El problema de la oposición no es solo que arrancó muy agresivo el neurólogo Facundo Manes, que encabeza la lista apadrinada por el radicalismo en busca de disputarle lugares a la del exvicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli. Lo más complicado para el principal partido de oposición es que, mientras compite internamente, no puede presentar un discurso unificado de campaña para ganarle al gobierno nacional, que ya puede arrancar la contienda de cara a las legislativas de noviembre.
El oficialismo del presidente Alberto Fernández y la todopoderosa vicepresidenta Cristina Kirchner tiene el poder, los recursos y gana tiempo arrancando dos meses antes que la oposición, que ahora tiene que dirimir sus listas en la primaria de septiembre y, como se ve, sacando muchos trapos al sol.
La contra del oficialismo es que -por ahora- corre con el freno de mano puesto: la gestión del presidente Fernández cuenta con mucha desaprobación. Algunos de los mejores encuestadores ubican el enojo con la gestión bien por encima del 60 por ciento.
Ante este escenario, una campaña típica del kirchnerismo: ideológica, agresiva, caótica, de ataque, solo podría llevar a una derrota, y los dos meses a favor con los que cuenta podrían hasta jugarle en contra por el desgaste que produciría en el electorado.
Por eso, desde la campaña del Frente de Todos sorprendieron la semana pasada cuando se conoció el “manual” de comunicación política que elaboraron los equipos que rodean al máximo jefe de comunicación del gobierno, el vocero Juan Pablo Biondi.
Ni Jaime Durán Barba podría haber hecho un paper tan claro, ordenador, prolijo y profesional. De hecho, Juntos -ex Cambiemos- no cuenta hoy con un Durán Barba: un gurú extranjero, indiscutido y aparentemente sabio.
Qué dice el manual K
En sus 35 páginas, el manual electoral kirchnerista les explica a los candidatos no sólo qué decir y cómo argumentar, sino que les enumera los objetivos y les da un diagnóstico crudo: hoy no tienen asegurado más del 30 por ciento del voto en provincia de Buenos Aires, y para llegar a los 40 o, mejor, 42 por ciento, todo el esfuerzo se tiene que concentrar en hablarle y convencer a ese diez por ciento del electorado. El resto, o ya está, o no va a votar nunca más por el kirchnerismo.
El manual también parece secretamente dirigido a los líderes de sendas listas que concentrarán la atención de los medios de comunicación: Victoria Tolosa Paz, en la provincia, y Leandro Santoro, en la ciudad. Los une una característica muy elogiada por la vicepresidenta y el Instituto Patria: dominan el arte de tapar con verborragia a todos sus rivales en los debates: son filosos, les gusta personalizar y lanzar ataques verbales y muestran una singular convicción al recitar el credo del kirchnerismo.
Son dos hábiles espadas para entusiasmar al 30 por ciento de voto duro kirchnerista. Pero no son tan buenos para buscar el “Santo Grial”: esos 10 puntos de desencantados e indecisos que votaron por el peronismo en octubre de 2019 y hoy dudan.
El manual parece un prospecto diseñado para ellos: no pasársela hablando de Macri, porque no es candidato. El recetario de la campaña kirchnerista admite que Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich o María Eugenia Vidal miden mejor que los propios.
El manual también advierte que a ese 10 por ciento anhelado le preocupa más la corrupción, la inflación, el desempleo y la inseguridad que el COVID y avisa que ese votante no está viendo con buenos ojos cómo se está manejando la vacunación.
Por el contrario, el manual centra sus recomendaciones en que los candidatos armen su discurso alrededor de “recuperar el futuro” y no buscar tanto justificaciones en la herencia recibida y la pandemia, como si fuera una campaña para elegir gobernantes y no legisladores. También desaconseja tocar el espinoso tema “política internacional”: se nota que sus encuestadores midieron que Venezuela, Cuba y Nicaragua no dan tanto “rating” en la Argentina. Y del “amigo en las malas” Vladimir Putin, después del fiasco con la vacuna Sputnik, mejor ni hablar.
También desaconseja hablar de “Justicia”: evidentemente sondearon que buena parte del electorado ya se dio cuenta de que, cuando se toca el tema, en el fondo se trata solo de las causas judiciales de la vicepresidenta y no de los problemas cotidianos de la gente común.
La apuesta paralela del gobierno es a que la impresión masiva de billetes, con los que está empapelando el país con gasto público, y las paritarias, que cierran cada vez más cerca de la inflación o directamente se están renegociando al alza, permita llegar a noviembre con un potencial votante con la sensación de tener “más plata en el bolsillo”. La apuesta se completa controlando los precios para que no se desmadren antes de la elección.
A esto le suman los nuevos planes “Ahora 12” con la intención de que algo se reactive el consumo y, consecuentemente, el humor social, en las semanas previas a la votación.
De lo que no habla el manual -y se entiende por qué- es de que en paralelo el oficialismo piensa atacar con el arma más letal que tiene para doblegar a la oposición: que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner mantenga en toda la campaña perfil bajo. Ese es el mayor de los secretos para recuperar ese 10 por ciento enojado, que en 2019 “compró” a Alberto Fernández presidente y una vicepresidenta Kirchner tejiendo escarpines.
Ya varios encuestadores están notando que la débil aprobación de gestión y las expectativas económicas están encontrando un piso con mínimos repuntes en los últimos días: el “efecto billetes en el bolsillo” empieza a hacerse notar. El gobierno sube del quinto al cuarto subsuelo: no es mucho, pero por algo se empieza.
Mientras tanto, a los opositores, más allá de sus peleas internas, les cuesta mucho plantear un discurso económico creíble que pueda advertir a su propio 10 por ciento de voto “enojado” que la política económica del gobierno puede llevar indefectiblemente a una hiperinflación y más recesión y que la oposición -que ayer fracasó- hoy puede ser una buena apuesta para el futuro.
No tiene un jefe único que “baje” un manual tan claro como el kirchnerista. Lo máximo que pudo hacer la oposición es un zoom para sellar un “pacto de convivencia” que, por ahora, parece respetar.
Para peor, el único “escrito” con el que cuenta el principal partido de oposición sirve poco de guia para la campaña: el libro que presentó el expresidente Mauricio Macri a principios de año, Primer Tiempo, es una suerte de “cepo” a una autocrítica indispensable en la oposición para que pueda hacer “borrón y cuenta nueva” y presentar un plan económico diferente, que resulte creíble, sin tener que salir a explicar a cada rato por qué no lo hizo cuando le tocó el turno de gobernar. Fue hace demasiado poco tiempo.
Por eso, si la oposición consiguiera redactar un manual propio para confrontar con el del oficialismo, en el primer capítulo tendría que plagiar el mensaje central del libro de campaña kirchnerista: “Retomar la idea de futuro”.
También debería plagiar el “arma secreta” K para convencer a su propio 10 por ciento enojado: mantener al e presidente Macri con el más bajo perfil posible.