En Tucumán estalló la polémica por una muestra de la artista Carlota Beltrame que, para muchos, reivindica a Montoneros. La exhibición es nada menos que en la Casa Histórica donde se declaró la Independencia. Hay tapices con leyendas sobre Montoneros y Evita, entre otras cosas. Los responsables aseguran que no es una reivindicación. Aseguran que sólo es una obra construida sobre un hecho histórico: en 1971 un grupo de Montoneros irrumpió en el lugar y realizó pintadas.
Por supuesto, no hay una reivindicación explícita. Tampoco una crítica. Mucho menos una condena a aquellos eventos. Apenas una ambigua cita de Michel Foucault que alude a las “derrotas”, un término clave de la nostalgia setentista.
La verdad, el arte no puede pedir permiso y muchas veces su aporte es precisamente provocarnos. Aunque también es obvio que las muestras de arte en lugares oficiales como la Casa Histórica son elegidas por el poder. Aún así: desde este punto de vista, el artístico, no debería haber lugar al escándalo y al rechazo.
Sin embargo, lo hay. ¿Por qué? Bueno, lo hay porque en Argentina la lectura de los años 70 todavía está en disputa.
La dictadura militar ya ha sido condenada. Está claro. También está claro que el terrorismo de Estado no es igual a cualquier otro terrorismo. Pero la acción terrorista y criminal de Montoneros y el ERP, no tiene sanción política. No hay reconocimiento ni condena pública a los crímenes que cometieron en plena democracia y, en el caso de Montoneros, siendo muchos de sus jerarcas funcionarios del gobierno.
El kirchnerismo, el progresismo, las ONG de los derechos humanos son, en general, engañosos y sutiles. Sus “autocríticas” hasta ahora han consistido en reconocer errores "estratégicos" o "tácticos". Tipo "deberíamos haber planificado mejor". Pero nunca hicieron una condena frontal a los terroristas por haber apelado al crimen para construir poder político entre 1973 y 1976, en plena democracia y por atentar contra la Constitución. Si hubieran tenido éxito, hubieran instalado un régimen miserable y autocrático como el de Cuba. Castro era su instructor, financista y modelo. Todavía hay una reivindicación romántica de aquella violencia y de aquel plan.
Y falta una desaprobación pública de todo aquello por parte de una de las mitades de nuestra sociedad. Por eso vivimos en el limbo.
Un ejemplo: este 5 de octubre se cumplirá otro aniversario del ataque de Montoneros, en plena democracia, a un cuartel militar de Formosa, donde asesinaron a 13 soldados. En 2019 el Ejército homenajeó a esas víctimas. ¿Habrá homenaje este año? No se sabe. El ministro de Defensa es Jorge Taiana, que en ese momento integraba Montoneros. ¿Va a condenar los asesinatos como ministro de la democracia, va a reivindicar a los criminales como exmontonero o va a prolongar el tenue silencio de la acomodaticia indefinición pública?
Como nos faltan esas declaraciones, esas definiciones, cuando suceden cosas como las de Tucumán, todos dudamos. Y creemos que allí, oculto, como parte de la batalla cultural, está el sutil y constante intento de cambiarnos la historia por el relato.