La cuestión podría ejemplificarse con una analogía: las bacterias, uno de los microorganismos que están formados por células al igual que los parásitos y los hongos y que sobreviven y se multiplican dentro de otros organismos, se han vuelto resistentes a los antibióticos. Este gran problema de la medicina moderna fue advertido por Alexander Fleming cuando recibió el Premio Nobel por su descubrimiento de la penicilina.
En 1945, el Dr. Fleming afirmó que las bacterias podían volverse resistentes al fármaco si se las exponía a cantidades no letales. Los antibióticos ya no salvan tantas vidas como antes y según la Organización Mundial de la Salud (OMS) mueren 700.000 personas por año como consecuencia de bacterias que resisten a múltiples antibióticos.
Pero, los virus, si bien son agentes productores de enfermedad que intentan sobrevivir dentro del organismo que ingresan al tiempo que se replican, no están compuestos por unidades celulares como las bacterias, los hongos y los parásitos, sino que son entidades casi biológicas por no poseer esta unidad mínima de vida, que es una célula y por no respetar las leyes físico químicas de los sistemas vivos. Es decir, no requieren ni de energía exterior para sobrevivir ni evolucionan como el resto de las especies.
Pero muta, porque no quiere morir. Mario Lozano, en su texto “Ahí viene la plaga” de editorial Siglo XXI, explica, “cuando un virus infecta una célula, sus componentes toman, literalmente, posesión de ésta, y, así, la célula infectada deja de ser lo que era antes de la infección, convirtiéndose en una nueva entidad biológica que cumple con todos los requisitos que nosotros le pedimos a un ser para considerarlo vivo. Esta nueva entidad biológica está controlada por el virus, y su función principal es la de reproducir nuevos virus”.
Para cumplir con ese objetivo, cuando los virus encuentran resistencia inmunológica natural o por efecto de las vacunas se producen mutaciones en el patógeno y esto ocurre casi constantemente. El actual coronavirus, Sars-CoV-2, que produce la enfermedad de Covid-19, lo ha hecho varias veces desde que se detectó por primera vez en la ciudad china de Wuhan.
Para el biólogo y docente Eduardo Wolovelsky “al final de cuentas cerrar las fronteras para que no aparezca una nueva cepa no es una medida tan profiláctica si tenemos en cuenta que el virus que circula de manera local puede mutar sin que nadie lo traiga del exterior. No se puede detener la variante delta cerrando el aeropuerto y en la Argentina, que tiene muchas fronteras terrestres, por algún lugar se va a colar. Hasta en países que son islas se produjeron contagios por esa cepa”.
La máxima preocupación de los científicos en las últimas semanas pasa por la rapidez de las mutaciones del virus, porque si se acelera ese proceso puede ocurrir que las vacunas que se diseñaron originalmente pierdan eficacia de manera parcial o total. Esto parece estar ocurriendo con las variantes Delta y Delta plus, descubiertas en principio en la India pero diseminadas en países de los cinco continentes, incluida Australia en Oceanía, nación donde se mantuvo a raya la pandemia con exigentes cuidados sociales y escasa vacunación.
Para el Dr. Héctor Carballo, profesor de medicina en la Universidad de Morón, "las vacunas bien hechas son altamente eficaces, un ejemplo es la vacuna antivariólica que erradicó la viruela del mundo. El problema de las vacunas actuales contra el Covid-19, es que genera la figura del portador asintomático, que es aquel en el cual se replica el virus sin que la persona tenga síntomas. Y, si no los tiene, puede contagiar de igual manera. En el portador asintomático el virus se replica a altísima velocidad, y cuanto más se replica, mayor posibilidad que mute. Por ello, hay voces de alarma que se preguntan si las vacunas pierden eficacia a causa de las variantes o son las vacunas las que producen las nuevas cepas. Falta un debate científico acerca de esta cuestión".
