En contraste con la tensa relación que Mauricio Macri tuvo con el Papa Francisco y lo poco apreciado que el pontífice argentino es entre muchos macristas, Horacio Rodríguez Larreta -que se va perfilando como aspirante a la presidencia para 2023- no solo siempre cultivo una buena relación con Jorge Bergoglio, sino que acaba de protagonizar un significativo gesto hacia el jefe de la Iglesia católica.
El jefe de Gobierno porteño encabezó recientemente un acto en la Plaza de Mayo durante el que se reemplazó una placa conmemorativa del Olivo por la Paz que en el marco Jubileo de 2000 plantó el entonces arzobispo de Buenos Aires con líderes de otras confesiones. La placa había sido sido vandalizada meses atrás y su reemplazo se produjo, a modo de homenaje, en el Día del Pontífice.
A Larreta no le importó hacer el gesto en medio de las críticas a Francisco por haber dicho que el derecho a la propiedad privada “es secundario” e interpretárselo como un supuesto respaldo al cuestionamiento al derecho de herencia de tierras improductivas que realizó el presidente de la Nación y a una ordenanza del Concejo Deliberante de Avellaneda que avanza sobre terrenos baldíos.
Aunque su buena sintonía es anterior, desde que Larreta se convirtió en jefe de Gobierno porteño le efectuó varias visitas al Papa, que siempre rodeó de una gran discreción, acaso sabiendo que a Jorge Bergoglio no le gusta que se difundan sus encuentros privados con políticos porque considera que ello puede conllevar una explotación política y, en definitiva, un uso de su persona.
Los encuentros entre ambos trascienden las cuestiones políticas. En una ocasión, Rodríguez Larreta -que estaba acompañado por su entonces esposa Bárbara Diez- le dijo que se sentían apenados porque ella no podía quedar embarazada. Entonces, Francisco les propuso cerrar la cita con una oración tomados de la mano. Cuestión de fe: al poco tiempo se produjo el embarazo.
La relación de Macri con Jorge Bergoglio es bien distinta. El primer choque se produjo cuando el ex presidente era jefe de Gobierno de la Ciudad y una jueza declaró inconstitucional la imposibilidad de que dos personas del mismo sexo se casaran, obviamente antes de la sanción de la ley. Macri le había dicho al entonces arzobispo porteño que iba a apelar, pero no lo hizo.
Más aún, dicen en la Iglesia, las normas de la Ciudad obligaban a Macri a apelar, pero que cambió abruptamente de posición por influencia de su jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien lo convenció con el argumento de que era una ocasión de enviar una señal al electorado progresista y tratar de despegarlo de una imagen de “político de derecha”.
En aquel entonces, Jorge Bergoglio estaba muy asediado por el sector más conservador del Vaticano -el secretario de Estado era el cardenal Angelo Sodano, archienemigo del futuro pontífice argentino-, que le reclamaba firmeza en las cuestiones doctrinarias referidas a la moral, y hasta planeaba sacarlo del arzobispado de Buenos Aires.
No obstante, tras ser elegido Papa, Jorge Bergoglio se ocupó de que Macri estuviera en primera fila en la ceremonia de asunción de su pontificado luego de que la entonces presidenta Cristina Kirchner lo excluyera de la delegación oficial. De todas formas, Francisco leyó que el macrismo lo quería lejos de los avatares de su país.
Con el paso del tiempo, consideró que conspicuos miembros del macrismo, entre ellos Marcos Peña, le estaban haciendo “campaña en contra” en su tierra natal. Así se lo hizo saber al propio presidente. Aunque no percibió que las cosas cambiaran sustancialmente. Su gesto adusto tras recibir en una ocasión a Macri fue sintomático.
Macri, su vez, cree que Francisco y la Iglesia argentina le jugaron en contra durante su presidencia. “Hoy creo que al menos un sector importante de la Iglesia tomó partido en contra de nuestras políticas y se convirtió de manera activa en parte de la oposición (…)”, dice en su libro “Primer Tiempo”.
“No sé por qué la Iglesia agitó el tema del hambre en plena campaña electoral (…)”, desliza y completa: “Tampoco sé si desde el Vaticano esto fue estimulado en las numerosas reuniones que el papa Francisco mantuvo con sindicalistas y opositores. Hay quienes dicen que sí”.
Sea como fuere, Rodríguez Larreta quiere llevarse bien con Francisco y no lo oculta.