Jujuy desoído no es un documental más. No es el mero relato sobre una dirigente autoritaria, líder de una organización política creada a su imagen y semejanza. No es, únicamente, la descripción de cómo se financió un régimen feudal y salvaje. Un régimen que, durante años, redujo a las instituciones de la Provincia de Jujuy a un rol meramente decorativo.
Jujuy desoído es, fundamentalmente, un documental sobre terrorismo de Estado, develado por sus propias víctimas.
En los cuatro capítulos del documental dirigido por Pablo Racioppi se describen la muerte, la violación, los castigos físicos y psicológicos, la pérdida arbitraria de la vivienda familiar, el cercenamiento de la libertad de expresión y, en suma, la vulneración de los derechos más elementales de los jujeños.
Jujuy desoído exhibe claramente la hipocresía de quienes, bajo el disfraz de pueblo originario, castigaron a los jujeños con los peores métodos de los conquistadores. Y más aún, devela una de las peores traiciones de los organismos de derechos humanos, locales e internacionales, perpetrada por razones ideológicas, contra el sufrimiento del pueblo jujeño.
Jujuy desoído muestra de qué manera la actuación de la Justicia respecto de los crímenes imputados a Milagro Sala pretendió ser condicionada por organismos locales e internacionales de derechos humanos, y por el propio Papa Francisco.
En efecto, la secta que dice defender los derechos humanos hostigó al gobierno provincial por la detención de Milagro Sala y otros dirigentes de su organización cuando, en realidad, los derechos humanos habían sido vulnerados de modo sistemático por esa misma organización, que se había constituido en Estado paralelo en la provincia y que, además, era financiada por el Estado Nacional.
Pero Jujuy desoído también muestra la dignidad de un pueblo y, en especial, de las víctimas del terror, para sobreponerse a la adversidad y transitar el camino de la Justicia. No es casual, se trata de los herederos de quienes dejaron todo y emprendieron el éxodo, siguiendo a Manuel Belgrano, para construir un país libre de tiranías. Si las víctimas de Milagro Sala pudieron con más, el resto del país debiera poder con menos.
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