“Se ha dicho muy bien que el estudio del pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y porvenir”. Manuel Belgrano
Hoy, 20 de junio, se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Manuel Belgrano; menos conocido como Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.
Por esas curiosidades históricas, el día de su muerte se conmemora el Día de la Bandera. Por ende, el cuarto hijo de Domingo Belgrano Peri y María Josefa Casero no tiene día propio en la efeméride vernácula oficial.
En el sitio web Educa Red dice: “Calendario Educativo. 20 DE JUNIO - Día de la Bandera Nacional. Homenaje a un patriota modelo: Manuel Belgrano. Hoy celebramos el Día de la Bandera Nacional, aunque en verdad no se trate del aniversario de su creación (fue un 27 de febrero) sino como homenaje a su creador, el General Manuel Belgrano, en conmemoración del día de su fallecimiento. Belgrano fue uno de los jóvenes más brillantes de su época (1770-1820) y uno de los hombres más íntegros y trabajadores que dio nuestra Nación. Estudioso, culto y polifacético hombre público, murió a los 50 años en absoluta pobreza, coronando así una vida ejemplar de servicio a la Patria”. (1)
Entonces, el prócer que hizo sus primeras letras en el convento de Santo Domingo muere un 20 de junio, pero no se conmemora su muerte sino la bandera que él creó...un 27 de febrero.
Ideólogo y gestor del plan de operaciones de Mariano Moreno
Para observar qué se les enseña a nuestros pequeños educandos se consultan uno que otro manual de historia. En líneas generales, palabras más, palabras menos, se repiten en lo políticamente correcto.
Por ejemplo, la revista “Genios” número 15 está dedicada a “la vida de Belgrano”.
Ni en los libros investigados ni en la revista cuyo slogan es “todo para el colegio” se halla alguna referencia sobre la relación entre Belgrano y Mariano Moreno. Salvo que uno es vocal de la Junta y el otro, secretario. Sin embargo, este dueto se las trae...
Tan es así, que -el 15 de julio de 1810- Belgrano presenta un proyecto, “un plan formal que rigiese por un orden político, las operaciones de la grande obra de nuestra libertad”.(2)
Manifiesta el historiador y diplomático Enrique Ruiz Guiñazú, padre de la mediática periodista, que “el origen del Plan formal, requerido por Belgrano, se plasma de tal manera en la idiosincracia de su temperamento y características de su mentalidad que, basta para, reconocerlo así, tener a la vista sus quince memorias al Consulado, desde el 14 de junio de 1795 al 16 de junio de 1809. Aquilatan la disciplina de su intelecto y la modalidad ordenada de su vida y trabajos”.(3)
Su propuesta no es nueva. El 24 de mayo, en la quinta de Rodríguez Peña, arengó “derribar con sus armas al virrey”.(4) En las primeras líneas de la presentación del 15 de julio expone: “un plan de proposiciones especulativas que dirijan en parte, con arreglo a sus instrucciones políticas, las operaciones de su conato y deseos”.(5)
Según Norberto Galasso “después de un breve intercambio de ideas, la Junta aprueba su proyecto [el de Belgrano] y finalmente ‘nombra una comisión’ al efecto. Pero, quizá para otorgarle al plan mayor cohesión y unidad de criterio, se asigna la tarea a una sola persona: Mariano Moreno”.(6)
Debe quedar bien asentado que tanto Moreno como Belgrano, a los que se suman Castelli, French y Beruti y otros revolucionarios, alimentan su pensamiento de autores como Rousseau, Voltaire, Jovellanos, Florez Estrada, por mencionar sólo algunos.
El llamado Plan de Operaciones es compartido ideológicamente por la dupla Moreno-Belgrano: “por su fondo y su forma, se señalan al pasaje de la lectura, diversos conceptos, vocablos y temas similares con los usados en su autobiografía y demás escritos del [periódico] Correo de Comercio [de Buenos Aires] que redactara [Belgrano]. Verbigracia una de las expresiones típicas ‘quando la dura guerra en que se hallaba envuelta nuestra nación obstruyó los canales, etc...’ (...) la consigna igualmente en su nota mencionada, diciendo ‘destruidos...los canales de la felicidad pública...’, etc., y Moreno la incorpora en el Plan, así: ‘y destruidos todos los canales de la felicidad pública...’ (...), lo cual presupone tener a la vista el escrito de Belgrano. El Plan de operaciones, por otra parte, era tanto más necesario para el general, cuanto que esos mismos días (21 de julio del Correo de Comercio) –le dijera: ‘Nada valen las teorías...’. Su percepción práctica de las cosas le impulsaba a un programa positivo de acción, y en este sentido resulta verdad concluyente, aquello de ‘mis ideas se conforman con las de usted y nada me anima mas que el bien de la Patria, cuya inclinación conozco en usted auxiliada de las luces que yo quisiera tener’. En estos términos se dirigía el prócer ilustre a su amigo Mariano Moreno en carta del 27 de octubre de 1810 (...) respondiendo a otra carta del secretario de la Junta, de singular entendimiento y por supuesto sin subterfugios. Por esta misma correspondencia Belgrano confiesa a Moreno: Agradezco a v. infinito que me hable con franqueza, y le suplico continúe con ella en un todo, pues mi deseo es el acierto; pero créame v. que en el punto que me indica tengo tanto juego que no dexaré qué desear al mas iracundo para castigar a los malvados y enemigos de nuestra causa, sea qual fuese su condición: crea v. que no quedará uno que pueda alterar el orden, y que solo los hijos del País bien probados, obtendrán los puestos civiles, militares y eclesiásticos”.(7)
