“El dogma genera un estado hipnótico en quien se niega a pensar y cuya expresión emotiva es el fanatismo. El fanatismo es el hijo dilecto de la ignorancia”.
Con la sutil delicadeza de una vaca en una cristalería, la fascista y adoctrinadora de estudiantes Laura Radetich, dejó en evidencia un problema conocido por todos y callado por la mayoría: el adoctrinamiento en el sistema educativo de la Argentina.
Este metódico lavado de cerebros implementado en nuestras escuelas no es nuevo y tampoco fue inventado por los argentinos.
El primer ideólogo de este régimen de humillación intelectual fue Antonio Gramsci, a quien se le atribuye la frase: “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político, tomen la cultura y la educación y lo demás se dará por añadidura”.
En Sudamérica su seguidor más destacado fue el pedagogo Paulo Freire, quien escribió el libro “Pedagogía del oprimido”, claro ejemplo del uso político de la educación. Ambos “intelectuales” eran marxistas, eran defensores de las mismas ideas que se implementaron en China y en la Unión Soviética, ideas que causaron la muerte de más de 100 millones de seres humanos, muchos de ellos asesinados por haberse atrevido a pensar por sí mismos.
Ese mismo marxismo del que nacieron el fascismo de Mussolini y el nacionalsocialismo de Hitler, sistemas homicidas y opresores enemigos del pensamiento propio. Las relaciones entre estas ideologías las podés comprobar en los miles de documentos que se encuentran en la web.
¿Y quién fue en Argentina un ferviente admirador de Mussolini? Adivinaste, el General Perón. Durante su estadía en Italia, Perón quedó tan enamorado del fascismo, que copió varias de sus estrategias, entre ellas el adoctrinamiento de la juventud. Esto decía Juan Domingo: “la escuela primaria constituye entonces el primer escalón de captación y el adoctrinamiento de la futura ciudadanía al movimiento justicialista”, “esta exigencia impone al personal de preceptores maestros y profesores una profunda identificación con los postulados de la doctrina”. No me creas, búscalo y escúchalo vos mismo.
Los nombres de Perón y Evita invadían los libros de textos escolares, incluso las provincias de La Pampa y Chaco llegaron a llamarse Eva Perón y Presidente Perón. El peronismo expulsó de la universidad a nuestros premios nobel Saavedra Lamas, Leloir y Housay, Borges fue trasladado de su cargo de auxiliar bibliotecario a “inspector de aves, conejos y huevos”; y representantes de la cultura como Atahualpa Yupanqui o Astor Piazzola debieron huir de la Argentina. ¿Por qué fueron perseguidos y castigados estos destacados compatriotas?, porque cometieron el pecado de no someterse al dogma peronista.
Y digo pecado porque el peronismo es una religión y como toda religión tiene dogmas de fe, tiene “verdades” que están prohibidas discutir y que deben ser repetidas como mantras si no se quiere ser acusado de oligarca, facho o vende patria.
Los dogmas políticos no se razonan, no se debaten. Los dogmas se obedecen y se militan. El dogma genera un estado hipnótico en quien se niega a pensar y cuya expresión emotiva es el fanatismo. El fanatismo es el hijo dilecto de la ignorancia.
Es importante diferenciar dogma de doctrina. Esta nace del intelecto y es consciente de su falibilidad. La doctrina se basa en argumentos, se somete a debates, la doctrina se defiende con pasión y racionalidad.
Luego de este breve recorrido, llegamos a la energúmena que aparece en el famoso video gritándole a un alumno. Desquiciada que por una ironía del destino da clases en la escuela técnica Eva Duarte de ciudad Evita. Esta docente entiende tanto de educación como yo de física cuántica. Y poco me importa los títulos que tenga, porque ellos avalan su instrucción y no su comprensión del arte educativo. Me recuerda la respuesta de Sarmiento a un estanciero en una discusión: “es imposible saber más y entender menos acerca de un tema”.
Educar no es solo instruir, es mucho más.
Educar es abrir la mente del estudiante a las dudas, no es abrirle la cabeza a palos. Es claro que nuestras opiniones y clases nunca serán objetivas, por eso, en esta búsqueda del saber y la verdad que conforma el espíritu de la cátedra, es imprescindible ejercer la honestidad intelectual y el pensamiento crítico en libertad.
Por otra parte, en lo que se refiere a la vida en sociedad, el formarse en reglas de convivencia y de comportamiento cívico también es una parte muy importante de los aprendizajes. Estas deben fomentar la vida en armonía, la empatía y el respeto por el otro, más allá de las diferentes posiciones personales acerca de política, religión, cultura o futbol.
El lavado de cabeza ideológico no es educación cívica, es esclavitud; es someter la razón y el propio entendimiento al mandato del más fuerte y el mas fuerte en el aula es el docente.
No permitas que te sometan. Es cierto que muchos docentes le hacen la vida imposible a los alumnos que no repiten las ideas que ellos les imponen, también es cierto que si se resisten los aplazan. Por eso, ante este desbalance de poder entre el docente y el estudiante, considero prudente y legítimo que los alumnos graben y filmen a estos siniestros lavadores de cerebro.
Dejar en evidencia en forma anónima a estos dictadores de las aulas, es quizás la única forma de evitar represalias. Tenés derecho a defenderte de estos esclavistas del pensamiento. Ejercé tu derecho.
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