“Cuanto más se desvíe una sociedad de la verdad, más odiará a aquellos que la proclaman”. George Orwell
Esta semana, música celestial sonó en el Instituto Patria cuando el Supremo Tribunal Federal de Brasil resolvió que el Juez Sergio Moro había sido parcial en el proceso contra Luiz Inácio Lula da Silva por la adquisición de un triplex en Guaruyá. Ese fallo se sumó al que declaró la incompetencia de la Justicia Federal de Paraná para juzgar al ex mandatario, y ordenó que la causa se sustancie en Brasília y, con ello, devolvió al líder del Partido dos Trabalhadores (PT) los derechos civiles, incluyendo el ser candidato.
El coro sinfónico local extendió, con toda razón, las derivaciones de esas sentencias a las múltiples y claramente injustificadas penurias judiciales por las que atraviesan aquí Cristina Fernández, sus hijos y sus amigos por la ya reconocida lawfaredesatada, mintiendo descaradamente, por la poderosísima mesa judicial de Mauricio Macri con el apoyo de los periodistas asalariados de los medios de prensa concentrados, de los Estados Unidos y el FMI, y de los jueces y fiscales obsecuentes y venales.
Es mentira que Lázaro Báez haya creado sus empresas constructoras tres días antes que Néstor Kirchner ocupara la Presidencia, y es mentira que, hasta entonces, haya sido sólo un empleado raso del Banco de la Provincia de Santa Cruz, de propiedad de Enrique Eskenazi. Es mentira que esas empresas recibieran un enorme (90%) porcentaje de las obras públicas en esa provincia, y es mentira que muchas de ellas, ya pagadas, nunca fueran terminadas. También es mentira que Báez sea dueño de tantas estancias y que haya tenido innumerables negocios inmobiliarios con la familia Kirchner. Y es mentira que el video en que se vio a sus hijos contando millones de dólares en La Rosadita sea auténtico.
Es mentira que ese banco, y su familia propietaria, hayan tenido mucho que ver con la desaparición de los fondos de Santa Cruz –US$ 1.100 millones- y que eso estuviera vinculado, después, a la compra por los Eskenazy del 25 % de las acciones de YPF. Es mentira que Kirchner haya permitido a la privatización de la empresa durante el gobierno de Carlos Menem, y es mentira que haya enviado el avión de la provincia a buscar a un diputado cuyo voto resultaba indispensable para aprobarla. Es mentira que el Senador Oscar Parrilli haya sido el miembro informante del proyecto de privatización; y es mentira que haya ocupado el mismo rol en la expropiación (“estatización”) de las acciones de Repsol en la petrolera argentina.
Es mentira que decenas de empresarios hayan confesado haber pagado coimas que eran transportadas en bolsos voladores, y es mentira que los Kirchner sean propietarios de tantos inmuebles en el sur, incluyendo varios hoteles. Es mentira que los cuartos de esos establecimientos hayan sido utilizados por Báez y Cristóbal López para que durmieran empleados que trabajaban a 600 Km y así lavar dinero mal habido. Y es mentira que López y Fabián de Souza se hayan quedado con $ 8.000 millones de entonces de impuestos para financiar la compra de varias empresas, y también es mentira que, para protegerlos de las investigaciones fiscales, Ricardo Echegaray, desde la AFIP, haya cerrado la delegación de Bahía Blanca.
Es mentira que Daniel Muñoz, Ricardo Barreiro, Fabián Gutiérrez, Rudy Ulloa y tantos otros secretarios de los Kirchner se hayan enriquecido locamente, y es mentira que Ricardo Jaime hasta haya sido dueño de un Lear Jet. Es mentira que Gildo Insfrán haya pagado a The Old Fund para renegociar la deuda provincial con el Estado nacional, y es mentira que ello haya servido para que Amado Boudou se quedara con la “fábrica de billetes”.
Es mentira que Cristina Fernández no sea abogada y no esté inscripta en ningún colegio profesional, y es mentira que todos los inmuebles y varios hoteles, los US$ 5 millones en la caja de seguridad de Florencia Kirchner no provengan de su exitoso desempeño como tal. Y es mentira que las fastuosas joyas con que la PresidenteVice se decora hasta convertirse en un arbolito de Navidad sean auténticas y le pertenezcan. También es mentira que el propio contador de su familia, Víctor Manzanares, haya contado a la Justicia todas sus imaginadas trapisondas. Y es mentira que Hugo Chávez le prestara a la Argentina, al doble de interés, el dinero para pagar al FMI; y también es mentira que Antonini Wilson haya traído dinero en efectivo en valijas para la campaña electoral de 2007.
Y, dado lo sucedido con el Grupo de Lima, también corresponde señalar que es mentira que el kirchnerismo haya apoyado los reclamos por los derechos humanos sólo a partir de 2003, cuando llegó a la Casa Rosada y que hoy respalde al asesino Nicolás Maduro. Y, por supuesto, es mentira que Estela Carlotto y Hebe de Bonafini hayan lucrado desde entonces con los enormes fondos públicos transferidos a las Abuelas y a las Madres de Plaza de Mayo, algo tan falso como que hayan existido Sueños Compartidos o que Milagro Sala sea una mafiosa y ladrona.
Pero, por todas esas mentiras, me sigue sorprendiendo que, en lugar de apurar los tiempos para ser juzgada y lograr que su total inocencia sea reconocida por la Justicia, como ya lo fue por la Historia, sus abogados continúen trabando el avance de los procesos. Pese a que todos sabemos que Cristina es una mujer honrada, cualquier similitud de esta nota con el “Discurso de Marco Antonio”, en “Julio César”, de William Shakespeare, sólo podría buscarse con mala fe.