El 2019 fue un año negro para los encuestadores en Argentina. Unos cuantos se equivocaron groseramente pronosticando un empate en las primarias de agosto entre el presidente Mauricio Macri y los reales ganadores, la fórmula Fernández-Fernández. El margen de error fue abismal: ganaron las PASO por 16 puntos porcentuales. Si bien hubo otros que salvaron la ropa, muy pocos arrimaron el bochín.
¿Se podrán reivindicar en las legislativas de este año? Primero hay que aclarar que algunas de las encuestas de 2019 estaban, digamos, “tuneadas” para generar esa sensación falsa de empate. Pero aun otros encuestadores, que acertaron que Macri iba a perder, medían la mitad de la diferencia real. Había un “voto vergonzante” oculto para la ex presidenta Cristina Kirchner que muchos votantes no se animaban a confesar.
¿Podrán los encuestadores reivindicarse este año? A juzgar por los indicadores de opinión sobre la gestión del presidente Alberto Fernández y las expectativas que hay sobre él, el gobierno, salvo que pegue un golpe de timón, parecería ir a una derrota segura. Los encuestadores más serios están midiendo casi 70 por ciento de desaprobación y una proporción similar de expectativas negativas sobre el futuro de la economía argentina.
Además, datos como el “vacunatorio VIP” (una grave crisis de imagen mal resuelta para el gobierno) concitan un 90 por ciento de rechazo, que se suma a las evidentes dificultades para cumplir con las repetidas promesas de vacunar rápidamente a la población. Y, a juzgar por la política económica actual, no se vislumbra que la grave crisis económica en la que está sumergida la Argentina pueda pegar la vuelta a la esquina antes de las elecciones.
Así se entiende el anhelo de la Casa Rosada por aplazar los comicios aunque sea un par de meses, a la espera de que se vote con más vacunados y alguna recuperación económica. Pero es una quimera: un par semanas no van a cambiar nada.
Y quizás tengan algo de razón: a diferencia de 2019, estas son elecciones legislativas, en las que se eligen diputados y senadores nacionales, pero los comicios se juegan en cada provincia. Y cada provincia es un mundo.
Al no haber candidatos nacionales, el color local juega más fuerte, aunque sea para mandar legisladores al Congreso nacional, además de cargos locales. Pero además, las legislativas son mucho más difíciles de medir. Son un enorme desafío para los encuestadores: porque tendrían que encuestar en cada uno de los 24 distritos, lo que representa un costo muy alto. Generalmente las encuestas nacionales se hacen preguntando en zonas representativas del sentir y opinar de las principales regiones, y -por supuesto- de todas las edades y niveles socioeconómicos.
Pero para saber quién va a ganar en La Rioja, hay que encuestar en La Rioja, por ejemplo, que renueva apenas dos bancas de diputados nacionales. Pero esas bancas -como todas las que se juegan este año- son importantísimas, porque la aspiración del Frente de Todos, liderado por la vicepresidenta Fernández de Kirchner, es meter sus reformas judiciales para poder esquivar a la Justicia por las múltiples causas que atormentan a la vicepresidenta. Un avance de apenas media docena de bancas le permitiría controlar cómodamente el Congreso a partir del 10 de diciembre de este año. Hoy no tiene mayoría en Diputados y por eso no pudo avanzar.
Y las consultoras que sí miden varias provincias están mostrando que, dependiendo del caso, al gobierno no solo le va pasablemente bien en el conurbano bonaerense, sino, particularmente, en muchas provincias chicas. Esas provincias están sobrerrepresentadas en el Congreso en bancas en relación a sus pocos habitantes, y definen mucho más el resultado en unas legislativas que en una elección presidencial, porque el debate local termina pesando a veces más que el nacional.
Falta bastante: en casi medio año de pandemia y grave crisis pueden pasar muchas cosas, y es poco probable que el gobierno pueda cambiar las expectativas generales negativas.
Pero el contrario también juega: la oposición debe renovar muchas más bancas que el oficialismo, porque ahora se juegan los escaños de las legislativas de 2017, en las que a Cambiemos le fue bastante bien.
Y es evidente que, así como el gobierno no está en condiciones de mostrar mejor gestión en la preocupación central de los argentinos, según todas las encuestas: la economía, tampoco la oposición de Juntos por el Cambio parece tener para la campaña electoral de cara a estas elecciones legislativas un mensaje esperanzador para sus ex votantes hoy enojados por el fracaso la gestión del ex presidente Mauricio Macri.
De todos modos, habrá que distinguir qué es “ganar” o “perder” en una elección legislativa: sumar o restar bancas en el Congreso. De eso se trata. Y la previsible atomización del voto opositor -aunque el kirchnerismo seguramente pierda porcentualmente contra el 48 por ciento que obtuvo Alberto Fernández en 2019, podría ayudar a que esa “derrota simbólica” termine en triunfo concreto en la repartija de bancas.
Veremos qué se impone a la hora de votar: la falta de gestión o la falta de mensaje, la unidad o la fragmentación, el descontento nacional, o los debates locales.
Lo cierto es que hoy no se puede inferir que, porque al gobierno le esté yendo muy mal en las encuestas nacionales, vaya a perder en las elecciones.