La corrupción es un estado inherente al kirchnerismo aunque no podemos decir que tienen exclusividad, porque el peronismo ha sido un adelantado en la práctica (Menem, Duhalde, Ruckauf, Rodriguez Saa, Insfrán, Alperovich, etc), pero también ha tocado al propio Radicalismo y a Junto por el Cambio, en la era Macri. Aún así, todos juntos son aprendices de punguistas al lado de los del FPV.
Sin embargo, los 30 años en Santa Cruz y los 12 a nivel nacional no nos dejan dudas: el kirchnerismo supera con creces al más corrupto de los gobiernos que hayamos conocido. La corrupción, la mentira y el relato son parte sustancial del ADN de esta facción política que algunos pretenden emparentar con el peronismo, lo cual es una falacia. Y no es que defienda al peronismo, es que las pruebas reales que conocemos en Santa Cruz de boca de Néstor y Cristina, nos da la pauta de que nunca les interesó el peronismo, a no ser por la plataforma de sustentación que le dio al proyecto propio y que forjó esta suerte de amor y odio, pero que jamás fue un sentimiento genuino. Nadie que haya sido kirchnerista, puede venderse como peronista. Es solo una muda de pelaje, pero en el fondo, el cuerpo que infecta, permanece intacto y agazapado. Fíjese el lector la impronta que llevan políticos locales como Daniel Peralta, Javien Belloni, Claudio Vidal, entre otros, con aspiraciones a presentarse como “Peronistas” pero la gente los vota como “kirchneristas”.
En el 2019 una parte del electorado, hastiado de Macri, volvió a votar al kirchnerismo enmascarado tras la falacia llamada Alberto Fernández. Y cuando lo decíamos, parecía que éste era una país de ciegos, sordos y mudos con ganas de reiterar el dolor. Y así fue, volvieron y para nade mejores.
Como un ícono de la corrupción en la década pasada, se idealizaron los bolsos; quedaron en la retina de los argentinos, por ejemplo, los bolsos de la rosadita, los de López, los que arrastraba Daniel Muñoz, quien los achicaba para sacarle unos mangos a la changa, los que volaban de un lado para otro en los aviones presidenciales, los que escondía Lázaro Báez, los que llenaba San Felice, Sancho y Asociados, los bolsos que subían y bajaban de autos y camionetas como retornos empresarios, que eternizaron los cuadernos de las coimas, las imágenes de gente de Milagros Sala poniendo fajos en bolsos de viaje o los bolsos que bajaban Muñoz y otros edecanes, en la calle Juncal, justo en el departamento de la hoy vicepresidente, por entonces jefa máximo del gobierno nacional y de la banda que operaba en contra de la patria.
Haciendo realidad aquello de la naturaleza del escorpión, que picó al sapo en medio del río a sabiendas que moriría ahogado, la titular de la Televisión Argentina, Rosario Lufrano, aparece involucrada a través de su secretaria en el transporte de un bolso con 4 millones de pesos que retiraron alegremente del Banco Itaú. Y lo niega. Aparentemente, era para pagar la producción de una película, método también conocido, si nos remontamos a la era De Vido, cuando se robaron miles de millones a través del INCAA y de la Universidad de San Martín.
Para sacudirse la responsabilidad, Lufrano dijo que “ordenó un sumario”, algo así como decir que nunca más se sabrá nada de quien, cómo y en qué circunstancia se movió tanta plata y con tanta displicencia, cuando para sacar 100 mil pesos de cualquier banco, es necesario dejar el ADN de la abuela, en cualquier banco privado o estatal.
¡Volvieron los bolsos! esa es la única verdad. Estamos rodeados de corruptos y conducido por tales. Es el país que no aprende, cuya sociedad no duda en tropezar dos, tres y hasta cuatro o más veces con la misma piedra.
Como antes, vuelve “el fútbol gratis”, chabacanería populista si la hay a un costo demencial para el pueblo argentino, retornan las mediciones mentirosas del INDEC, siguen los sectores militantes privilegiados que se descubrieron con el vacunatorio VIP y como corolario de todo ello ahora los bolsos de Lufrano, dibujan el retorno de viejas prácticas, con iguales resultados. (Agencia OPI Santa Cruz)