Juan Grabois tiene todo el derecho a pensar, decir y hacer lo que le plazca en una sociedad libre, plural y democrática, siempre que no viole la ley. Sin embargo, nada lo exime de ser prudente y de evitar actitudes agresivas a la hora de defender lo que cree. Como admirador del Papa debería tener en cuenta que Francisco destaca la virtud de la prudencia como clave para el ejercicio de la actividad política –y él, más allá de ser un dirigente social, ejercita la política- y propicia la “cultura del encuentro” para la solución de los conflictos.
Más aún: debería considerar que muchos argentinos lo vinculan con el Papa y hasta –en una apreciación errónea- interpretan que detrás de todo o que dice y hace está el Papa. Es que no pocos de sus compatriotas observan que Francisco le tiene una estima personal y como líder social. De hecho, llegó a ser consultor de un organismo vaticano –si bien su mandato expiró hace un años de años-, y como dirigente de los movimientos sociales latinoamericanos participa de encuentros organizados por El Vaticano.
Le guste o no a Grabois esa es la percepción que tiene buena parte de la sociedad argentina. Por lo tanto, aquella prudencia y comportamiento mesurado recomendada a un político en su caso debería ser especialmente tenida en cuenta. De lo contrario, estaría dañando a Francisco. Es, precisamente, lo que está ocurriendo con sus declaraciones y asentimientos ante la participación de integrantes de su movimiento en la toma de tierras, en particular en el caso de un campo en la provincia de Entre Ríos.
Su papel obligó a que más de un obispo tuviera que salir a aclarar que el Papa no apoya las usurpaciones. El arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández -acaso el clérigo argentino que mejor interpreta a Francisco-, dijo recientemente en una charla por Zoom organizada por el arzobispado de Córdoba una obviedad: que Jorge Bergoglio no está a favor de las tomas de tierras y reconoce la propiedad privada, más allá del derecho a la vivienda, en perfecta línea con la doctrina social de la Iglesia.
En rigor, hasta los curas villeros –incluido un sector que simpatiza con el kirchnerismo- de la zona metropolitana salieron a manifestar su oposición a las usurpaciones –incluso hablaron de inescrupulosos que se aprovechan de la necesidad-, si bien pidieron buscar soluciones al déficit habitacional. Algo similar dijo la Pastoral Social de la diócesis de Lomas de Zamora ante la ocupación del predio de Guernica. Además de que expresó su deseo que el conflicto se supere mediante el diálogo.
Muchos consideran que el Papa debería salir a aclarar que lo que dice y hace Grabois corre por su cuenta. Pero cualquiera observador vaticano sabe que un pontífice nunca haría una cosa así, sencillamente porque no es propio de su investidura. Un pontífice, en todo caso, lo que hace es referirse a una problemática, no a personas con nombre y apellido, y -como aclaró el arzobispo Fernández- la postura de Francisco frente a la propiedad privada es de Perogrullo.
En cambio, sí podría pronunciarse la Iglesia en la Argentina, aunque no necesariamente nombrándolo a Grabois. Por cierto, ya lo hizo. Fue en enero de 2018 cuando en un comunicado aclaró: “Nadie ha hablado ni puede hablar en nombre del Papa”. Fue justamente para salir al cruce de declaraciones de Grabois. Hace un año también tuvo que hacer la misma aclaración a raíz de dichos del ex embajador ante la Santa Sede, Eduardo Valdés.
Acaso ya sea tiempo de que la Conferencia Episcopal –que agrupa al centenar de obispos de país- reitere esta aclaración. Seguramente no aplacaría a todos los que critican al Papa por su supuesto apoyo a Grabois, pero ayudaría. El líder social lo está dañando a Francisco porque sucumbe frente a la ideología. Debería también saber que su querido Papa es un crítico furibundo del señorío de las ideologías.
¡Cuánto debería aprender Grabois!