No es ninguna novedad que Cristina Fernández volvió para quedarse con todo el poder en provincia de Buenos Aires y para eso utiliza el apellido de su esposo, puesto en su hijo, quien tiene como guía política al meloso Sergio Massa, quien no sabe hoy si tanta bosta en la construcción del adobe político, que metafóricamente describió ante quien firma esta nota, no le ha impregnado tanto la casa que difícilmente pueda, en el futuro, sacarse tan mal olor a traición, operetas berretas y concesiones inmorales hechas a la par del krichnerismo, con tal de sostener el poder y allanarle el camino a un vago como Máximo Kirchner, un verdadero outsider de la política, quien hasta no hace mucho ni hablar en público sabía y sus complejos internos mezcla de timidez, vergüenza y sobredosis por figurar, los muestran casi patético en las cámaras, con un “bailecito” permanente de sus rodillas y las manos que agita sin destino y su mirada esquiva y huidiza, típico del inseguro, del mendaz, del improvisado forzado en demostrar sus “competencias”.
Pero cierto es que en la política argentina “cualquier pato es escopeta”, por lo tanto, teniendo un poco de plata, focas aplaudidoras que lo sostengan, respaldo de un gobierno títere, fondos para movilizar planeros y un as de espada como Massa en Diputados, donde fue puesto por Máximo para manejar a propios y a la oposición, no es difícil llegar a ser un candidato para el 2023 o, como en este caso, el presidente del PJ en provincia de Bs As, desplazando a los barones (no a los “varones” del gobernador Kiscillof) como Gustavo Menéndez y Fernando Grayque se alternan el cargo.
La bronca de los históricos del PJ, claro está, se justifica porque pretenden ser desbancados por un partido filoperonista pero no “peronista”. El kirchnerismo interpreta excelentemente este papel que describe a simpatizantes que suelen manifestarse a favor de lo que hace el movimiento, en este caso el Peronismo, pero que no se asocian a si mismos como parte del movimiento. Y los ejemplos huelgan: desde Néstor renegando de Perón, hasta Cristina llamándolo “viejo de mierda” y creando un espacio propio, pero usando el peronismo para ganar en las urnas. No sienten ni pertenecen al “Peronismo”, solo lo usan como plataforma para ganar el poder (elecciones 2003 y 2019) o para sostenerlo, como sucede con el avance de Máximo Kirchner intentado ocupar Gaspar Campos. Pero el problema no es de ellos, es del propio peronismo que es un movimiento acomodaticio, que como Massa dijo, no duda en taparse la nariz con tal de usar bosta para construir su adobe.
La pobreza conceptual del político argentino, se resume claramente en la figura del hijo de la vicepresidente, toda vez que cuando llenó su DDJJ, dejó en blanco el casillero donde le pedían que detallara: profesión, estudios y trabajo.
Obvio, Máximo Kirchner nunca trabajó, pues tuvo excesiva disponibilidad de dinero por parte de sus padres que no lo empujaron a buscar recursos propios, no estudió, a pesar de tener a su disposición la plata, los medios y la posibilidad de graduarse en cualquier carrera y en cualquier universidad pública, privada, nacional y/o internacional y no tiene profesión, precisamente por las dos razones anteriores.
Es decir técnicamente es: un vago. Y si a eso le agregamos el odio a la política que desarrolló desde que era niño hasta que su padre en el 2009 lo metió con forcep en La Cámpora y su madre, cuando enviudó, lo alentó a conformar “la juventud maravillosa” que replicara las políticas más nocivas del kirchnerismo original con todos sus pecados concebidos como el autoritarismo, el conductismo, el relato, el ocultamiento, la discriminación, la corrupción y la violencia interna, como ha sido denunciado por ex militantes mujeres en los años de macrismo.
Hoy el gobierno de Alberto y Cristina, junto con el colaborador de Tigre y algunos intendentes K, pujan por poner a Máximo al frente del “peronismo bonaerense” desde donde se maneja el poder peronista del país. Para lograrlo, el gobierno promete darle a los intendentes tantos fondos públicos como sea necesario y sabemos que la billetera mata galán; en este caso mata inútiles y transas. Por lo tanto, no es raro que Máximo alcance su meta de consagrarse el campeón del oficialismo, aunque en las encuestas públicas no llegue ni a juntar consenso ni para postularse a presidente de una Sociedad de Fomento.
De todos modos, es un problema del peronismo. Ellos son lo que son y avalan a “sus representantes”. No buscan “estadistas” ni “ilustrados”, ni siquiera capaces en la dialéctica u oradores de peso a la hora de hacer el discurso político. Se conforman con poco, casi con nada. Alabar a un hombre que nunca hizo nada en su vida, es nivelar para abajo y seguramente la conducción peronista nacional lo pueda vivenciar cuando en el 2021 la gente los castigue con el voto en las urnas, ante la exasperante realidad de ineptitud política que muestran, llevando como mascarón de proa para mostrar como mejor logro, a una persona procesada, sin preparación, bruta, sin complexión al trabajo, armada para la ocasión y a quien empuja su madre para perpetuar el régimen K y sostener a la familia que no caiga tras la rejas, después que pase el poder y no tengan la posibilidad de servirse de la impunidad que crearon sirviéndose del Estado. (Agencia OPI Santa Cruz)