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Una campaña oficialista marcada a fuego por el resultado de las PASO

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Previsiblemente tras los resultados de septiembre y la reacción oficial posterior, la campaña del Frente de Todos se transformó en un camino lleno de escollos, que además contribuyó a poner. Más que en los resultados, las dudas y las expectativas están puestas en el día después
Previsiblemente tras los resultados de septiembre y la reacción oficial posterior, la campaña del Frente de Todos se transformó en un camino lleno de escollos, que además contribuyó a poner. Más que en los resultados, las dudas y las expectativas están puestas en el día después

Aunque no habla en el video, su cara pareciera decirlo todo. Es el senador nacional Carlos Caserio, clave en el Senado por presidir la comisión más importante, aunque para quien manda en esa Cámara no sea el senador más valioso. El cordobés no reporta el Instituto Patria, pero sí a Alberto Fernández, en quien apostó en la campaña de 2019, aun a riesgo de distanciarse del gobernador Juan Schiaretti en particular y del “cordobesismo” en general. El entonces futuro presidente lo premió ofreciéndole el Ministerio de Transporte, que en medio de dudas él no terminó nunca de aceptar, aunque antes de decidirse ya lo había hecho Cristina Kirchner: si iba al Gabinete, el suplente de Caserio reportaría al gobernador cordobés y eso significaba perder una banca, así que le dieron la presidencia de Presupuesto y Hacienda, con la recomendación de quedarse en el Senado.

 

Fue el que invitó al presidente a la reunión en el CCK y allí, recién llegado de Europa, Alberto Fernández dijo lo que dijo de los cordobeses. Enojado tras la repercusión que tuvo el video que se expandió en las redes, Caserio publicó el discurso completo en el que el mandatario aclara que cumplió lo prometido en campaña respecto de no discriminar a Córdoba… Pero su polémica observación sobre los habitantes de esa provincia que votan como votan resulta clarísima y lapidaria a una semana de las elecciones, en un distrito en el que se eligen senadores y donde el Frente para la Victoria apenas llegó a los dos dígitos en las PASO. Es una de las provincias donde el oficialismo nacional resignará senadores este domingo.

El 12 de septiembre el Frente de Todos perdió en seis de las ocho provincias en las que se eligen senadores. Eso representaría exactamente la cesión de 6 escaños, lo que equivale a una dramática baja del número de senadores oficialistas que hoy asciende a 41. Si se replican los resultados de las PASO, el bloque FdT será de 35, dos menos que el quórum. Dejará de ser mayoría por segunda vez desde el retorno de la democracia. De ahí la campaña de Juntos por el Cambio que llama a ganar 5 senadores; con eso alcanza para que el bloque que preside José Mayans deje de ser mayoría. El oficialismo no se hace muchas ilusiones, pero confía en dar vuelta alguna elección.

Un optimismo muy acotado que no incluye a Córdoba. Las expectativas están puestas en Santa Fe -más que como posibilidad seria, como una expresión de deseos de la vicepresidenta, que quiere a María de los Angeles Sacnun reelecta-, Chubut y La Pampa. Conflicto mapuche mediante, no se hacen mucha ilusión con la provincia patagónica, pero sí con dar vuelta la elección pampeana, como ya hizo el peronismo en 2017, por apenas 76 votos. El premio en ese caso sería doble, pues semejante resultado representaría no solo un senador más, sino también otro diputado, cosa valiosa para un bloque como el de Máximo Kirchner al que no le sobrarán miembros. De especular hasta hace algunos meses con la posibilidad de ser mayoría, transcurridas las PASO el deseo módico es hoy no ceder la primera minoría. A priori, un objetivo complicado pero posible, si se combinan algunos resultados positivos en distritos “recuperables”.

A pesar del efecto simbólico concluyente que significará para el oficialismo perder eventualmente la mayoría en la Cámara que maneja con mano firme CFK, eso no entraña riesgos para el Gobierno, pues allí cuentan con dos aliados permanentes que, en todo caso, saldrán ahora más caros (no en términos personales, aclaremos, sino en beneficios que reclamarán para sus provincias: Misiones y Río Negro).

Para desasosiego del Gobierno, la frase piantavotos sobre los cordobeses no terminó siendo el último tornillo en el cajón de Herminio que significó para el oficialismo toda esta campaña en la que hubo errores casi diarios. La crisis final no fue un error, sino un episodio más que terminó siendo para el Gobierno tan grave como la foto de Olivos: la muerte del quiosquero de Ramos Mejía, episodio que devino en protestas que en medio de la cuenta regresiva para los comicios podrían llegar a tener efectos letales. Ya se verá cuando se cuenten los votos, pero un suceso tan impactante, por más imprevisto que haya sido, ofició como disparador social de inéditas protestas en el corazón del voto kirchnerista.