El virólogo Julian Tang de la Universidad de Leicester prefiere analizar la eficacia actual de los fármacos con los que se está inoculando a poblaciones enteras. En declaraciones periodísticas afirmó que “…se trata de un gran desafío mantener la eficacia de las vacunas. Para corregir o actualizar una vacuna, incluso si se trata de una nueva cepa más resistente, primero debe comprobarse que esa vacuna ha dejado de ser significativamente eficaz ante la nueva versión del virus”.
La importancia de realizar testeos y luego analizar las cepas de los casos positivos de Covid-19 cobra mayor relevancia porque otro de los puntos que preocupan a los virólogos es que las nuevas cepas aparezcan por debajo del radar.
Nick Lohman, investigador de la universidad de Birmingham en Reino Unido analizó que el Sars-CoV-2 podría haber evolucionado hacia formas más preocupantes pero sin ser detectado porque aún no ha infectado a muchas personas. Y agregó “nos ha sorprendido en más de una vez la evolución de las cepas, aunque quizá, en el presente caso que nos preocupa, no debería haber sido así porque el virus se ha trasladado a los humanos hace poco tiempo”.
Sin embargo, los científicos de la OMS ya han realizado una tabla donde vigilan de manera diaria lo que sucede con las cepas que consideran de “interés” o “preocupantes”.
En un documento público la OMS afirma que “todos los virus cambian con el paso del tiempo, y también lo hace el SARS-CoV-2, el virus causante de la COVID-19. La mayoría de los cambios tienen escaso o nulo efecto sobre las propiedades del virus”. Al tiempo que advierte, “algunos cambios pueden influir sobre algunas de ellas, como por ejemplo su facilidad de propagación, la gravedad de la enfermedad asociada o la eficacia de las vacunas, los medicamentos para el tratamiento, los medios de diagnóstico u otras medidas de salud pública y social”.
La OMS enumera, entonces, cuatro cepas como “preocupantes” hasta el momento. Estas son, la Alpha, descubierta en el Reino Unido en septiembre de 2020, la Beta, detectada por primera vez en Sudáfrica en mayo de 2020; la Gamma, cepa descubierta en Brasil en noviembre de 2020 y, la Delta, registrada en principio en la India, en octubre de 2020.
Esta última está desafiando los sistemas sanitarios de 85 países donde se encuentra presente y ha sido la causa de 540.000 contagios diarios en todo el mundo y casi 70.000 muertes semanales según contabilizó la OMS. La razón de este incremento de casos es su capacidad de mayor contagio.
En Europa hay constancia de su presencia en 23 naciones, como detalló el miércoles 28 de junio, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC). Sus científicos dieron la voz de alarma y prevén que, para finales del mes de agosto, esta variante suponga el 90% de las infecciones detectadas. Para hacer esta predicción, el ECDC ha repasado la evolución en los diferentes territorios europeos de la cepa Delta, que es entre un 40% y un 60% más contagiosa que la Alpha.
Además de la cepa Delta, existe la Delta Plus. Se trata de una sub variante de la registrada en India, que presenta la mutación K417N y se asocia a un mayor escape a las vacunas. Por el momento, su presencia en Europa es baja según el ECDC, y únicamente se ha localizado en Francia, Portugal y Polonia, además de algunas localidades del Reino Unido.
Según la OMS, para que una cepa sea definida como “preocupante” debe estar asociada a uno o más de los siguientes cambios, a saber, aumento de la transmisibilidad o cambio perjudicial en la epidemiología de la Covid-19; o aumento de la virulencia o cambio en la presentación clínica de la enfermedad; o la disminución de la eficacia de las medidas sociales y de salud pública o de los medios de diagnóstico, las vacunas y los tratamientos disponibles.
Este último punto desvela a los científicos y sanitaristas.
