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Nadie cree que el 30 se vayan a levantar las nuevas restricciones

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Inesperadamente el jefe de Gabinete abrió el juego para que el que quiera acceder al mercado de vacunas lo haga
Inesperadamente el jefe de Gabinete abrió el juego para que el que quiera acceder al mercado de vacunas lo haga

Cuando en un insólito exceso de optimismo el presidente Alberto Fernández anunció recurrentemente la llegada de millones de vacunas para antes de fin del año pasado, primero, y luego para el primer trimestre de 2021, no creía estar mintiendo. Tal vez sabía que exageraba, pero pensaba que en líneas generales lo que prometía podía cumplirse. Es lo que aseguran desde su entorno y no hay por qué ponerlo en duda. Aun cuando desde estas mismas páginas se advertía que por simple matemática debía inferirse la imposibilidad de cumplir con semejantes augurios, Fernández insistía.

 

Como sea, bajo ningún punto de vista imaginaba que las cosas podrían complicarse tanto con lo que interpretaba sería la bala de plata para la pandemia.

En el mar de dudas que plantea hoy el mercado de vacunas, los anuncios ahora resultan imprecisos, pero ciertamente más adecuados. Así es como Alberto Fernández anunció la última semana que estarán entrando “vacunas suficientes en la segunda mitad de abril”. Ergo, ya no se arriesga a tirar cifras y lo que venga será bienvenido, aunque se descuenta que no alcanzará.

De lo que no queda duda es que el novedoso giro discursivo dado en la semana por el jefe de Gabinete, respecto de la posibilidad de que cualquiera que se lo proponga tiene vía libre del gobierno nacional para acceder al mercado de vacunas, tiene una intencionalidad bien específica. Porque hasta ahora el Poder Ejecutivo Nacional no había dejado dudas en ese sentido. Desde el inicio de la pandemia con la centralización de la compra de respiradores, esta administración dejó claro que monopolizaría esas negociaciones. Y hasta parecía razonable. Al anunciar Santiago Cafiero que la ley no prohíbe a otros estados ni a privados, comprar vacunas, trasparentó el deseo del gobierno de socializar ahora las responsabilidades en una materia en la que claramente hasta ahora ha fracasado.

Como estrategia es más previsible que comprensible, pero así y todo no cayó bien en sectores duros del oficialismo  que se inquietan al pensar en la posibilidad de que el enemigo Horacio Rodríguez Larreta pueda acceder a la vacuna de Pfizer. El solo pensar eso les quita el sueño, imaginando la repercusión electoral de semejante movida. Para el jefe de Gobierno es todo un desafío, pero no le sobran recursos para eso y Nación lo sabe.

Más práctico, el gobernador bonaerense tiene otra visión y trascendió que ya habría contactado a privados para explorar la posibilidad de que a través de sus casas matrices en el exterior puedan acceder a vacunas que compartan con la Provincia. Tanto para Axel Kicillof, CABA, Córdoba o los distritos que analicen iniciar negociaciones propias por vacunas, la posibilidad de conseguirlas en lo inmediato es realmente imposible; en el mejor de los casos, lo que puedan acordar será para fin de año. Pasadas las elecciones, para más datos.

Si bien es cierto que los últimos embarques arribados permitieron engrosar la provisión de vacunas, hace días que no llega nada y no hay confirmación de más dosis en camino, salvo el referido comentario presidencial. De ahí que se hayan escuchado advertencias sobre el stock restante: la Ciudad tiene hasta el viernes que viene, mientras que en la Provincia las vacunas alcanzan hasta el miércoles, según precisó el ministro Daniel Gollán.

