“El capitalismo es un sistema de producción de bienes y servicios que se ha demostrado más eficiente frente al modelo colectivo o comunista”. ¿Quién dijo esta frase en un discurso ante una multitud de jóvenes enfervorizados? ¿El economista y candidato liberal Javier Milei? ¿El expresidente Mauricio Macri? ¿La jefa del PRO, Patricia Bullrich? Equivocado: fue la vicepresidenta Cristina Kirchner hablándoles a jóvenes camporistas en el muy emblemático museo de la ESMA y en la previa del tan simbólico 17 de octubre, Día de la Lealtad Peronista.
Acto seguido, la mujer fuerte del gobierno argentino recomendó a sus jóvenes militantes que “para entender por qué se cayó el Muro de Berlín”, debían ver Good Bye Lenin! No se trata de un sesudo documental histórico, sino más bien de una comedia desopilante sobre el fin de la Alemania comunista.
El film describe todo lo que debían hacer los jóvenes de una familia alemana oriental, unificada desde 1990 con el resto de Alemania, para satisfacer la nostalgia de su madre por el destituido régimen del “camarada” Erich Honecker. Ella era una comunista sinceramente convencida. Y no contamos más para no “spoilearla”, porque realmente el film de 2003 del alemán Wolfgang Becker está entre las mejores comedias de la historia del cine y vale la pena disfrutarla, como recomienda Cristina.
Si en el interin los jóvenes de la ESMA llegaron a ver la “peli” recomendada por su cinéfila jefa deben estar preguntándose qué les quisieron vender los líderes camporistas durante todos estos años.
La vicepresidenta tiene razón
Todos los jóvenes deberían ver la película porque los ayudaría a entender muchas cosas sobre la caída del Muro de Berlín, como por qué el sobredimensionamiento del estado no funcionó nunca en ninguna parte, por qué los controles de precios siempre fracasan, por qué el sistema capitalista requiere inversiones privadas, por qué si las empresas no pueden ganar dinero y los impuestos son excesivos, se mudan a otros países y por qué nadie entrega sus ahorros voluntariamente en un país en el que no confían que se los respete.
Cualquier parecido con todos los gobiernos encabezados directa o indirectamente por la actual vicepresidenta, no es casualidad...
Pero como si esto fuera poco, mientras su auditorio de jóvenes alzando el brazo derecho para hacer la “v” del viva Perón -antes de ver Good Bye Lenin!- vitoreaba a su líder cada par de sentencias, Cristina les dio otra sorpresa: “Néstor siempre me decía: Cristina, dicen que somos kirchneristas para bajarnos el precio. Yo no soy ni kirchnerista y mucho menos cristinista”, vociferaba la vicepresidenta mientras la vitoreaban los jóvenes en la ESMA. Y en la próxima frase, la viuda de Néstor Kirchner salió definitivamente del clóset: “¡Yo soy peronista de Perón!”.
Atrás quedó la recordada frase de “ese Perón era un viejo de m…” de la Cristina que hasta el pasado sábado sólo reivindicaba a Evita.
Y toda esta conversión sucedía en la previa a un 17 de octubre y nada menos que en el memorial de la vieja y tenebrosa Escuela de Mecánica de la Armada, en la que en los 70 murieron y fueron torturados tantos jóvenes activistas pertenecientes a la organización Montoneros. Esos guerrilleros habían decidido enfrentar, precisamente, a Juan Perón para crear en la Argentina -por la vía de las armas- un régimen socialista calcado de ese que 15 años más tarde caería con el Muro de Berlín.
Una década después, se inspirarían Becker y Bernd Lichtenberg para escribir el ocurrente guión de Good Bye Lenin!, basándose en el final de la tristemente recordada República Democrática Alemana.
Los montoneros caídos en la ESMA, antes de la implosión del mundo comunista, eran esos jóvenes que reivindicaba la propia Cristina Kirchner -hasta el sábado pasado a la tarde- y que evocaban los jóvenes militantes esa misma tarde fresca de primavera con sus camisetas de La Cámpora, mientras escuchaban extasiados a la jefa.
Si ya obedecieron a su líder y vieron Good Bye Lenin!, habría que preguntarles qué piensan ahora del comunismo.
Una conversión súbita
¿Pero cómo se entiende semejante súbita conversión al capitalismo y al “peronismo de Perón” de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner?
Cristina, con referencia a Perón en la previa por el acto del día de la Lealtad.
¿Es la misma Cristina que solo permitía que los argentinos se aplicaran vacunas “geopolíticamente correctas” como la Sputnik, de Rusia y la Sinopharm, de China, y mandaba a poner “cláusulas de negligencia” al Congreso para privar al país de vacunas fabricadas en Estados Unidos? De las vacunas “Soberana” y “Abdala”, de Cuba, ya ni se habla.
Según una encuesta, hoy el “antiperonismo” es superior al “peronismo”: los “anti” superan a los peronistas por 40 a 36,4 por ciento.
¿Es la misma Cristina que hacía apenas días desplazaba a la camporista Paula Español de la Secretaría de Comercio para instalar en ese sillón al más fanático Ricardo Felletti para hostigar mejor a las empresas -esas protagonistas del sistema capitalista?
¿Es la misma Cristina que no permite que la Argentina condene junto con la gran mayoría de los países de la región al régimen tiránico del matrimonio Ortega en Nicaragua?
¿Será la misma Cristina la que le impide al presidente Alberto Fernández enviar fuerzas federales a la provincia de Río Negro para ayudar a controlar los actos de terrorismo de los autodenominados activistas mapuches de la organización RAM?
Muchas preguntas y muchas incoherencias
Lo importante es tratar de entender qué hay detrás de la inesperada conversión de la vicepresidenta al capitalismo y al “peronismo de Perón”.
Una encuesta lo explica claramente: el kirchnerismo es un barco que se está terminando de hundir, y uno de los botes salvavidas que quedan es el peronismo tradicional. Según Zuban Córdoba, la encuestadora del matrimonio de Paola Zuban y Gustavo Córdoba, la respuesta estaría en un sondeo muy amplio que realizó días después de las primarias de septiembre.
En ese sondeo, hizo una pregunta típica de las encuestas electorales: cuál es su pertenencia política. Casi todos los encuestadores hacen cada tanto esa pregunta. Pero la encuestadora Zuban Córdoba -curiosamente basada en la ciudad de Córdoba- dio un paso más: preguntó cuán “anti algo” eran los encuestados. Eso raramente se pregunta.
Y he aquí el motivo de la conversión de la vicepresidenta del kirchnerismo al peronismo: hoy el “antiperonismo” es superior al “peronismo”: los “anti” superan a los peronistas por 40 a 36,4 por ciento. El peronismo hoy no está bien. Ya no es esa “mitad más uno”.
Sin embargo, el peronismo, dentro de todo, no está tan mal como el kirchnerismo, que en esa encuesta posterior a la derrota del oficialismo en las PASO arroja un antikirchnerismo manifiesto de casi 57 por ciento, contra un kirchnerismo declarado de apenas 26,5 por ciento.
El kirchnerismo es un barco que se va hundiendo, y el bote salvavidas peronista, aún despintado y medio averiado después de 20 años de dominación kirchnerista, puede ser el último refugio político de Cristina Kirchner.