En el momento más álgido de las tratativas, los camporistas que pueblan los despachos de La Plata no tuvieron mejor idea que ofrecer 300.000 pesos a cada ocupa que desalojara otros terrenos de la provincia. No los de Guernica.
Con lo cual no sólo irritaron aún más a quienes estaban en ese predio, sino que dieron mayor legitimidad aún a todo el que se apropie de un lote ajeno. El Cuervo Larroque y compañía no deben integrar ese peronismo que compensa otros defectos porque “tiene calle” y oficio en el “arte de gobernar”.
Kicillof tuvo que optar, entonces, entre una ya abierta pasividad y resignación frente a la ola de ocupaciones, que es solo la punta del iceberg conformado por una multitud de presiones que amenazan la siempre precaria gobernabilidad bonaerense; o ejecutar el plan Berni, gasear a los militantes de izquierda y las familias cuyas necesidades extremas ellos estaban usando como escudo. Sin garantías claro de que los gases fueran a asegurarle una gobernabilidad mayor de su territorio. Nada puede garantizárselo en las actuales circunstancias y es mejor que se vaya anoticiando.
No sólo, ni siquiera principalmente, por lo descomunal de las demandas insatisfechas que debe de alguna manera contener, y por lo escaso de sus recursos. El problema de fondo es más bien político, e interior a la coalición oficial: procede de la fórmula que uso el Frente de Todos para unir los pedazos sueltos del peronismo y el kirchnerismo, y volver al poder.
Porque el actual oficialismo durante años estuvo legitimando el uso de la violencia para hacer pesar demandas, y la violación de derechos de terceros para imponerlas cuando el Estado se demora en atenderlas. Los usó para acorralar a Macri, creando la imagen de un “pueblo unido en torno a sus derechos irrenunciables y desatendidos” frente a un “Estado incapaz e indiferente que protege a los ricos”, la típica figura del populismo radicalizado. Y es ahora lógico que el trotskismo, que viene bregando con esa idea desde hace décadas, y considera con algo de razón a los K como un rejunte de oportunistas, la use contra ellos.
Por si faltaba algo para demostrar que el principal problema del Frente de Todos es el propio Frente de Todos, el día de hoy nos regaló una fantástica coincidencia, que no es ninguna casualidad: casi a la misma hora que Berni ordenaba entrar a los escopetazos en Guernica, la justicia de Entre Ríos disponía que todo el cuento de Dolores Etchevehere, avalado insólitamente por el propio Alberto Fernández, como víctima de una familia dominada por el egoísmo capitalista y el machismo, y de Juan Grabois, como máximo referente de la “nueva economía de la autoubsistencia franciscana”, que supuestamente va a salvarnos del derrumbe del capitalismo mundial, está flojo de papeles y tendrá que buscar otro lugar en el mundo para dar rienda suelta a sus delirios.
En los años sesenta, gente como ésta se fumaba un porro, se mudaba a El Bolsón y buscaba la felicidad sin jorobar a nadie. Con el tiempo, la mayoría se cansaba. Sería bueno que en el gobierno alguien se los explique, y los invite a formar la rama hippie del FdeT. Harían menos daño al prójimo, empezando por el gobierno al que pertenecen.
Pero es dudoso que algo así suceda. ¿Cómo reaccionará Grabois a la frustración entrerriana? ¿Imitará a los grupos piqueteros y el trotskismo que ocuparon las calles para escenificar su divorcio del kirchnerismo? ¿Hará el papel del “imberbe que grita” hasta que enfrente a Alberto Fernández a la misma disyuntiva que enfrentó Kicillof con sus ex compañeros de ruta de la izquierda?
Más importante que todo eso será saber si lo que estamos presenciando es el inicio anticipado de un fin de año a toda orquesta, que sume a los dramas sanitarios y económicos, una guerra en las calles. El gobierno va a extrañar la época en que sólo tenía que lidiar con banderazos de clase media. Y puede que todos lamentemos haber permitido que una vez más el peronismo nos vendiera una magnífica fórmula electoral que era una bomba de tiempo para gobernar, ya antes de que todo se complicara mucho más con el virus.