Hoy en día vemos con gran preocupación que en todo el mundo tanto la democracia como los valores de la civilización occidental se encuentran asediados bajo peligros inminentes y que nunca antes en la historia reciente habíamos confrontado. Pocos días atrás las escalofriantes imágenes desde Afganistán pusieron en evidencia la decadencia, el desconcierto y el fracaso de la más grande democracia del mundo. La actual Administración Norteamericana se rindió ante una banda de criminales terroristas islámicos, demostrando que el actual presidente no es capaz ni siquiera de proteger a sus propios ciudadanos, y no sólo eso sino que no fue capaz de solucionar un grave problema, sino que demostró ser parte fundamental del mismo, y lo que es aún más grave mostró que EE.UU. no es una potencia confiable para defender democracias en el mundo. Una verdadera tragedia, también para nuestro continente que quedaría huérfano en su lucha, tan despareja y peligrosa para mantener sus propias democracias. Quedamos solos con enemigos agazapados como lo son la China comunista imperial y Rusia, dos superpoderes totalitarios. Y con Europa por el momento no podemos contar, enfrascada en una problemática política interna, que no le permite actuar con una sola voz en una defensa corajuda de la democracia en el mundo.
Este colapso de la democracia occidental que nos trajeron las pantallas y las informaciones tenebrosas desde Afganistan, ya lo habían previsto desde decenios filósofos, analistas políticos, historiadores y periodistas brillantes que tuvieron la premonición de lo que está ahora demostrándose: la decadencia de la democracia más grande y de mayor trayectoria en el mundo. Uno de los primeros en señalarlo fue el filósofo alemán Oswald Spengler con su libro “ La decadencia del Occidente”, allá por los inicios del siglo 20. Después de la segunda guerra mundial aparecieron los analistas políticos, filósofos y periodistas contemporáneos franceses como Raymond Aron (¨Democracia y Totalitarismo “ 1983, “ El opio de los Intelectuales “ 1955) y el ensayista y periodista Jean Francois Revel con su fascinante y actualísimo libro “Como Terminan las democracias “.
Inmerso en esta tormenta perfecta que amenaza las democracias en el mundo se encuentra sumido nuestro continente registrando un avance cada vez mayor de países con regímenes totalitarios que persiguen la libertad de prensa y no respetan los derechos humanos. El último caso lo tenemos en la dramática situación del Perú que se suma a la de Cuba, a la de Venezuela , a la de Nicaragua, a la de Bolivia, y a los atisbos totalitarios a los que se asoman la Argentina y México. De estas situaciones se ha escrito bastante, pero acerca del futuro inmediato de una gran democracia del continente, es decir de Brasil, es poco lo que se lee, a pesar de que su incierto destino político con las elecciones presidenciales en octubre del próximo año, puede, y seguramente lo hará, marcar el destino futuro de las democracias en nuestro continente.
Y ya lo venimos viendo. Bolsonaro es para la extrema izquierda internacional y hasta para sectores más o menos moderados una mala palabra desconociendo sus méritos, que la gran prensa ha logrado ocultar. Y los que se atreven a mencionar sus logros corren el riesgo de ser tildados de reaccionarios, conservadores, trumpistas y otros epítetos. En cambio se ocultan los peligros que entraña un triunfo de Lula para el Brasil y el continente con su curriculum de corrupción, de estar al servicio del Foro de San Pablo, de simpatizar con las narco tiranías de Bolivia, Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros países con grandes grados de inestabilidad política. Todo esto debería jugar a favor de una reelección de Bolsonaro, pero lamentablemente las encuestas actuales indican lo contrario. Poner en perspectiva las próximas elecciones del Brasil, cruciales para el continente, es la labor más importante del periodismo independiente latinoamericano, y los valientes periodistas que lo hacen no deben sentirse amedrentados por ser tildados con falsos epítetos.
La situación del Brasil es tan crítica que de acuerdo a las primeras encuestas realizadas en estas últimas semanas por la IPEC - IBOPE referentes a quien ganaría las elecciones si estas fueran ahora, le darían a Lula un apoyo del 49% frente a tan sólo el 23% para el candidato Bolsonaro, golpeado sobre todo por una errática política respecto al Covid. Otra encuestadora, POSTDATA, obtuvo cifras diferentes dándole a Lula el 34 % de los votos y a Bolsonaro el 30 %.