La pandemia es la principal obsesión del gobernador Kicillof, quien no se anda con chiquitas a la hora de graficar la segunda ola. Habló de “tsunami”, y se sabe que era partidario de restricciones más extremas que las finalmente dispuestas por el Estado nacional. Por eso fue que este fin de semana habilitó a través de un decreto medidas que van más en sintonía con lo que él sugería instrumentar al menos en el AMBA. Se sabe que el gobernador está enojado con Martín Guzmán, por haber dicho hace pocos días que “hoy la economía no podría soportar una cuarentena estricta como la que se implementó en marzo de 2020”. Pero el ministro de Economía está convencido de ello, y ese pensamiento se tradujo en el Presupuesto 2021, donde no figuran prevenciones respecto de la segunda ola que ya está entre nosotros. No hay  presupuestado IFE, ni ATP, y las previsiones de crecimiento no tienen en cuenta un nuevo encierro que vuelva a paralizar la economía.

En eso deberían estar de acuerdo todos en el oficialismo, ya que este es un año electoral y se sabe que las elecciones son la verdadera gran obsesión del Frente de Todos. En ese marco es que se consideró siempre a las vacunas como un instrumento de la campaña. Así y todo, Kicillof está enojado con Guzmán, con el que mantiene una disputa subterránea. En el gobierno paralelo que se le asigna tener a Cristina Fernández de Kirchner, el gobernador bonaerense vuelve a ser su ministro de Economía.

La asistencia a las empresas vía ATP volverá a través de los Repro, pero ese sector considera un error afirmar en que no se va a reflotar el IFE. “Algo tenemos que hacer”, se insiste y el Presidente ha encomendado encontrar instrumentos para asistir a los que serán afectados por las nuevas restricciones. Como sea, el problema es que nadie piensa que las medidas anunciadas el miércoles por el Presidente desde los jardines de Olivos -hubo coincidencia en que las imágenes difundidas por la propia Presidencia de la grabación del mensaje de un Alberto Fernández transitando su quinto día con Covid dieron una fuerte sensación de soledad presidencial- vayan a ser levantadas el 30 de abril. Dependerá de que bajen los contagios, se ha dicho, y nada hace presumir eso.

Infectóloga del Hospital Muñiz, la doctora Gabriela Piovano consideró “insuficientes” las restricciones anunciadas, entre las que ella hubiera agregado la suspensión de clases presenciales. Alertó que el incremento de casos se mantendrá de manera constante durante los próximos 20 días, y no descartó que se pueda llegar a los 100 mil casos en una sola jornada.

El pico de lo que ahora podríamos considerar “la primera ola” fue en octubre, con 18.326 casos, pero toda comparación es incompleta si se tiene en cuenta que el número de testeos ha sido siempre irregular. Hoy se está testeando tres veces más que en ese mes de octubre, pero así y todo sigue siendo un número insuficiente.

En ese contexto se descuenta que las restricciones anunciadas esta semana se extenderán más allá de fin de mes, pero también que puedan anunciarse medidas más contundentes, habida cuenta la ascendencia que en este gobierno tiene el ala referenciada en la vicepresidenta. Esta vez prevalecieron los moderados, pero en base a los antecedentes nada indica que esa sea la postura definitiva.

Si la segunda ola es, como anuncia Kicillof y abona la doctora Piovano, un tsunami, se plantean interrogantes respecto al cronograma electoral del presente año. Finalmente el gobierno oficializó su oferta a la principal oposición y el viernes se presentó un borrador del proyecto para votar un mes después, tanto en las PASO, como en las elecciones generales de octubre. Juntos por el Cambio analizará esta semana si acepta o no la propuesta, que ya es ganancia para el oficialismo en cuanto a que el tema genera grietas dentro de la oposición.

En la previa del encuentro con Eduardo “Wado” de Pedro, el presidente de la Cámara de Diputados había hablado de la posibilidad de suspender las primarias o realizarlas el mismo día de las elecciones generales, en una suerte de Ley de Lemas, pero finalmente quedó como una propuesta de máxima para después negociar algo más razonable. Puestos a recibir algo a cambio para llevar luego a la mesa de negociación dentro de JxC, los jefes parlamentarios de la oposición sugirieron implementar la boleta única, pero el ministro del Interior aclaró que puestos en marcha los procesos licitatorios correspondientes, eso ya no es posible. Quedará para más adelante. O sea nunca.