Hay toda una movida histórica que intenta presentar a un Belgrano “buenito” y a un Moreno “duro” y cruel. Manifiesta con enorme honestidad intelectual Ruiz Guiñazú: “en ese primer momento de nuestra historia nacional, asaz dificultoso y preñado de borrascosas contingencias, lo cual nos hace admirar en mayor grado a los padres de la Patria, Belgrano seguía por convicción las aguas de un crudo realismo que aplaudía como ‘sabio golpe’. El dado contra los capitulares de Buenos Aires a quienes Moreno condenó a la decapitación (...) Considera Belgrano la dicha providencia de muerte como expresión de energía y poder de justicia en el acercamiento de la fuerza moral de la revolución. Lo declara enfáticamente, agregando: ‘la sombra de la Junta que traigo conmigo hace prodigios; la Junta será la vencedora, no yo; su nombre solo con el aspecto de nuestros bravos atrae a los afectos y aterra a los malvados’. En el juicio histórico hay coincidencia por no decir unanimidad, en reconocer a Belgrano un carácter bondadoso, y acaso por ello se pretenda rebatir o cohonestar los alcances de su iniciativa en el Plan. Pero no se pierda de vista el ardor de su sectarismo patricio y la rectitud de su conciencia en el cumplimiento de su palabra, sin acomodaciones sensibleras inexcusables en obligaciones juradas. Su aceptación del Plan correspondía a sus energías en la Bajada del Paraná, e igualmente el lamentado fusilamiento del comandante Juan Francisco Borges dos horas después de caer prisionero (...) los tiempos eran duros, ¡muy duros! (...) Acabamos de recoger la espontánea confesión de Belgrano acerca de sus ideas que estaban conformadas con las de Moreno”.(8)
A pesar cierta historia falaz la revolución en ciernes lleva a Belgrano “a la comunión total de directivas con Moreno, por quien sabemos sentía grande admiración”.(9)
Tan es así, que Moreno confía la expansión de la revolución en Juan José Castelli hacia el noroeste y Manuel Belgrano hacia el Paraguay. Moreno apoya a Belgrano con armas y hombres. Sabe que la tarea del general no es fácil. El 20 de setiembre de 1810, le escribe Belgrano desde el campo de operaciones: “ ¿Y qué diré a usted para agradecerle los doscientos Patricios? Con este socorro ya nada hay que temer; créame, amigo mío, su Belgrano hará temblar a los impíos que quieran oponerse a nuestro gobierno...Deje usted a mi cuidado el dejar libre de godos el país de nuestra dependencia y más allá, si es posible; ellos han de ayudar a nuestros gastos y por lo pronto, he mandado rematar la estancia de uno que ha fugado a Montevideo...Haré cuanto pueda para dar a usted pruebas de que pienso como usted por la Patria; no quedará un fusil, ni un hombre malo en el Paraguay”.(10)
En tanto, el 13 de noviembre de 1810, le advierte sobre el enemigo contrarrevolucionario: “Créame que aunque para hablar en su Secretaría, enciérrese en su gabinete y que no le oiga más oficial que su dignísimo hermano, a quien dará mis impresiones”.(11)
Las sospechas de Belgrano se concretan. A mediados de diciembre, la Revolución inicia una caída vertiginosa.
También unidos en el final
En enero de 1820, Belgrano parte a su última misión. Está gravemente enfermo y se le encomienda pacificar la provincia de Santa Fe. Pero a los pocos días, debe regresar a Buenos Aires porque su estado de salud es lamentable.
El fin está próximo. Desde su lecho de moribundo le expresa a su amigo Celedonio Balbín: “Amigo Balbín, me hallo muy malo, duraré pocos días, espero la muerte sin temor, pero llevo un gran sentimiento al sepulcro: muero tan pobre, que no tengo cómo pagarle el dinero que usted me tiene prestado, pero no lo perderá. El gobierno me debe algunos miles de pesos de mis sueldos; luego que el país se tranquilice lo pagarán a mi albacea, el que queda encargado de satisfacer a usted con el primer dinero que reciba”.
Buenos Aires es un caos. Hay guerra civil. Este 20 de junio de 1820, pasa a la historia como el “día de los tres gobernadores”. Belgrano, el economista, el periodista, el impulsor de la enseñanza estatal, gratuita y obligatoria; el defensor de la industria y el comercio interno; el creador de la bandera nacional, el donador de escuelas, el soldado ejemplar; el defensor de los derechos humanos, muere rodeado de unos pocos. Sus últimas palabras son: “Yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias. Ay Patria mía”.
Sólo el padre Francisco de Paula Castañeda, director del periódico “El Despertador Teofilantrópico Místico-Político” se ocupa de la muerte del prócer.
Su amigo Mariano Moreno, lo anticipa en el camino hacia la gloria. El 4 de marzo de 1811, su cuerpo envenenado –complot mediante- no aguanta más. Antes de expirar, convulsionado dice: ¡Viva mi patria aunque yo perezca!”
La historia los une en el mismo final: el recuerdo por la patria.
Néstor Genta
Bibliografía:
1. www.educared.org.ar
2. Ruiz Guiñazú Enrique. Epifanía de la libertad. Documentos secretos de la Revolución de Mayo. Editorial Nova. Buenos Aires. 1952. p.201.
3. Ibid. p.201.
4. Ibid. p.202.
5. Ibid. p. 202.
6. Galasso Norberto. Mariano Moreno, "el sabiecito del sur". Ediciones del Pensamiento Nacional. Ediciones Colihue SRL. Buenos Aires. 1994. p. 25.
7. Ruiz Guiñazú Enrique. OP.Cit. p.204.
8. Ruiz Guiñazú Enrique. OP.Cit pp.203/4.
9. Ruiz Guiñazú Enrique. OP.Cit pp. 205/6
10. Galasso Norberto. Op.Cit. p.73.
11 .Galasso Norberto. Op.Cit. p.74.