La crisis energética, tantas veces negada
por el Gobierno, llegó para quedarse. Bastó que a la gestión de Néstor Kirchner
le tocara el primer invierno con verdaderas temperaturas bajas para que el
temido fantasma de los cortes de luz y de gas se materializara en la actividad
económica. Industrias grandes, medianas y pequeñas se quedaron sin gas natural
para abastecer sus líneas de producción y deben restringir sensiblemente el
consumo energético desde el 14 de junio, lo que tiene a varios sectores de la
economía paralizados no se sabe por cuánto tiempo. Lo que empezó con un mal
diagnóstico de la gestión oficial, que optó por negar la profundidad estructural
de la crisis, se transformó ahora en un problema más grave aún: la falta de un
plan serio para mejorar la inversión y la oferta energética. Lo que está en
juego no es simplemente el nivel de las tarifas –como creyó el Gobierno-sino el
riesgo de hacer temblar la sustentabilidad del crecimiento económico.
La respuesta fácil del oficialismo fue responsabilizar a las
gestiones anteriores y a las empresas del sector por la falta de inversiones en
el pasado, pero en privado se limitó a calmarlas pidiéndoles paciencia hasta
que pase el pico de bajas temperaturas que llegó con el otoño y amenaza
quedarse todo el invierno.
Pero las deficiencias están más allá de las temperaturas. La
capacidad de satisfacer la demanda eléctrica del sistema interconectado nacional
bordea apenas los 18.000 megavatios diarios, cifra que se superó
sistemáticamente durante las horas pico de los días más fríos de mayo y junio de
este año, pero que ya tuvo antecedentes de cortes y restricciones desde hace un
año y medio, incluso con las altas temperaturas del verano. Pero en jornadas con
temperaturas medias, en torno a los 14 grados, también se hace notar la escasez
de oferta: la demanda de electricidad está superando los 17.300 megavatios por
día. Y ello, con un esquema de restricciones a la industria que obliga a las
empresas a ahorrar 1.200 megavatios por día, en las horas pico. Es decir que,
sin restricciones, la demanda de energía eléctrica en un día con 14 grados de
temperatura es de 18.500 megavatios y supera ampliamente el límite de generación
y distribución que tiene el sistema.
Corte total
Por eso, la amenaza latente en el sector industrial es el
corte total y ya lo saben los empresarios, aunque todavía se callen la boca para
no molestar a los funcionarios.
Algo similar pasa con la producción de gas: la demanda en la
última semana de junio orilló los 130 millones de metros cúbicos diarios, lo que
exigió cortar la provisión del combustible a las industrias y a los grandes
consumidores que tienen contratos en firme, es decir no interrumpibles.
"El sistema está al tope de lo que puede abastecer y sin
reservas, lo que significa que si se produce un desperfecto en alguna red no se
podrá restablecer el servicio hasta que no se repare el problema; el riesgo de
un apagón es altísimo", dicen en una de las principales distribuidoras
eléctricas del país.
Antes de que la demanda llegara a estos niveles, las
distribuidoras tenían máquinas térmicas a modo de back up ante una
eventual crisis –por ejemplo, el corte de una línea de alta tensión cuya
reparación exigía varios días-, pero ante los reiterados picos de consumo, una
resolución de la Secretaría de Energía ordenó poner en funcionamiento todos esos
equipos. O sea: no hay reserva alguna ante un problema técnico en cualquier
línea del sistema. ¿Conclusión?: "Para cada empresa que anuncia que va a
aumentar un turno en su actividad, nosotros no podemos garantizarle el gas
necesario", admitió otro distribuidor. La salida es invertir en la utilización
de combustibles alternativos como el fuel oil –mucho más caro-, pero para estar
dispuestos a hacer ese desembolso las empresas deben tener como reaseguro
altísimas tasas de rentabilidad para sus negocios.
Las tarifas
Las necesidades políticas se hicieron sentir en un mercado
sensible a la evolución de las inversiones. Kirchner prometió que no habría "tarifazos"
durante su gestión y nunca ajustó de modo integral los precios de la energía
como para facilitar las inversiones, pero sin perjudicar la situación social.