Entrevistado por la BBC, el virólogo Julian Tang afirmó “si un virus cambia y hace que las vacunas sean menos eficaces, eso no significa que estas no sigan funcionando con un grado considerable de efectividad. Porque es bastante inusual que un virus mute de manera tan abrupta y radical como para que burle completamente la protección de una vacuna. Los virus deben mantener cierta forma para seguir infectando células. No pueden cambiar mucho más. Es labor de los fabricantes vigilar las mutaciones y decidir si merecen modificar la vacuna", explicó el experto.
Si se debieran modificar las vacunas, la manera de hacerlo, depende de la técnica utilizada y de su diseño. En los casos de los fármacos basados en la molécula ARN mensajero (ARNm), como las de los laboratorios estadounidenses Pfizer o Moderna, o las que se realizan con vectores virales, como las de la Universidad de Oxford/Astrazeneca; CanSino; Janssen de Johnson y Johnson o Sputnik V del Instituto Gamaleya, la actualización se podría realizar de forma bastante rápida, en pocas semanas, porque sólo se necesita actualizar el fragmento del código genético del virus que contiene la nueva mutación.
Precisamente, en Oxford ya están trabajando con las actualizaciones. El profesor Andy Pollard ya ha confirmado que su equipo está trabajando en actualizar su vacuna para hacerla más efectiva ante las mutaciones emergentes y espera tenerla lista para el próximo otoño del hemisferio norte. Durante los meses de octubre y noviembre.
En el caso de las vacunas de origen chino que se producen con el virus inactivo, el proceso tomaría más de unas semanas porque, al igual que los fármacos que utilizan sub unidades de proteínas como la Novavax de EE.UU. o la CoronaVac de China, “primero es necesario cultivar el virus o su proteína en un laboratorio y luego purificarlo e inactivarlo para convertirse en una vacuna a gran escala”, y todo ello requiere tiempo y dinero, explicó a NA el doctor Pablo Goldschmid.
El gran peligro actual, el cisne negro, explica el virólogo Julian Tang es “una mutación del virus que inutilice los millones de vacunas que se están distribuyendo en la actualidad. Esto interrumpiría la inmunización global y desecharía todo lo producido”, pero por suerte, explica el investigador ese no es el escenario actual.
Por ello, la OMS pide a sus estados miembros que refuercen la vigilancia genómica para identificar nuevas cepas y controlar a las identificadas. En ese sentido, el organismo recuerda que, así como existen variantes “preocupantes” también están registradas las que se consideran de “interés”.
Estas son aquellas que presentan cambios en el genoma que, según se ha demostrado o se prevé, afectan a características del virus como su transmisibilidad, la gravedad de la enfermedad que causa y su capacidad para escapar a la acción del sistema inmunitario, ser detectado por medios diagnósticos o ser atacado por medicamentos; y según se ha comprobado, dan lugar a una transmisión significativa en medio extra hospitalario o causan varios conglomerados de Covid-19 en distintos países, con una prevalencia relativa creciente y ocasionando números cada vez mayores de casos con el tiempo, o bien que presentan, aparentemente, otras características que indiquen que pueden entrañar un nuevo riesgo para la salud pública mundial.
Son cuatro cepas las que se siguen con interés y son, la variante Eta, registrada en varios países en marzo de 2021, la cepa Lota, registrada en EE.UU en marzo del corriente año, la Kappa, que al igual que la Delta, se registró por primera vez en India y, finalmente, la cepa Lambda, surgida en uno de los países donde el Covid-19 más golpeó, Perú.
Esta última cepa, también conocida como variante andina, tiene presencia en Europa, ha provocado un brote en Cantabria en España y un reciente estudio liderado por los investigadores Ricardo Soto-Rifo, virólogo de la Universidad de Chile, y Nathaniel Landau, microbiólogo en la Escuela Grossman de Medicina de la Universidad de Nueva York, señala que su transmisión sería mayor con relación a la cepa común. Al menos en Sudamérica, la cepa peruana parece amenazar con desbancar a la variante delta y convertirse en la mutación dominante en la región, por ello los expertos temen por su avance porque, avisan, es igual de contagiosa y también presenta resistencia a las vacunas conocidas.