En la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, la demanda global es igual a la sumatoria de demanda de consumo, más demanda de inversión, más demanda de Gobierno, más demanda de los mercados internacionales.
Para Keynes, operando sobre las distintas variables que componen la igualdad descripta, se podía frenar la inflación y el desempleo.
En su modelo, como una demanda global insuficiente eleva la curva de desocupación, se propone estimularla para bajar el desempleo. Si se bajan los impuestos directos, las familias disponen de más dinero para el consumo, entonces este aumenta.
Para incrementar la inversión, es necesario bajar la tasa de interés. De este modo los empresarios dejan de ahorrar y destinan las ganancias a la producción, toman créditos, adquieren bienes de capital, mejoran su tecnología, toman personal.
El aumento del gasto público implica que el Gobierno destine más recursos, por ejemplo, en obra pública como construcción de escuelas, hospitales, caminos, etc.
Si se aumenta el tipo de cambio nominal, se devalúa la moneda, por lo que el tipo de cambio real decrece, mejorando la competitividad, entonces se expande el comercio internacional.
En el esquema planteado, como la demanda global crece, aumenta el empleo, pero también la inflación.
Ahora bien, para bajar la inflación es necesario bajar la demanda global, y para esto hay que subir los impuestos, para que las familias puedan consumir menos por disponer de menos recursos; aumentar la tasa de interés para que el sector productivo en vez de destinar los excedentes monetarios a la inversión lo haga al sistema financiero; bajar el gasto público y apreciar la moneda local, lo que hace que los bienes y servicios exportables se encarezcan.
De lo dicho se deduce que en el modelo keynesiano puede haber deflación a la vez que desempleo, pero no puede coexistir el desempleo con la inflación.
La curva de demanda agregada es decreciente, esto es que cuando baja el nivel general de precios, se incrementa la cantidad demandada de bienes y servicios, porque si bajan todos los bienes y servicios sube el poder de compra. Con cada unidad monetaria se pueden adquirir más bienes y servicios. Y si hay más gasto público y más inversión, baja el desempleo.
Sin embargo, en la medida en que aumenta la demanda agregada, aumenta la inflación, y si baja la demanda global se consume menos, se restringe el gasto público y las inversiones, bajan los precios, esto es baja la inflación.
Para Keynes, si el exceso de demanda aumentaba porque había inflación, ese exceso empujaría hacia arriba la oferta y ésta a su vez al empleo, por eso sostenía que no podía haber inflación con desempleo, porque ambas variables, a su entender, eran antinómicas.
Veintisiete años después de su fallecimiento, la primera crisis del petróleo planteó un escenario tan inesperado como complejo, que permitió acuñar el término “estanflación”: inflación más desempleo, contradiciendo completamente la antinomia de sus variables.
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