilidades en la mega masacre de República Cromagnon.
El lector puede suponer a esta altura del relato que la intención del citado personaje en la investigación privada tendría por objeto incrementar la suma de dinero en la querella por resarcimiento que iniciara contra las autoridades porteñas.
Pero no es así. Sucede que Aldo Daniel Delgado es el padre de Elio Delgado, un joven tímido e introvertido que tenía apenas 19 años cuando estalló la caldera del diablo en el barrio de Once. Elio Delgado viene siendo desde el 2001 la guitarra principal y el arreglador musical del grupo “Callejeros”. Y podría ir preso por varios años si en el juicio oral se confirma la acusación que procesó la justicia en primera instancia contra los miembros de la banda. Y allí comenzó la lucha de su padre por evitar que ello ocurra (Continuará).
Daniel Orejano