El presidente Alberto Fernández estrenará mañana a su nuevo gabinete, ahora copado por históricos kirchneristas que vienen con la misión de poner en caja al primer mandatario y a los pocos colaboradores que le quedan, y sobre todo, de aportar ideas para revertir la derrota que sufrió el oficialismo hace dos semanas en las elecciones primarias legislativas.
Hay serias dudas de que logren elaborar un plan que saque al país adelante, pero de lo que sí hay certezas es de que nadie se va a aburrir. Como bien dijo hace unos días la ahora ex-ministra Sabina Frederic, el que quiera un país sin sobresaltos, que saque pasaje a Suiza.
Ocurre que desde ahora dos viejos enemigos que hace seis años intercambiaron insultos se tendrán que ver las caras a menudo. Estamos hablando del malhablado y pendenciero Aníbal Fernández, que ahora ocupará el cargo de ministro de Seguridad, y de Julián Domínguez, quien volverá a conducir la cartera de Agricultura en reemplazo de Luis Basterra.
El tremendo encono entre ambos comenzó en las PASO del 2015, en la que compitieron en la interna del Frente para la Victoria para ungirse como el candidato a la gobernación de Buenos Aires. Aunque Aníbal resultó el ganador, Domínguez aseguró que hubo “una mano negra” que hizo fraude para quitarle el primer lugar. En esa oportunidad, apuntó directamente a Aníbal, y enfatizó que éste contaba con todo el apoyo de Cristina Kirchner.
En un reportaje televisivo que concedió poco después, Domínguez dijo que las actas del correo no coincidían con las actas de los fiscales. Y hay que decir en su favor que en esas elecciones, el ahora excanciller Felipe Solá, que competía por el Frente Renovador, afirmó también que se habían robado urnas con más de 192.000 votos en la provincia. “No tengo, ni quiero tener nada que ver con Aníbal Fernández”, subrayó Domínguez.
Pero la vida da vueltas, y ahora ambos tendrán que coincidir en muchos actos oficiales y compartir alguna que otra reunión de gabinete. Para Domínguez no será nada agradable porque seguramente tendrá todavía atragantado que Aníbal, con la escasa educación que lo caracteriza, había respondió duramente a sus acusaciones de fraude. Aquella vez utilizó su cuenta de Twitter para decirle a Domínguez que, además de “traidor”, era un “idiota”.
Con este antecedente tan penoso, es difícil mantener la fe y pensar que saldrá algo bueno del nuevo gabinete. Todo apunta a que se mantendrá cierto decoro para llegar a noviembre mejor parados frente a los votantes, seguramente inflando el gasto público. Pero nadie sabe lo que puede suceder dentro de este gabinete unido por el espanto, en caso de que en las elecciones legislativas se confirme la derrota que enfureció a la vicepresidente CFK, y que desató una de las peores crisis políticas recientes del peronismo (Con información de Agencia NP).