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Víctor Suerio: el hombre del desmayo

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EL NEGOCIO DE LAS EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE
EL NEGOCIO DE LAS EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE

    He llegado a mi casa y mientras ceno algo me siento frente al televisor para distraer mi mente. Ah!, qué bueno, miren lo que encontré haciendo zapping: el programa de Víctor Sueiro.

 

   Si usted se sienta a mirar este ciclo, verá pasar ante sus ojos una serie de testimonios que se refieren a todo tipo de milagros, apariciones, experiencias «inexplicables» (habría que ver a quién se recurrió en busca de una explicación), las cuales están editadas dentro de un formato lleno de efectos de video como ser, imágenes difusas, luces "encandilantes", nubecitas y otros efectos, conformando la integridad del programa.

   Víctor Sueiro, una persona cuyo nombre en las últimas décadas se ha convertido en sinónimo de "investigador de lo paranormal", generalmente interesado en casos ligados a la religión (Católica), era un destacado profesional de los medios que tuvo lo que muchos llaman una E.C.M (Experiencia cercana a la muerte).

   Su experiencia, según lo ha relatado incansablemente a lo largo de los años, lo marcó profundamente y lo hizo revalorizar la vida, contando a partir de ese momento con la seguridad de que después de la muerte nos espera un «más allá».

    Lo que Sueiro experimentó ha sido documentado a lo largo de los años y tales testimonios se cuentan por cientos. Hay un libro llamado Vida después de la vida de Raymond A. Moody Jr, que recopila casos «típicos» dentro de esta fenomenología.

   El autor, al final de este volumen, descarta todo tipo de explicaciones científicas dentro de los campos psicológicos, farmacológicos y neurológicos, entre otros. Su libro pretende ser convincente basándose sólo en las similitudes de las experiencias relatadas por personas que tuvieron una E.C.M. ¿Cómo puede ser que todos experimenten lo mismo al ser declarados clínicamente muertos? (sensación de gran tranquilidad y satisfacción, visión de un túnel oscuro en cuya boca hay una luz blanca brillante, encuentro con familiares ya fallecidos, etc).

   Reflexionando un poco sobre el tema me surgen algunas dudas, que se pueden traducir en preguntas.

   Por empezar, este tipo de experiencias demostraría, entre otras cosas, la dualidad "alma-cuerpo" en los seres humanos. Es decir, si lo que ha muerto en esa camilla es el cuerpo físico, lo que experimenta la E.C.M es el alma o el espíritu. Ahora bien, las descripciones básicas hablan de ver un túnel, escuchar voces, sentir un alivio (sensación de liviandad y placer). No dejo de advertir que todas estas sensaciones son absolutamente físicas.

   Los seres humanos experimentamos el entorno a través de nuestros sentidos. Durante toda nuestra vida captamos al mundo que nos rodea por medio de los ojos, los oídos, el olfato, el tacto... Y no me pasa desapercibido que para eso necesito un cuerpo. Entonces me pregunto: ¿tiene el alma ojos como para ver un túnel?; ¿tiene oídos como para escuchar las voces de otros seres inmateriales? ¿Cómo emiten el sonido estos seres sino es a través de una boca y una caja de resonancia?. De esta manera toda la experiencia se me antoja bastante dudosa. Es demasiado antropocéntrica, demasiado física, demasiado corpórea.

   Claro que si entro en el terreno de las alucinaciones no puedo dejar de admitir que hay gente que tiene visiones y escucha voces en sus cabezas (se los llama esquizofrénicos) Pero no es el caso de estas personas que han experimentado «la muerte», de esta manera.

   Esto me lleva a otra reflexión: ¿cuándo se declara formalmente muerta a una persona?

   Existe la creencia generalizada de que un paro cardíaco o un paro respiratorio producen la muerte clínica, cuando la realidad es que aunque el corazón deje de latir, los médicos no consideran a la persona como fallecida. De hecho, se intentan varios recursos para reanimarla. El peligro de que el corazón deje de latir durante varios minutos reside en lo que derivaría en la muerte cerebral. Esto se produce cuando la sangre, que ha dejado de ser bombeada por el corazón, no llega al cerebro. Es entonces cuando el cerebro ha muerto, cuando se considera a la persona «técnicamente» fallecida.

   Cabe aclarar, y es un dato definitivo, que ninguna persona con muerte cerebral declarada ha experimentado una E.C.M. Y eso es porque esas personas han muerto. Es decir que hay una gran posibilidad de que toda la experiencia sea generada por el cerebro, que en estado de shock traumático, buscaría en su archivo datos que le permitan afrontar ese momento inesperado y completamente nuevo como es el de la muerte. Dentro de este archivo (vemos nuestras vidas como si fueran películas en cámara rápida) encontraremos familiares que ya se han ido o las figuras religiosas pertenecientes a nuestra cultura (cuando un budista tiene E.C.M no ve a la Virgen porque no cree en ella).

   Otro dato significativo es que estando perfectamente vivo, y mediante substancias como la quetamina se puede experimentar una serie de sensaciones que parecen sacadas de los libros de Moody o Sueiro.

   En ese caso también quedaríamos restringidos a una experiencia alucinatoria en el contexto cerebral.

   En definitiva, y volviendo al comienzo de estas reflexiones, sentado frente al televisor me encuentro con personas convencidas de haber experimentado milagros y visiones. Todo esto, además, es presentado por una persona que ha vivido una E.C.M. ¿Se convierte, por ello, en una autoridad en la materia? ¿Ha puesto alguna vez en duda su experiencia y lo ha planteado en el programa? ¿Pretende que como él «volvió de la muerte», creamos en los cientos de variantes del mundo paranormal que nos presenta todas las semanas frente a nuestros ojos? ¿Por qué este tipo de programas de televisión no promueven un pensamiento crítico y escéptico más saludable para nuestros jóvenes y niños, que un pensamiento crédulo y lineal?

   Hay muchos argumentos para desestimar las E.C.M. además de los expuestos más arriba. Pero los desarrollados nos permitirán comenzar a reflexionar sobre lo que hay de cierto y lo que no, en lo que nos presenta semana a semana la televisión. Un mundo mágico que poco tiene que ver con la vida real.

 

Martin Gianola

 

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