Para el gobierno de Néstor
Kirchner acaba de transcurrir otra semana bastante movida. Viene de atravesar
por preámbulos tan duros como las derrotas electorales en la Ciudad de Buenos
Aires y Tierra del Fuego, continuadoras de otras como las de Misiones, Río Negro
y Neuquén, que muy probablemente precederán a su vez a las que pueden producirse
en otros distritos del país. Además de debatirse entre sus mentiras tratando de
convencer, inútilmente, que “no hay crisis energética”, acaba de sufrir en carne
propia el desaguisado cometido por su delegada personal en el ministerio de
Economía, Felisa Miceli, quien aún no sabe explicar su estupidez de olvidar
en su baño privado un bolso con más de 240.000 dólares de muy dudoso origen.
Y en medio de tantas tribulaciones, el inquilino de la Casa Rosada ha decidido
dar finalmente el golpe de timón que venía preanunciando: dejarle la difícil
tarea de encarar las presidenciales de octubre a su esposa.
De acuerdo a los índices de
imagen que venían reflejando diversas encuestadoras pagadas por el gobierno –y
por lo tanto difíciles de creer-, el presidente contaba con un gran porcentaje a
su favor que superaba ampliamente al de Cristina. De allí que muchos no
entendieran muy bien el motivo por el cual Kirchner no siguió adelante con el
intento de ser reelecto. Algo que incluso en varios círculos de su entorno
consideran un error, por cuanto estiman que la senadora –que no goza de mucho
predicamento y confianza para gobernar, en especial entre el electorado
femenino- puede llegar a verse en la peligrosa obligación de tener que ir a una
segunda vuelta.
Claro que puede haber otro
motivo nada grato para que el presidente adoptara esa decisión, según se comenta
en voz baja en algunos pasillos del poder, y está referido a su salud. Según
esos rumores, que no harían más que confirmar lo que es un secreto a voces,
Kirchner padece una grave enfermedad gastrointestinal, a la que tuvo que
desatender cuando, dados los conflictos sociales que estallaron en Santa Cruz y
la manera con que lo recibiría su población, no pudo durante tres meses viajar
los fines de semana a su provincia natal, como lo hacía habitualmente para
descansar y a la vez continuar con el tratamiento aplicado por su oncólogo
personal. Y por otra parte, al presidente se lo observa desde hace varios días
muy demacrado y con evidentes signos de cansancio o agotamiento.
Sea cual fuere la verdadera razón, lo cierto es que
finalmente se concretó -antes del tiempo previsto para anunciar la decisión
final- el lanzamiento de la “pingüina” como candidata al nuevo período
presidencial que arrancará el próximo 10 de diciembre. Pero hay muchas dudas
sobre las reales capacidades de Cristina para ocupar ese alto cargo y conducir
los destinos del país, sospechando muchos que su esposo, algo más relajado, será
el verdadero poder detrás del trono.
Ello fue reflejado, por ejemplo, por James Neilson en
la última edición de la revista “Noticias”, cuando señaló: “Todo hace prever
que el cuatrienio que comenzará en diciembre será mucho más difícil de
lo que ha sido el transcurrido desde que la pareja se trasladó a Buenos Aires
para encargarse del país, aún cuando el gran boom económico mundial que
tanto ha ayudado siga a todo vapor. Para que su eventual gestión arrancara bien,
a Cristina le sería necesario mostrar desde el vamos que no es ‘chirolita’ de
Néstor, que es mucho más que una figura decorativa que obedezca sus órdenes sin
chistar. El país podría tolerar un arreglo de esta clase durante cierto tiempo,
acaso un par de semanas, pero pronto se cansaría de la telenovela matrimonial y
la especulación en torno a quién decide qué, las protestas contra la opacidad
del poder comenzarían a multiplicarse y con ellas los chistes dudosos que con
toda seguridad le harían mucho daño”.
Cristina Jeckyll y Mrs. Hyde
Por si fuera poco, han aparecido también algunos
cuestionamientos acerca del real estado psíquico de la “primera ciudadana”. La
misma publicación hace referencia a ese estado de frecuentes ciclotimias de
Cristina, indicando que la última vez ello fue palpable en los días previos a la
confirmación definitiva de su lanzamiento como candidata, al alternar raptos
de alegría y momentos de irritación, cuando las dudas que generaba esa
decisión de Kirchner –a las que aludimos al comienzo- y que tanto funcionarios
como asesores del entorno se atrevieron a plantear, la hicieron estallar de
indignación. En tal sentido, “Noticias” recuerda que hace ocho meses había
tratado el tema de los abruptos cambios de personalidad de la ahora candidata
presidencial.