De poco valió que los autores fueran detenidos prestamente; las características de los mismos no hacen más que trazar una radiografía crítica de la Argentina actual: un delincuente reincidente y una menor de 15 años fue la pareja que asaltó y mató a Roberto Sabo por nada. El autor había cumplido una condena de la que como es de uso y costumbre salió antes de lo establecido, y hace un mes había vuelto a ser detenido tras un intento de robo, pero lo dejaron en libertad.

El Gobierno se enojó con la oposición por lo que consideró un “uso político del caso” en plena campaña, pero en semejante contexto esa queja se le vuelve en contra. La seguridad no había sido un eje de esta campaña precisamente hasta que la reacción de la gente volvió el tema a los primeros planos.

Desde el oficialismo también reaccionaron molestos con la liberación de José López, a diez días de votar. Luis D’Elía no dudó en endilgarle al “Poder Judicial macrista” haberlo liberado “a una semana de las elecciones al solo efecto de utilizarlo electoralmente y enardecer a la sociedad con la complicidad de Clarín”, según tuiteó.

Más allá de las responsabilidades ajenas que con mucho ingenio busca repartir, ese hecho es parte de la cadena de tiros en el pie que no dejó de darse el oficialismo durante la presente campaña. Habrá que sumar a la inflación difundida el jueves pasado, que lejos está de certificar algún efecto del polémico congelamiento de precios dispuesto. Pero siendo los argentinos como somos, la frutilla del postre la puso la escalada del dólar blue, que en la semana superó con creces la barrera psicológica de los 200 pesos. El viernes el Banco Central tuvo que desembolsar 290 millones de dólares para contenerlo, mientras que “amigos” del Gobierno se encargaban de hacer bajar el blue y dejarlo al menos en 200. Como sea, se ha visto en el pasado reciente con Macri los efectos electorales de una devaluación.

No hay manera de ganar elecciones en semejante contexto, coinciden todos los observadores y el propio Gobierno, que dispuso un cierre de campaña no centralizado: cada distrito tuvo su propio acto y al simbólicamente más importante terminó asistiendo la vicepresidenta, que quiso así dar la señal de que operada y todo no se desentenderá de lo que este domingo suceda, más allá de que no vaya al búnker. Afecta a los simbolismos, la expresidenta no dejó dato sin transmitir en el acto celebrado en Merlo, donde exhibió la relación fría que mantiene con quien eligió para encabezar la fórmula presidencial. Ella no habló, ni tampoco lo hizo su hijo Máximo, presente pero abajo del escenario. A veces se dice más con los silencios que con encendidos discursos.

Atento a la premisa de que cada uno atendiera su territorio, el jefe de Gabinete se fue a su provincia, para ser parte del cierre de campaña y votar este domingo. Hay dudas sobre su continuidad en la Rosada; le preocupa lo que hace su vice a cargo, que se empodera día a día. Como todo gobernador saliente, Juan Manzur quiere asegurar la sucesión.

En rigor, como casi todo el resto de los ministros designados tras la crisis en el Gobierno por la derrota en las PASO, el tucumano se ha desinflado. Se esperan nuevos cambios para esta semana, a la luz de lo que vayan a decir las urnas. Matías Kulfas pica en punta entre los que se ven de salida, y él lo sabe. El ministro Martín Guzmán se mantendrá hasta cerrar el acuerdo con el Fondo. Que a la larga sucederá, porque más allá de la épica que quiera infundir el kirchnerismo, no hay destino sin acuerdo. Con eso tiene que ver el giro del Gobierno consumado el viernes, al apoyar la Argentina en la Asamblea de la OEA la resolución impulsada por Estados Unidos, Chile y Uruguay para declarar ilegítimas las elecciones en Nicaragua.

En tiempo de veda, no se puede hablar de encuestas, pero sí vale tener en cuenta que los números rojos con los que llega el Gobierno a esta elección incluyen una imagen negativa de Alberto Fernández muy alta. Sobre ese dato, la consultora Mariel Fornoni recordó que son números similares a los de Cristina Kirchner tras el conflicto por la 125. Así y todo, la comparación puede iluminar los ánimos oficialistas si se recuerda que ella repuntó de manera tal de ganar en 2011 por el 54% las elecciones. La propia analista recuerda que entonces mejoró fuerte la economía y además la viudez de la entonces presidenta generó empatía con su figura.

Dos elementos que están lejos de repetirse en esta coyuntura dramática.

 

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