Más productivo le resultaría a la oposición proponer una prenda de buena voluntad más viable, como la aprobación del voto postal, que regía por decreto de Macri, que este gobierno acaba de derogar, argumentando que no se puede legislar por decreto en materia electoral. Se ve que a nadie se le ocurrió.

Más allá de los halcones de Juntos por el Cambio que no quieren postergar las elecciones porque “a este gobierno no le creemos nada”, se descuenta que terminarán aceptando, sobre todo porque el oficialismo cuenta con los votos de la mayoría del resto de la oposición para aprobar la modificación en Diputados (en el Senado sale con fritas).

Está también el antecedente difundido por el Institute for Democracy and Electoral Assistance (IDEA) que precisó que entre el 21 de febrero de 2020 y el 28 de marzo de 2021, 78 países y territorios del mundo postergaron sus procesos electorales. Eso sí, la gran mayoría luego los llevó adelante.

 
 

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  1. La conveniente y falsa creencia de que la sociedad, el estado o alguna otra entelequia pagará los costos y las consecuencias del reparto mágico de bienestar. “El estado soy yo” es la archiconocida frase que se le atribuye y que mejor define a Luis XIV, el disoluto rey de Francia que, aislado en su corte esclava, versallesca y al mismo tiempo privilegiada -a la que subyugó con favores de todo tipo y con su totalitarismo egocéntrico y egoísta- rigió siete décadas los destinos de la patria de Victor Hugo, Montesquieu y Voltaire. Pero esa definición no se aplicaba aún a su concepción o manejo de la economía, sino a su condición de emblema del absolutismo de todas las épocas, de la que fue arquetipo por antonomasia, lo que debería haberle hecho merecedor de igual suerte que su tataranieto, Luis XVI: su augusta y fatua cabeza segada por la proverbial guillotina ciudadana. La frasecita empieza a tener también un sentido económico, de plena actualidad, a partir de la aparición y crecimiento fulmíneo de Jean-Baptiste Colbert, que durante 22 años modeló el gobierno del Rey Sol por todo su mandato y siguientes reinados, con su concepto del mercantilismo, (que degeneró en Colbertismo) y su gasto público caprichoso, corrupto, dispendioso y despótico que culminó en uno de los peores sistemas tributarios de la historia, que incluía el castigo físico como sanción ante la falta de pago de las tiránicas gabelas. Colbert fue el creador de los impuestos internos, (recordar la sal) como un modo de evitar la evasión, consecuencia inevitable de su propia angurria. También incorporó, junto con otros pensadores el concepto de que la riqueza de las naciones estaba en la cantidad de metales preciosos o de ley que cada nación poseía, y que ello se lograba importando lo menos posible y exportando lo máximo posible. También prohibiendo el ingreso de cualquier producto que compitiese con la industria local. Siempre bajo la falsa premisa de que así se defendía el empleo local. Obviamente, cobraba buenas comisiones por permitir o prohibir, algo que fue otra característica del reinado de Luis el Grande, como también se le llamaba, que algún día se popularizó en muchos países. Este tipo de políticas se llamaría más tarde proteccionismo, y sería adoptado durante muchos momentos de la historia por diversos países y gobiernos, casi siempre con la misma corrupción fruto de la interrelación de los empresarios amigos con el estado, a través de los gobernantes de turno. Y prácticamente con idéntico resultado. No habrá que olvidar que las prácticas económicas feudales que se arrastraron hasta la Revolución Francesa terminaron con la resección de la cabeza de los reyes, y con Francia y su pueblo en la miseria. Bendita globalización En esa línea de pensamiento, Colbert, con la anuencia y la complacencia del monarca, manipuló durante dos décadas - e influyó durante varias más - las relaciones económicas, las políticas financieras, laborales, comerciales y de bienestar, si es posible llamarles de ese modo hoy. Debe además tenerse en cuenta que el concepto de un comercio internacional donde alguien pretende solamente exportar mucho y no importar nada de otros países es en sí mismo colonialista, esclavizante y necesariamente se basa en la fuerza en lo interno y lo externo, o en el accionar bélico como es el caso. Paralelamente, condiciona el resto del desarrollo social y humano a niveles de barbarie, más cruel para con los países pastoriles o subdesarrollados (La globalización del comercio fue, en ese aspecto un acto de justicia y de igualación de