Franco Lindner, autor de la nota titulada “Cristina
Kirchner-El factor bipolar”, con el subtítulo “Los especialistas debaten si
puede gobernar con un trastorno psiquiátrico”, señala que “en noviembre
pasado, ‘Noticias’ reveló que ese comportamiento habitual de Cristina tenía una
explicación. Según fuentes muy cercanas a la Primera Dama, incluido uno de los
psiquiatras que la ha tratado, ella sufriría de trastorno bipolar, antes
llamado psicosis maníaco depresiva. Es una enfermedad que combina picos de
euforia con otros de depresión, que afecta a entre tres y cuatro de cada cien
personas y que se estabiliza con tratamiento psiquiátrico y una adecuada
medicación: la droga más antigua es el litio, y a eso se suman dos sustancias
químicas como el divalproato y la lamotrigina, a las que los especialistas
llaman ‘estabilizadores del ánimo’. Según el psiquiatra de Cristina, que pidió
reserva de su nombre, el caso de la senadora sería leve y estaría bien
controlado. El hombre es una eminencia en trastorno bipolar y atiende a unos
seis pacientes por día en su consultorio porteño”.
La nota de Lindner concluye con un párrafo no menos
inquietante: “Luego de esa revelación, que mereció comentarios en la
prensa internacional y silencio entre los medios kirchneristas del país, no
hubo ninguna confirmación o desmentida del gobierno, como si la situación no lo
ameritara. Sí trascendió la molestia de la ahora candidata presidencial cuando
un secretario le llevó la revista y la dejó sobre su escritorio. ‘Bipolar...
ahora puedo ser presidenta y vice’, bromeó ella con una mueca burlona ante los
funcionarios presentes. La seriedad del tema merece un debate entre los
especialistas ahora que se sabe que Cristina tiene posibilidades de ganar las
elecciones y de gobernar la Argentina a partir de diciembre. ‘Noticias’ consultó
a varios de los psiquiatras que se especializan en trastorno bipolar para
entender cómo podría influir esa enfermedad a la hora del ejercicio del poder”.
Conclusión
Ante este inquietante panorama las dudas se
acrecientan. Si resulta extraño, como señalamos al principio de esta nota, que
Néstor Kirchner haya tomado la decisión de cederle la posta a su esposa cuando
él mismo estaba mejor posicionado para al menos dar la pelea por su continuidad
al frente del Ejecutivo, no menos extraño es que haya mantenido esa decisión a
sabiendas del tambaleante estado por el que atraviesa la psiquis de Cristina. A
menos que efectivamente sea el actual presidente quien continúe ejerciendo ese
cargo aún cuando éste eventualmente se encuentre en manos de la, por el momento,
senadora de la Nación.
Por otra parte, en un panel de figuras femeninas de
la política que fueron reunidas recientemente en un programa periodístico
televisivo, entre las que se encontraban entre otras María José Lubertino,
Margarita Stolbizer y Patricia Bullrich, las dos últimas criticaron lo que
parece constituir una “sociedad conyugal” para retener el poder, cuando
precisamente la presidencia del país no debe ser motivo para exponerla como
“bienes gananciales”.
Habrá que aguardar, entonces, las derivaciones
futuras en estos tres meses y medio que restan de cara a las elecciones del 28
de octubre, habida cuenta de las inquietudes que se abaten en diversos círculos
políticos, e incluso entre las propias filas kirchneristas, respecto de la
candidatura de Cristina y de sus reales facultades para gobernar en caso de que
triunfe en esos cruciales comicios.
Más aún con las graves dificultades que ella
heredará, que no son pocas. La crisis energética, una inflación descontrolada,
la corrupción extendida en diversos estamentos oficiales, unas paupérrimas
relaciones internacionales y ausencia de inversiones en el país, son sólo
algunas de las cuentas de un pesado rosario que Cristina Fernández de Kirchner
deberá, en caso de acceder a la primera magistratura, colgarse de su cuello.
A no ser que el hombre que vino del frío tenga
guardada, en su Caja de Pandora, alguna nueva y extraña carta a ser jugada.
Aunque debería recordar que, según la leyenda
mitológica, cuando esa caja fue abierta por su dueña, que no pudo resistir la
ambición de lograr más poder, de ella salieron los males más inimaginables que
se diseminaron por el mundo.
Carlos Machado