El presidente Bolsonaro se encuentra actualmente bajo un ataque masivo por parte de la oposición orquestrada por partidarios de Lula. Ya son 30 los tentativos de impeachment en su contra presentados en el Congreso. Además lleva una lucha titánica contra la Suprema Corte de Justicia Federal y el Tribunal Superior Electoral del país que cuentan con varios jueces pro Lula, y que no sólo han logrado sacar de la cárcel al ex mandatario, sino que han entablado varias denuncias contra el Presidente por haber cuestionado al sistema electoral brasileño, hoy completamente electrónico, y que podría prestarse a un probable fraude electoral. Bolsonaro demanda la necesidad de implantar adicionalmente el uso de boletas para hacer el sistema más seguro. La realidad es que justamente los mismos jueces que sacaron de la cárcel a Lula serían los mismos que van a contar los votos, un hecho altamente cuestionable. A todo esto se suma una intranquilidad interna en su gobierno, mas aún pensando que no cuenta con un partido propio, ni hablar mayoritario; por ello recurrió a una profunda reorganización de su gabinete. Algunos ministros quedaron y otros fueron reemplazados El encargado de Relaciones Exteriores Araújo, muy cercano a la línea de Trump, fue sustituido por Carlos Franca, poco conocido hasta el momento, que se encargará de buscar mejorar las relaciones con los EE.UU. También fue sustituido el Ministro de Defensa por Walter Braga Netto, un prestigioso general del ejército y un buen interlocutor entre las fuerzas militares y la sociedad civil. Eso sí, Bolsonaro mantiene a su calificado Ministro de Economía Paulo Guedes, que ha sabido manejar exitosamente la economía del país a pesar de la crisis del Covid y de algunos caprichos de Bolsonaro.
La realidad es que hoy en día el país se encuentra económicamente mucho mejor que la mayoría de los de la región, incluso Méjico. La economía brasileña creció en los últimos meses un 1,2%, más rápido de lo que se esperaba, con el resultado que la economía del país volvió al crecimiento que tenía previo al azote de la pandemia. Paulo Guedes está convencido que la economía de su país crecerá aún mas durante los meses que quedan del año. Su pronóstico es confirmado por la mayoría de los economistas internacionales, y podría llegar hasta un 5%. En las ciudades brasileñas los centros comerciales, restaurantes y bares están llenos de gente, pero aún mueren unos 77 habitantes cada hora, y más de 460.000 ya han muerto a causa de la pandemia. En estas dramáticas cifras Brasil no está solo en el continente, lo preceden México y Perú. Mientras Bolsonaro desde un inicio de la pandemia fue partidario de mantener la economía abierta, apostando con dureza contra el lockdown, el presidente mexicano Manuel López Obrador cree protegerse del Covid llevando un amuleto día y noche.
A principios de julio, Brasil se hizo cargo de la presidencia pro tempore del Mercosur sucediendo a la lamentable gestión de Alberto Fernández, que en los discursos previstos en la ceremonia de transmisión de mando en un gesto fascista, totalitario, luego de pronunciar el suyo cortó la transmisión para que no se oyeran las alocuciones de los otros presidentes presentes. En su discurso Bolsonaro habló de la necesidad de una reactivación económica, la vuelta a la normalidad, flexibilización y que el Mercosur tiene que abandonar su imagen de ineficiente y de desperdiciar oportunidades como hasta ahora.
Lejos de estar ya ahora derrotado a un año de las elecciones Bolsonaro aún cuenta con la mayoría de los diputados y senadores del congreso, eso sí, miembros de 13 y 10 partidos diferentes, sin tener el respaldo de un partido propio. La oposición de izquierda y extrema izquierda cuenta con tan sólo 170 asientos de los 513 existentes en diputados y en el senado cuenta con 18 de los 81 existentes. Por otro lado la imagen de Lula, condenado por casos de corrupción y su cercanía con las tiranías narco-castro-chavistas del continente, hace que la población piense dos veces antes de hipotecar su futuro político.
El escenario es complejo, lleno de peligros para la democracia brasileña. Estamos frente a un duelo de titanes, como en la mitología griega, que puede terminar en un desastre, con consecuencias imprevisibles, y que llevaría mucho tiempo subsanar y nos afectaría a todos. Que la madurez política reine, que las instituciones democráticas actúen correctamente y el candidato con mayores credenciales democráticas triunfe, y que Dios ilumine al gran pueblo brasileño, porque como dice la popular expresión triunfalista del país “Deus e Brasileiro“, entonces que le dé una ayudita en estos tiempos cruciales para la democracia del país , y por ende de todo el continente.
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