oportunidades entre todas las naciones y sus trabajadores, lo que por supuestos es intolerable para quienes viven de prometer limosnas y necesitan pobres y desocupados). Al mismo tiempo, condena al mercado interno, a los consumidores y trabajadores del país que lo aplicas a altos precios, pocas opciones de productos y poco nivel de empleo, ya que el grado y surtido de impuestos, tarifas (Colbert las entronizó) o encarecimientos artificiales así producidos, terminan por desestimular la producción e innovación, paradojalmente, con lo que llega un momento en que no se importa nada por decisión, pero no se puede exportar nada por consecuencia. O se hace pagar al trabajador de cualquier formato o sea al pueblo, los costos del estado, llámese impuestos o miseria, y a trabajar por monedas. Este concepto es válido aunque no haya elecciones, como demostró Colbert, y es inherente al pan y circo precario y eterno de gobernantes con cualquier formato y sistema, simplificadores, ignorantes, corruptos e ineptos. De paso, describe muy bien la Corte de Luis XIV y todos sus funcionarios, así como los empresarios acomodados (en los dos sentidos) de entonces. También el criterio es vigente con trueque, con moneda intrínseca o fiduciaria, con moneda con o sin respaldo o de reservas fraccionarias. Lo que en un cierto momento pareció funcionar, sólo estaba en la cabeza de la monarquía, sus súbditos, adláteres, socios y prostitutas/os prebendarios. Terminó hecho picadillo por la guillotina. (Recuérdese el “Si no tienen pan que coman brioche”, la frase atribuida a Mará Antonieta), que parecen hoy estar repitiendo a diario en sus tuits tantas militantes y miliamantes. Por supuesto que el más famoso de los luises (fuera de los sillones de Luis XV) se acostumbró a un gasto ilimitado, parte porque lo necesitaba para sostener semejantes políticas mediante el miedo y la fuerza en lo interno y lo externo, parte porque la resignación de la gente le permitió despreocuparse de las consecuencias y los límites. Les Miserables, (ibid.) no es una novela, es una obra histórica y de economía que muestra los resultados de ese tipo de políticas y excesos. El rey desapareció, pero el estado no. Se fusionaron los dos conceptos. Los políticos profesionales reemplazaron a los monarcas y a los Colbert, y mantuvieron como una máscara protectora la figura del estado, excusa que obra como una alfombra, bajo la que se esconde toda la basura que producen las mismas prácticas que terminaron en la guillotina. Por eso el socialismo ha impuesto la idea de que la Revolución Francesa se trató de una revolución burguesa, para no tener que aceptar el fracaso del estatismo. El yugo es derecho Tal como ocurrió en el feudalismo, las sociedades, sobre todo los sectores menos laboriosos y con menos propensión a la meritocracia, a medida que los ideales democráticos y los principios éticos de la Independencia norteamericana se esparcieron, se ingeniaron para contraatacar y transformaron el yugo en derecho. El estado monárquico falsamente protector, una concesión regia para justificar el gasto insolente y la exacción impositiva indefendible y cruel, pasó de a poco a ser una entelequia, un tercero anónimo, impersonal y difuso de quien reclamar todo sin aportarle nada. O, como máximo, un mecanismo para arrojarle con el impuesto por la cabeza a otros y salvarse uno, o para conseguir un subsidio, una ayuda o un privilegio, justificado o no, legítimo o no, legal o no, decente o no, corrupto o no, pero que siempre paga otra entelequia “la sociedad” en rigor un sector minoritario y castigado al que se fuerza, como Colbert, a ser un financista obligado del estado y así a hacerse cargo de todos los gastos del beneficio, la dádiva o la ventaja que otros sectores no han hecho ningún esfuerzo para merecer o pagar, en nombre de la justicia, de la igualdad, de la equidad, de la solidaridad o de la lástima. Una monarquía sin rey, para resumir. Ahora con el agregado del miedo y el odio infundidos. En ese entorno, aparecerían luego muchos Colbert, y muchos Luis XIV, en todos los sentidos. A veces imitadores en el gasto irresponsable y fácil, otras veces en la manipulación de variables, otras en la corrupción y las prebendas. Con la excusa de ecuaciones mágicas, a veces, o en nombre de la justicia social, la igualdad o las reivindicaciones de todo tipo. En muchos casos hasta burlando la Constitución, la ley o la justicia con propósitos varios. Así nacerían los Keynes, los Roosevelt, los Hitler, los Mussolini, los Perón, los Duhalde, los Kirchner, los Fernández, los