“Acá hay muchas cámaras, saquen esta foto, ¡sáquenla y no se olviden nunca más! Aquí estamos los que estamos convencidos de lo que hay que hacer en la Argentina. No va a haber tapa de diario ni sentencia judicial que no nos lleve a hacer aquello que debemos hacer en favor de los argentinos; esta es la foto de nuestra unidad”, dijo este miércoles Alberto Fernández, quien inauguró un gris barrio en Ensenada, provincia de Buenos Aires, junto a un puñado de dirigentes junto a los que, con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y el gobernador de esa provincia, Axel Kicillof, salieron a demostrar “unidad”.
La foto que quería el Presidente que los fotógrafos captaran no solo fue para exponer una forzadísima buena relación entre Alberto y la única que parecería estar dispuesto a dinamitar su poder, Cristina, sino que la prolijidad con la todos estaban ubicados, tanto en el escenario, como los obreros atrás de ellos, y el público adelante, tampoco debía pasar desapercibida: todos cumpliendo con el distanciamiento social de 2 metros y hasta la propia vicepresidenta dignándose a ponerse un barbijo en público.
Todo por el bien de la unidad.
Sin embargo, la mise en scène duró poco y ni siquiera fue para la tribuna, sino meramente para la “gilada”. Y es que tan solo minutos después de terminado el discurso de inauguración de las tristes casas, cuando las cámaras a las que Alberto había obligado a retratar la “unidad”, alrededor de 100 personas, los mismos funcionarios del escenario junto a otros de menor rango, obreros y público en general se amontonaron para la foto “en V” cómo si la pandemia no existiera.
Una muestra más de que practicar lo que se predica, es solo para la foto. Y que el distanciamiento es tan efímero como la unidad.