Alberto Fernández no resiste un solo archivo. Ya se sabe. Cada vez que dice algo basta ir para atrás unos pocos meses para encontrar que dijo exactamente la contraria. Es una muñeca rusa de imposturas.
Su reunión virtual de ayer con la canciller alemana Angela Merkel es un buen ejemplo. Hay que empezar por señalar el absurdo de que, mientras Fernández -el presidente designado- le pedía apoyo a Merkel para lograr un acuerdo con el Mercosur, la otra Fernández –la vicepresidenta regente- ordenaba a su tropa firmar una proclama patriotera para declarar del default con el FMI. Hermoso.
Pero eso no fue lo único. Con Merkel también hablaron del Mercosur. Alemania encabeza el ala europea que quiere acelerar un acuerdo de libre comercio Europa-Mercosur. Francia agrupa a los que han congelado ese acuerdo, porque no quieren competencia para sus sectores agrícolas.
¿Qué dijo Alberto Fernández? Por supuesto, se declaró hincha del acuerdo. No sólo dijo que "el acuerdo no debe frenarse". Además planteó que, de ser necesario, "avance al ritmo que fuera en los temas que están listos para avanzar". O sea, aunque Francia siga trabando los temas que más benefician al Mercosur, que se avance en otros puntos.
No era lo que decía Fernández cuando, en 2018, durante la presidencia de Macri, se firmó el acuerdo entre Mercosur y Europa. Brasil, Uruguay y Paraguay estuvieron monolíticamente a favor. Pero en Argentina el kirchnerismo planteó un profundo rechazo. Lo rechazó porque, según CFK, la liberalización del comercio iba a perjudicar a la protegida industria argentina. Axel Kicillof dijo que era “una tragedia”. En los hechos, la postura K le facilitó a Francia congelar el acuerdo.
En campaña, Alberto se plegó a esa idea. “No genera nada para festejar. No queda claro cuáles serían los beneficios concretos para nuestro país. Pero sí queda claro cuáles serían los perjuicios para nuestra industria y el trabajo argentino".
Ayer Alberto proclamó que se debe avanzar. Aunque ahora, bajo su gobierno, tal vez no tendría mucho sentido. Ponele que mañana Europa abriera las aduanas sin ningún freno para las carnes y los lácteos del Mercosur. Multiplicarían la demanda. Brasil, Paraguay y Uruguay seguro lo aprovecharía. Pero Argentina no podría. La exportación de carne vacuna ya está prohibida. Y no hay ninguna razón para pensar que Alberto no haría lo mismo con el resto de los productos de “la mesa de los argentinos”.
Es lo único que cabe esperar cuando lo único genuino es la impostura.