Es un clásico atribuirle a Francisco una influencia ante cada elección en su país, sea a favor o en contra de un candidato. Y, para decirlo de un modo directo, adjudicarle una supuesta preferencia por los aspirantes peronistas y, más precisamente, kirchneristas. De hecho, Mauricio Macri sugirió sutilmente en su libro “Primer Tiempo” que el pontífice en las últimas elecciones presidenciales había saboteado su aspiración a la reelección.
En primer lugar habría que preguntarse qué influencia efectiva tiene el Papa sobre el electorado. Porque, por lo pronto, no existe el “voto católico” y sus fieles votan de muy diversa manera. Por caso, hoy hay católicos que votan al Frente de Todos y católicos que votan a Juntos. Que votan a la derecha y a la izquierda. Además, el otrora asesor estrella de Macri, Jaime Duran Barba, decía que Francisco “no saca ni diez votos”.
Sin embargo, es habitual escuchar a ciertos analistas afirmar que Jorge Bergoglio operó en 2019 a favor de la vuelta del kirchnerismo. ¿Cuáles serían las “pruebas? Que no lo quería a Macri, que simpatizaba con Cristina y que le gustaba Alberto. En fin, que bendecía a cristinistas como Juan Grabois, dándole un cargo en El Vaticano, y alentaba a la Iglesia de su país a “jugar” en favor del Frente de Todos.
Es innegable que no tuvo una buena relación con Macri. Cuando este era jefe de Gobierno le había reprochado incumplir una promesa de apelar una decisión de una jueza de habilitar el matrimonio entre personas del mismo sexo. De todas formas, cuando fue elegido Papa se ocupó de que estuviera en primera fila en la ceremonia de su asunción, pese a que Cristina lo había excluido de la delegación oficial.
Tras la elección de Macri como presidente, le atribuía a conspicuos miembros del gobierno no solo apostar a una relación distante con él, sino a “hacer campaña en su contra”, como se lo dijo en una ocasión al primer mandatario. En cambio, mantuvo siempre una relación cercana con otros dirigentes del PRO como Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Esteban Bullrich.
Con Cristina -y antes con su marido- la relación fue horrible cuando Jorge Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires. El matrimonio presidencial, además de considerarlo el “jefe espiritual” de la oposición, fogueaba una campaña en la que se lo acusaba de ser supuestamente cómplice de la dictadura por lo que podía terminar preso. Llegó a declarar como testigo ante un tribunal.
Tras su elección papal, es conocido el increíble giro que dio Cristina al volverse una fan de Francisco, le llegó a decir -orillando las disculpas por las ofensas- que “tenía otra idea” acerca de él y le pidió ayuda para su gobierno. Francisco decidió entonces -como buen sacerdote- mirar hacia adelante y llegó a apuntalarla cuando consideró que estaba débil en el cargo.
El recordado “hay que ayudar a Cristina” no era más que una preservación de la institución presidencial y del cumplimiento del plazo constitucional con el convencimiento de que una alternación generaría -como en 2001- una crisis que perjudicaría sobre todo a los más pobres. Aunque por esa actitud Francisco se inmoló políticamente ante muchos argentinos.
Con todo, la relación con Cristina no terminó bien. La decisión de ella de elegir a Aníbal Fernández como candidato a gobernador de Buenos Aires -a quienes los curas villeros vinculaban con el narcotráfico- espantó a Francisco. Ello -sumado a la explotación política abusiva que Cristina hizo de su relación con él- llevaron a Francisco a cortar el vinculo.
Alberto Fernández tuvo un acercamiento con el Papa antes de que Cristina le propusiera ser candidato a presidente. Dos veces lo vio en El Vaticano. Pero durante la campaña Francisco tomó distancia de todos los candidatos como ocurre ante cada proceso electoral. No obstante, aquí algún que otro clérigo coqueteó por entonces con el Frente de Todos.
Es conocido que Fernández le pidió luego y obtuvo ayuda para la renegociación de la deuda con el FMI. Y que, en plena pandemia, promovió un proyecto de legalización del aborto. Además, no acató el deseo del Vaticano de que postergara un pedido de audiencia para mayo con el Papa, quien le dispensó un trato frío y protocolar.
Objetivamente, hoy Francisco tiene una mejor relación con Rodríguez Larreta que con Alberto y Cristina. Pero se lo ve muy alejado de los avatares electorales de su país, más allá de que esté siempre bien informado. No obstante, vuelve a surgir la pregunta: ¿Qué grado de influencia podría tener Francisco sobre los votantes?