El Gobierno argentino y el FMI parecen tener la decisión política de cerrar antes de mediados de año un acuerdo para refinanciar la multimillonaria deuda contraída por la administración de Mauricio Macri, superior a los u$s 44.000 millones.
No los une el amor -a pesar de la muy buena sintonía entre la jefa del organismo, la búlgara Kristalina Georgieva, con el presidente Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán- sino el espanto.
Por el lado argentino, ese espanto -inmortalizado por Jorge Luis Borges en "Buenos Aires"-, se refleja en que de fracasar una renegociación con el organismo, la economía podría ingresar en un tembladeral a pocos meses de las legislativas de medio término.
Por el Fondo Monetario, en que un nuevo fracaso significaría otro golpe a la credibilidad, entre los tantos que el organismo viene soportando en los últimos años, con intervenciones fallidas en distintos puntos del planeta.
Esa mutua necesidad abre una expectativa favorable entre los agentes económicos sobre las chances de alcanzar finalmente un acuerdo.
Pero lograrlo dependerá sobre todo de que la Argentina pueda demostrar, con números finos, que esta vez sí será capaz de cumplir los compromisos de pagos que asuma.
Según pudo saber la agencia la agencia Noticias Argentinas, la estrategia de Economía es convencer a los tecnócratas del organismo de que el país consolidará la sustentabilidad del frente fiscal hacia 2023, por lo que pedirá postergar vencimientos de 2021 y 2022.
De esa forma, la administración del Frente de Todos podría recorrer todo el mandato de Alberto Fernández segura de contar con las divisas necesarias para evitar un nuevo desmadre en el frente cambiario -a costa de un cepo con enorme poder de daño-, y abocarse a pleno a la reconstrucción del aparato productivo pospandemia y el crecimiento económico.
Guzmán estima que, bajo esas condiciones, la caída apenas por encima del 10% que tendrá este año el Producto Bruto -menor a la proyectada hace unos meses- se podrá recuperar en dos años, y al gobierno le quedará el 2023 -año de elecciones presidenciales- para mostrar un saldo neto de crecimiento.
Para ese año, las proyecciones del Palacio de Hacienda estiman que la inflación se ubicaría por debajo del 20% anual, aunque la reducción del costo de vida es una de las metas sobre las cuales el mercado tiene más desconfianza.
El problema para el equipo económico es que el país volvió a quedarse sin capacidad de maniobra para hilvanar proyecciones que luego se vuelvan incumplibles: el margen de error tiende a cero, a pesar de la enorme confianza que el Presidente ha cultivado en los últimos meses hacia Guzmán.
Ante tantas variables en juego, se espera que la negociación con el FMI llevará aún varios meses, hasta que los técnicos de uno y otro lado se pongan de acuerdo en que la reducción del déficit a la que se comprometa la Argentina garantizará la devolución del dinero prestado.
Guzmán oficializó en estos días que la expectativa es alcanzar ese acuerdo a más tardar en mayo, cuando la Argentina debería afrontar un vencimiento que ronda los u$s 2.400 millones con el Club de París.
Algo similar sostuvo el presidente Fernández, quien viene destacando la excelente relación hilvanada con la mandamás del FMI.
"Me siento muy correspondido en mis diálogos con Kristalina", repite el jefe de Estado.
Y hasta sostiene: "Kristalina y yo tenemos la misma mirada sobre lo que pasa en el mundo".
Fernández advierte que "no hay más lugar para ajustes irresponsables, imposibles de cumplir, que perjudiquen la credibilidad tanto de nosotros como de quien otorga asistencia irreal", en una clara crítica al cheque en blanco que la anterior jefa del FMI, Christine Lagarde, le dio a Macri.
Argentina, que este año espera un fuerte ingreso de divisas producto de las exportaciones de commodities, le pide así a un mundo urgido por la pandemia, tiempo para poder encauzar sus cuentas en rojo.
El coronavirus impactó al país en medio de una renovada crisis financiera, de las innumerables que ha venido sufriendo desde los inicios del siglo pasado, por vivir casi siempre por encima de sus posibilidades y endeudándose ante cada oportunidad.
Ahora el objetivo de Fernández es obtener el tiempo necesario para incrementar las exportaciones, fortalecer las reservas de Banco Central y tratar de mantener la calma en el frente cambiario.
Guzmán reveló esta semana que le disgustan los controles de capital, pero enseguida los justificó, al explicar que si no existieran, la presión sobre el tipo de cambio provocaría una mayor devaluación.
El ministro alertó que eso tendría efectos sobre la inflación, los salarios reales, la demanda agregada y la actividad económica.
Por lo que se deduce de las palabras del jefe de Economía, pasarán años antes de que el país pueda salir del cepo, un desincentivo para quienes todavía desean invertir en la Argentina.
La pesadilla impositiva
A eso se suma otro problema, persistente en casi todos los gobiernos: los impuestos aplicados sobre las operaciones en divisas están dejando mucho dinero en la Tesorería, y eso es una tentación enorme, como lo fue el impuesto al cheque, dispuesto de emergencia hace 20 años, y nunca eliminado.
Forma parte ya de un esquema impositivo que le genera al país una enorme pérdida de competitividad frente al resto de las economías, y que explica en parte las dificultades para crecer y mejorar salarios.
Los impuestos en la Argentina se llevan buena parte de la riqueza que pueden crear sus empresas.
Guzmán prepara una reforma tributaria destinada a dotar - dice- de mayor racionalidad al esquema fiscal, pero no piensa por ahora en bajar gravámenes.
Desde el sector empresarial tienen una mirada muy distinta: la UIA reclama una reforma que "incentive la producción, en lugar de penalizarla".
Para quien escribe la nota le gusta que se achique el déficit , sobre todo en el gasto social. Por que también se podría achicar el déficit cobrando impuestos a los que más tienen.