Con precios congelados, la demanda de gas y electricidad domiciliaria creció
exponencialmente de la mano de la recuperación económica: según datos de las
distribuidoras de gas y luz de la Ciudad de Buenos Aires, a un ritmo superior al
20% interanual en el primer cuatrimestre de este año. Así, mientras que la casa
de un country de la zona norte de la ciudad paga 0,05 dólar por metro cúbico de
gas que utiliza, por ejemplo, para climatizar una pileta de natación, las
grandes industrias pagan alrededor de 2 dólares por metro cúbico para tener
contratos ininterrumpibles de abastecimiento. A pesar de eso, sufren los cortes.
Sin mencionar a los sectores más postergados de la población
o a las zonas que no tienen tendido de red de gas natural que deben utilizar
garrafas de gas licuado y pagar alrededor de 0,4 dólar por metro cúbico para
cocinar o calefaccionar sus casas, más de lo que se paga en un barrio cerrado de
la zona norte bonaerense.
Por supuestos, estas tarifas -tres veces más bajas que el
promedio de la región- no permitieron que la generación de energía acompañara el
crecimiento de la demanda. Según un informe de la consultora Investigaciones
Económicas Sectoriales, IES, mientras la producción de energía eléctrica creció
4,4% en los primeros cuatro meses del 2007, la demanda se elevó a un ritmo del
6,3%. La producción de petróleo se mantuvo estable con una suba de apenas 0,1%,
pero el consumo creció 4%. Y la producción de gas registró una caída del 1%,
cuando la demanda se elevó a una tasa del 4,9% interanual.
El problema es que, aunque el ministro Julio de Vido
enumere cada tanto el listado de las obras públicas destinadas a resolver el
problema, las únicas obras que estarían cerca de concretarse en el próximo año
son dos usinas termoeléctricas –contsruidas en Santa Fe y Campana-, las que
descomprimirían el faltante de electricidad. Pero tendrán que lidiar con otra
mala noticia: ambas centrales térmicas fueron pensadas para funcionar con gas
natural proveniente de Bolivia, y el gobierno de Evo Morales acaba de anunciar
recortes de casi el 50% en los envíos a la Argentina por diversos conflictos en
sus yacimientos.
Productividad Cero
Las consecuencias ya se hacen sentir: las empresas textiles
del Noroeste argentino están paralizadas; las cementeras sufren restricciones
sensibles en su ritmo y capacidad productiva; los autopartistas tienen
actualmente paralizada su producción y no logran cumplir con sus contratos de
abastecimiento en tiempo y forma a las terminales. Tres fabricantes automotrices
debieron frenar la última semana sus líneas de producción y otras dos ordenar
suspensiones parciales y rotativas de sus actividades. El caso más sensible es,
quizá, el del sector petroquímico, donde el gas natural es utilizado como
materia prima para la producción y no tiene combustibles que lo reemplacen. El
polo petroquímico de Bahía Blanca, donde todas las empresas pagan un servicio
ininterrumpible y tienen contratos a quince años de abastecimiento con precios
que en algunos casos superan los 2 dólares por metro cúbico, se paralizó siete
días en mayo y ya acumula un tiempo parecido en junio, por falta de combustible.
Existen varios ejemplos de las pérdidas: una importante
productora de etanol, butano y propano dejó de facturar casi 8 millones de
dólares y no puede cumplir con sus contratos de exportación al MERCOSUR. Una
productora de fertilizantes registra una pérdida de 800.000 dólares diarios por
tener su planta parada. No sólo eso: termina desabasteciendo el mercado local de
fertilizantes en un momento crucial como es el del cultivo de maíz y empuja a la
compra de productos importados.
El Gobierno intenta seguir escondiendo el problema y amenaza
con multas y sanciones a las empresas distribuidoras, a las transportadoras, y a
las industrias que tienen contratos firmes y que no cortaron su demanda tan
rápido como se les solicitó desde el comité de crisis conformado por
productoras, distribuidoras, grandes consumidores. El árbitro es el secretario
de Energía, Daniel Cameron, que estuvo al borde de presentar su renuncia por un
ataque de furia presidencial que paró el ministro De Vido.
Desde las empresas, sin alzar la voz, ya se empezaron a
enviar los reclamos administrativos correspondientes a la Secretaría de Energía.
Son los tibios primeros pasos de lo que empieza a madurar como un gran juicio,
colectivo, al Estado: el reclamo de compensación económica por las pérdidas
sufridas y la falta de previsión oficial, pese a las reiteradas advertencias de
los organismos técnicos, tiene un ancho campo para crecer.
Cecilia Boufflet
cboufflet@perfil.com.ar
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