“Las langostas o saltamontes son insectos ortópteros de la familia de los
acrídicos (lat. Acrididae), caracterizado por su gran facilidad para migrar de
un sitio a otro y, en determinadas circunstancias, reproducirse muy rápidamente
llegando a formar devastadoras plagas capaces de acabar con la vegetación de
grandes extensiones de terreno.” (Ver gráfico al pie)
Con la presentación académica de las langostas, podemos encontrar en ella
similitudes con algunos políticos autóctonos de nuestra bendita patria, en
espacial en lo que adaptación y voracidad se refiere.
Lamentablemente para todos nosotros, no se trata de una película en la que
aburridos o hartos de ella podamos terminar con ella haciendo un simple click.
Si bien la mayoría de los insectos suelen ser molestos, hay otros que además son
un riesgo cuando se transforman en plaga y dentro de ese sector están las
langostas, milenarios en el arte de destruir o acabar con los recursos de una
región.
El paso de algunos políticos/as emparentados con estos seres ha demostrado que
en beneficio propio han sido muy astutos, pero la cosa es muy distinta en lo que
respecta al resto de los que habitan la región. Fieles a su espíritu de
extensión, y apelando a la facilidad de adaptación, buscan nuevos horizontes,
nuevos campos para alimentar su sed de riqueza.
Su egoísmo, su demagogia es de tal magnitud, que poco les importan las
consecuencias de sus actos y borran con el codo lo que escriben con la mano.
Enredados en una política animal y perversa, no dudan en practicar el
canibalismo político si es necesario y muchas de las alianzas que se forman
parecerían tener la misma validez que esas que realizaban los que solían jugar
al T.E.G (juego de estrategia).
Este gobierno que se autoproclamó defensor de los Derechos Humanos, ha
demostrado ser uno de los gobiernos más intolerables a la hora de la divergencia
de opiniones. Para ello ha apelado a todos los recursos posibles, incluso
a aquellos que vulneran muchos de los derechos que aseguran defender, es decir, al
parecer esos derechos solo fueron negados en el pasado por militares y deben ser
juzgados y castigados. Pero, los derechos avasallados por ellos mismos no
cuentan, ya que son progresistas y “aliados” de los defensores de los
derechos humanos.
La realidad es que muchos de esos “aliados” responden por intereses económicos,
por las ayudas oficiales y por los puestos que esta alianza le franquea a muchos
de sus miembros en oficinas gubernamentales, es decir, primero nuestros derechos
(a un trabajo digno, a organizarnos, a reclamar, a acceso a la Justicia, a
participación política, etc.) después los de que ellos dicen defender y el
motivo de su creación. Macanas, solo se defienden entre ellos o cuando algún
caso mediático les puede repercutir prensa y eso es propaganda gratuita.
Así, todos (los que pertenecen) crecen apoyados uno sobre el lomo del otro y el
gobierno se transforma en un refugio de “atorrantes” donde algunos trabajan para
intereses propios o de quienes los conducen, pero simulando trabajar por la
gente, basta recorrer los lugares humildes o los barrios, para palpar una
realidad que hasta no hace mucho no se veía, la pobreza extrema ya no es solo
ser pobre, sino el no tener posibilidad alguna de progreso, es la condena tácita
a vivir en la marginación de todo lo que constituye el derecho de un ser humano
y su dignidad, es la degradación de una sociedad que como tal terminará
desapareciendo, dándole paso a una nueva, donde el honor será algo desconocido.
Habrá que abrir bien los ojos, porque esta plaga va a ir por todo, por el
control de los demás poderes y no se conformará con “comprarlos”,
“presionarlos” o “controlarlos”, terminará devorándolos, porque esa es su
esencia. Alguien puede confiar en la buena fe, de usureros, oportunistas,
manipuladores y corruptos que engordaron sus cuentas con la desgracia ajena,
ejecutándoles deudas, viviendas, o bien con negocios de dudosa legalidad. Muchos
de estos políticos que hoy tenemos, han hecho lo de las langostas, han pasado
por algún puesto y han dejado sólo su huella: depredación.
Marcelo Hawrylciw
Editor El sindical