En 1973 Juan Domingo Perón se equivocó con Héctor Cámpora como en 2021 La Doctora se equivocó con Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
A Perón, volver al gobierno le costó 18 años.
A La Doctora le costó apenas 4.
Pese a las distancias abismales, las estrategias para el regreso resultaron transitoriamente exitosas.
Pero irremediablemente los dos éxitos derivaron en antesalas de fracasos.
El de Perón fue trágico. Balance reservado para la historia.
La moneda de La Doctora flota en el aire.
1.- Doble intervención
Las PASO. Elección intrascendente transformada en fundamental.
Para el tercer gobierno de La Doctora -que preside Alberto- fue doblemente mala.
Alberto hizo una presidencia desastrosa, aunque cargada de pretextos consistentes. La peste, madre de todos.
Se trata del presidente que cometió más desatinos por metro cuadrado.
Se le cortó la cadena del frío y presentó al banal acto eleccionario como el plebiscito para su gestión.
Lo plebiscitaron todo. Hasta por la nuca.
Pero a La Doctora le fue también horriblemente mal en la Provincia Inviable. Con el instrumento acaso más creativo. Axel Kicillof, El Gótico.
Como le fue relativamente mal con otra aceitada creación, La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, liderada por Máximo, En El Nombre del Hijo.
¿Y si lo dan vuelta?Después del error de la derrota, tanto Alberto como Axel fueron intervenidos.
Alberto por el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, El Menemcito, su aliado captado, en simultáneo, por La Doctora (aunque Juan siempre fue de Juan).
Manzur contiene el atributo inquietante que reconocen los peronistas. «Es Jefe».
Es decir, un político que sabe obedecer. Pero sobre todo también sabe mandar.
Y cuando un jefe peronista tiene el mando es para ejercerlo.
Y a Axel se lo intervino con el minigobernador de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, El Jessico, aliado de Máximo (aunque Martín siempre fue de Martín).
El Menemcito y El Jessico son dos muestras exactas del peronismo tradicional que La Doctora (junto a Máximo y en cierto modo junto a Axel) intentó superar. Modificar.
En admirable pragmatismo, desde la lona simulada con altura, para salvarse, La Doctora debió recurrir a la cultura que quiso desterrar.
El blindaje que emerge de la trillada Liga de Gobernadores.
De la fortaleza efectivamente plebeya de los minigobernadores de la Provincia Inviable.
Y del sindicalismo declinante pero aún sólido que evoca con nostalgia a los epigonales José Rucci y Lorenzo Miguel.
2.- Kirchner-doctorismo explícito
La derrota purificadora reserva otro acto de kirchner-doctorismo explícito.
En los momentos eufóricos de ofensiva, Néstor Kirchner, El Furia, exhibía la transversalidad y ocultaba el peronismo.
Avanzaba con los símbolos del progresismo humanista y relegaba hacia el fondo de la fila a los peronistas hormonales.
En los retrocesos, en efecto en las caídas, El Furia pelaba el escudo de la identidad peronista. Para defenderse.
La receta era eficaz. Progresismo para avanzar y peronismo para zafar.
Solía burlarse del pejotismo. Los denominaba El Grupo Mausoleo.
Después de la derrota legislativa de 2013, La Doctora también cambió a su jefe de gabinete.
A Juan Manuel Abal Medina, Sangre de Tío, El Premier injustamente olvidado.
Para reemplazarlo por el gobernador peronista Jorge Milton Capitanich, El Montenegrino Denso.
Fue la penúltima oportunidad que desperdició el peronismo para recuperar posiciones en el gobierno doctorista.
Pero los atributos que arrastraba Capitanich fueron precipitadamente absorbidos y diluidos por La Doctora.
En tanto Premier, El Montenegrino se opacó pronto. Para limitarse a cumplir instrucciones y ser recordado por destruir un diario frente a las cámaras.
El ejemplo de Capitanich vale como antecedente del fenómeno Manzur.
Emerge el Premier Manzur y protagoniza el lanzamiento, en la práctica, del nuevo gobierno.
Con el apoyo de gobernadores, minigobernadores y sindicalistas.
Lo exactamente opuesto a las preferencias de La Doctora. Quien concede, a favor del pragmatismo, para una cultura política que detesta.
La humillación de las PASO mantuvo la intensidad del partido amistoso. La coalición Juntos humilló al Frente de Todos.
Pero el 14 de noviembre se juega el clásico por los puntos.
“¿Y si lo dan vuelta? ¿O si simplemente reduce el guarismo?”.
La ilusión del sufragio apolítico
Las innovaciones ochentistas del intelectual radical Rodolfo Terragno, El Precursor de Manes, fueron tomadas en serio por tres personas.
La señora Pinky, Primera Terragnista. Raúl Alfonsín, El Providencial (que lo nombró ministro). Y el ensayista Isidoro Gilbert, que escribió un libro para replicarlo.
Su título: “La ilusión del progreso apolítico”. El texto sirve también para explicar la ilusión del kirchner-doctorismo.
La ilusión de encarar una elección sin política. Como si el sufragio también fuera «apolítico». Como el progreso de Terragno.
Con un presidente náufrago que se equivocaba hasta al respirar.
Con un kirchner-doctorismo confiado en la memoria que mecánicamente debía arrastrar votos.
Con la numerología de encuestas alquiladas, metamorfoseadas en meros ejercicios de adivinación.
“Y por qué c… los iban a votar? Si hicieron un gobierno de m…”.
“¿Creen que un tipo que no tiene un mango va a hacer una hora de cola para votarlos a ustedes?”.
Lo cierto es que el clásico de noviembre viene con un sufragio político.
Con provincialización y territorialización. Sin ficción de campaña nacional.
«Lo que necesiten lo tienen, pero tienen que salir a jugar».
Cada jefe es responsable de su quinta. Los minigobernadores deben pelear su voto.
«A la cancha tienen que salir ahora, antes del 14, el 15 es tarde».
«El gobierno les pertenece. Ya no pueden repartir boletas cortadas».
“Conservar los concejales dejó de ser suficiente”.
La auditoría en adelante es más aguda. Detallada. Exigente.
Es notable tanto la desidia como la especulación. O la traición.
“¿Y si lo dan vuelta?”.
El peronismo suele invertir en taxis y remises y se los lleva a votar.
Asume el riesgo de llevarlos y que les voten, incluso, en contra.
Con los sindicalistas activos, con los gobernadores y minigobernadores en acción, el peronismo tradicional aspira dar vuelta el resultado de noviembre.
Para aportar el líquido final que diluya los arrebatos del kirchner-doctorismo. O apenas los contenga.
Aunque deban aguantar otros dos años más de Alberto con sus discursos de pronunciamiento y olvido simultáneo.
Y alguna otra carta honda de La Doctora, lanzada para la indiferencia coyuntural.