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La prueba que faltaba: minuto a minuto, así mataron los policías a Lucas González en Barracas

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La foto que cambia todo, todo
La foto que cambia todo, todo

74 segundos. Todo pudo haber cambiado en esos instantes. A las 9.36.32 del 17 de noviembre, Julián frenó su Wolkswagen Suran en la ochava de Luna e Iriarte, Barracas, y Lucas bajó a comprar dos aguas saborizadas -naranja y pomelo- en el kiosco. Ese movimiento les llamó la atención a los policías Gabriel Alejandro IsassiJuan José Nieva y Fabián Andrés López, que ya los venían siguiendo. Julián habría podido estacionar en el lugar inmediatamente anterior a la esquina si no hubiera estado tapado irregularmente. A las 9.37.15, los policías, de civil y en el vehículo sin identificar, pasaron al lado de los chicos, como demuestra la foto que publica en exclusiva el portal Encripdata. Tuvieron la posibilidad de mirar a la cara a Julián, Joaquín y Niven, que esperaban con las ventanillas bajas, de observar a Lucas parado en la calle, de darse cuenta que eran lo que parecían: menores de edad. A las 9.37.46, Lucas, con las botellas en mano, volvió al auto.

 

Julián dobló hacia Iriarte. Lucas lo acompañaba adelante. Atrás, Joaquín a la izquierda y Niven a la derecha. Compartían las bebidas, escuchaban música y comentaban cómo les había ido en la prueba de fútbol en el club Barracas Central. Lucas ya jugaba en las divisiones inferiores. Los policías los siguieron de cerca. El oficial Nieva manejaba, el inspector Isassi, jefe de la brigada, iba como copiloto y el oficial mayor López, atrás a la derecha. Así empezó la persecución.

Pero todo había empezado un minuto antes.

Todo habia empezado 55 metros antes.

A las 9.35 aproximadamente, tras la prueba de fútbol, Julián y sus amigos se subieron al auto estacionado en el predio de al lado de la cancha de la calle Luna 1549. En ese mismo momento, por orden del inspector Isassi, el oficial Nieva condujo el vehículo sin identificar por esa misma calle para observar un edificio de la vereda de enfrente. Según había informado el jefe de la División Sumarios y Brigadas de la Comuna 4, comisario Juan Horario Romero, allí se realizaban movimientos compatibles con la «comercialización de estupefacientes». Por eso, el juzgado Penal, Contravencional y Faltas 25 porteño abrió una investigación el 3 de agosto de 2021. Para el 17 de noviembre, los tres policías encubiertos ya sabían cómo era la maniobra en esa propiedad: entraban personas con las manos vacías y, segundos después, se iban rápido con bolsas negras en su poder. Siempre a pie. Nunca en auto. Hasta tenían fotos del hombre y la mujer que operaban en ese búnker. Sin embargo, a pesar de que no existía ninguna conexión objetiva que los habilitara a seguir a los chicos, los policías de civil decidieron acercarse. A los 55 metros, Julián frenó y Lucas compró los jugos. Luego, ellos doblaron a la derecha y aquellos también.

La persecución se extendió por cinco cuadras. En ese interín, según declararían después, los policías se pusieron los chalecos antibalas y uno, además, el chaleco celeste policial. Suponían que los otros podrían llevar drogas y armas. También, según insistirían, realizaron tres «sirenazos» para que frenaran. Julián, en cambio, como recordaría, tocó bocina porque lo habían querido encerrar. Ya con el semáforo de Iriarte y Luzuriaga en rojo, Isassi dio la orden de actuar y Nieva cruzó el vehículo en 45 grados para impedirles el paso: Nieva salió del asiento del conductor y se puso frente a Julián y Lucas; Isassi, del lugar del copiloto, dio toda la vuelta y quedó próximo a Lucas y Niven; y López, que estaba atrás, se puso a espaldas de Niven y Joaquín.

Ya los tenían rodeado.

Y los tenían a punta de pistola.

Todo fue cuestión de segundos. Tal vez de milésimas. Los chicos dirían más tarde que no, los policías dirían que sí, pero dos testigos, a pocos metros de la escena del crimen, declararon ante el fiscal Leonel Gómez Barbella que nunca escucharon los «sirenazos» ni el típico «policía, policía». Consideraron, en cambio, que se trataba de un robo. Es más: uno de esos testigos advirtió que «en la esquina del parque, en Iriarte y Luzuriaga, hay una garita de Policía», pero como «la situación fue tan confusa», no supieron qué hacer, «como tratando de ver quiénes eran los buenos y quiénes los malos y por eso no dispararon».