Marcos, los Chávez y Maduro, los Biden y Ocasio-Cortez aún los Alfonsín, los Trump y los Macri, los Obama y los Bush(h) cada uno con su estilo, a veces obligados, pero todos simultáneamente amos y esclavos del estado. Y con ese estado regulándolo todo y repartiendo bondad aparente a su sector preferido. De ahí han nacido dictaduras que ahora se llaman autocracias. Pero a no engañarse. No es sólo dictadura la China que mata gente o prohíbe hablar, ni los envenenadores rusos, ni Maduro, también lo es la que ha sumido a la economía americana y mundial en un marasmo de deuda, gasto y emisión prepandemia, que ha ridiculizado al ahorro. Voluntarismos y favores que ahora quiere convalidar echándole la culpa a la pandemia. Y además quiere aumentar. Es el momento extremo en que el pobre ciudadano, o para mejor decir el pobre innovador, el pobre productor, el pobre inversor, el pobre trabajador, el pobre cuentapropista, el pobre profesional, el pobre consumidor, el pobre jubilado, deberían darse cuenta de que el estado es cada uno de ellos, de que todo gasto es pagado por ellos, de que todo sacrificio es hecho por ellos para mantener una monarquía que en teoría se autoguillotinó hace dos siglos largos. Gastar es su savia Cuando el gobierno americano pone un colosal impuesto empresario que además en el mejor estilo de potencia imperial quiere imponer al mundo, (otra aberración que hubieran amado Colbert y Luisito) y luego quiere subsidiar con eso a una masa de inmigrantes ilegales que no hicieron ningún merecimiento ni ningún esfuerzo de ningún tipo para obtener la Green Card que se niega a emprendedores, empresarios y trabajadores por derecha de todo el mundo, es difícil fingir no darse cuenta de que las burocracias inventan gastos para vivir de ellos. Y quieren que los pague usted, lectora, lector. No muy diferente que cuando el estado argentino pone impuesto confiscatorio a la riqueza para darle planes a los mapuches que lo niegan. Necesitan gastar. Es su savia. “El estado soy yo” es una frase que debe ser reformulada, “el estado son ellos, los burócratas” a la hora de gozar los beneficios. Y “el estado eres tú” a la hora de pagar esos gastos o los costos del proteccionismo, las prebendas y las consecuencias de la demagogia barata, incluyendo la falta de vacunas, no olvidar. Cuando la capacidad de ese estado, o sea de los contribuyentes, que ya estaba agotada antes de la pandemia, simplemente se puso en evidencia tras el virus con más dramatismo, el socialcomunismo mundial empezó a hablar del gran reseteo, que supone ser un pido, un borrón y cuenta nueva, un intento de la dialéctica marxista de querer borrar el pasado y empezar de nuevo, para hacer olvidar los errores que por supuesto, nunca atribuirán a su complicidad con el estado golémico que han inventado junto con sus burócratas para suceder a los Luises con otro nombre. Esto de suceder al despotismo no es una licencia periodística, cuando el nuevo gobierno americano quiere licuar el control republicano de la Corte aumentando el número de jueces y poniendo más demócratas. Una kirchneriada al mejor estilo Luis XIV. Es posible que, empujado por la irresponsabilidad de los gobernantes, la impericia, las teorías forzadas que intentan predecir la acción humana, el facilismo de los votantes, el concepto mismo de que alguien impersonal y anónimo pagará para que se cumplan los sueños y los derechos que cada uno cree que le deben ser garantizados con independencia del esfuerzo y el mérito que hiciera para conseguirlos, el sistema termine por estallar. Pero eso no significa que se haya llegado a ningún acuerdo ni consenso técnico, social o de ningún otro tipo sobre la efectividad de volver a los principios del Rey Sol, o de Colbert. Significa que se está aprovechando la coyuntura para hacer lo mismo de siempre con otro nombre, como sabe cualquier argentino. Porque a la hora de pagar, el estado no “soy yo”, como defendía Luis el Grande, ni “somos todos”, como dicen algunos. A la hora de pagar, en cualquier país del mundo, el estado sólo es costeado por los que trabajan, estudian, producen, innovan, invierten y empeñan su sacrificio y su patrimonio en esa tarea. Es que tarde o temprano, por el efecto de la infinita bondad demagógica paralizante y del expolio sistemático, esos sectores no constituyen la mayoría. Entonces no gobiernan, ni deciden, ni opinan, ni cuentan. Y, aunque todo se oculte bajo la alfombra de la democracia - otra entelequia - esa situación se parece decepcionante y peligrosamente al absolutismo de la monarquía francesa del siglo XVII.

  2. carancho ya lo hizo una vez lo puede volver a hacer a este tipo no le importa si nos deja en la extrema pobreza el y los demas son millonarios

  3. LA CUARENTENA LLEGÓ PARA QUEDARSE. OLVÍDENSE DE VOLVER A UNA VIDA NORMAL COMO ANTES DE MARZO DE 2020 Por qué se está presionando para que la pandemia sea «permanente” 11 abril 2021 Por FAA – Panampost Un año después de que los estadounidenses recibieran la orden de cerrar la sociedad durante «dos semanas para aplanar la curva», el columnista de Bloomberg Andreas Kluth advirtió: «Debemos empezar a planificar para una pandemia permanente». Debido a que las nuevas variantes del SARS-COV-2 son resistentes a las vacunas existentes, dice Kluth, y a que las compañías farmacéuticas nunca podrán desarrollar nuevas vacunas lo suficientemente rápido como para seguir el ritmo, nunca podremos «volver a la normalidad». «Volver a la normalidad» significa recuperar la relativa libertad que teníamos en nuestras ya sobre-reguladas vidas antes del COVID-19. Esta es sólo la última de una larga serie de crisis que siempre parecen llevar a nuestros sabios gobernantes a la misma conclusión: simplemente ya no podemos permitirnos el lujo de la libertad. COVID-19 ciertamente no fue el comienzo. A los estadounidenses se les dijo que «el mundo cambió» después del 11-S. Pilares básicos del sistema estadounidense, como la Cuarta y la Quinta Enmienda, eran demasiado anticuadas para hacer frente a la «nueva amenaza del terrorismo». La vigilancia sin orden judicial de nuestros registros telefónicos, del correo electrónico y finanzas y de los registros físicos de nuestras personas sin causa probable de delito se convirtió en la norma. Unos pocos libertarios cívicos y con principios disintieron, pero el público en general lo acató sin protestar. «Manténganos a salvo», le dijeron al gobierno, sin importar el costo en dólares o en libertad. Una y otra vez, los autoritarios exageran las crisis para asustar al público y proponen soluciones que tienen dos cosas en común: exigen más de nuestra libertad y no funcionan. Siempre es todo dolor y nada de ganancia. Uno se pregunta cuántas repeticiones de este simulacro de crisis harán falta para que los ciudadanos del llamado «país de la libertad» piensen finalmente en preguntar: ¿Por qué la libertad es siempre el problema?

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