A las 9.40, uno de los tres policías le acertó una bala calíbre 9 milímetros a Lucas: el proyectil ingresó por la frente, levemente hacia la derecha, y llegó hasta la parte superior de la mandíbula. La trayectoria fue de adelante hacia atrás, de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo. Otra bala le rozó el pómulo derecho.

En total, los tres policías dispararon once veces. Por la trayectoria del disparo mortal, López no lo hizo. Él estaba detrás de los cuatro chicos. Por eso, uno de sus tiros impactó en el guardabarro trasero izquierdo. En cambio, Nieva e Isassi los tenían de frente. De hecho, Isassi efectuó un tiro que quedó en el respaldo del asiento del acompañante. Sin embargo, la pericia balística descartó que fuera del arma de Isassi la bala que mató a Lucas -luego de que los médicos del Hospital Penna la extrajeran del cuerpo-, pero «no fue concluyente respecto de la Bersa Thunder 9 de Nieva».

Nieva, Isassi y López sabían lo que hacían. No dispararon al aire ni al piso. Fueron a matar. Según sus legajos de la Policía de la Ciudad, en su último entrenamiento anual de tiro, Isassi demostró una efectividad del 100 por ciento y Nieva y López, del 90 por ciento. Si no hubo más víctimas, no fue por sus voluntades sino por circunstancias ajenas a ellos: Joaquín y Niven se agacharon mientras Julián doblaba hacia la izquierda para escapar. Según declararían después, Nieva e Isassi dispararon cuando Julián les tiró el auto encima. Julián, en tanto, recordó que aceleró cuando vio a esos policías apuntarles con sus pistolas. López, por su parte, disparó cuando escuchó los disparos sin saber quiénes los habían hecho. Por todo eso, el juez Martín Del Viso no solo los procesaría por matar a Lucas sino también por intentar asesinar a Julián, Joaquín y Niven.

López, que siempre estuvo detrás de los chicos y del auto, diría: «En ese momento sentí que me moría, que no iba a ver más a mis hijos, a mi esposa».

Isassi diría: «Sentí que atentaron contra mi vida».

Nieva, tras el desenlace fatal, pidió asistencia. Según el parte realizado por los médicos de la guardia, «el paciente no presentó densidad ósea ni lesión compatible con fractura». El traumatólogo lo mandó de vuelta a su casa.

Mintieron: no solo no quedaron tirados en el piso sino que quisieron seguir la persecución a pie. Como demuestra el video publicado por Encripdata el 21 de noviembre, los tres caminaron unos metros más hasta que Julián terminó de doblar a la izquierda para continuar por Luzuriaga.

Tras la balacera, otro testigo llamó al 911: «Sí, escúchenme. Acá en Luzuriaga y Alvarado hubo un tiroteo, le pegaron un tiro a un chico para robarle el auto o algo. Yo escuché los tiros, por eso salí a ver. Manden el SAME».

A las 9.40.36, Isassi informó por sistema radial: «Enfrentamiento armado, enfrentamiento armado. En Vélez Sarsfield, en Iriarte y Vélez Sarsfield, por favor, se nos fue, se nos fue el vehículo, Suran color azul, cuatro masculinos armados. Por favor, Comando, que estén atentos, estaban armados. Cuatro masculinos menores, con apariencia menores, jóvenes«.

A las 9.40.48, Niven, en shock, saltó del auto en movimiento.

Pocos segundos después, Julián llegó a llamar a su mamá: «Mamá, mamá, me quisieron robar el auto, hirieron a mi amigo». También a su papá: «Papá, papá, me quisieron robar y le pegaron un tiro a mi amigo». Javier intentó calmarlo y le dijo que buscara a policías para que lo ayudaran. Joaquín también le avisó a su mamá y ella, al papá.

A tres cuadras de allí, en Alvarado y Perdriel, Julián frenó para pedirles auxilio a dos policías, Micaela Fariña y Lorena Miño, pero, en vez de eso, ellas los hicieron bajar del auto a él y a Joaquín mientras Lucas se moría. «A estos villeritos hay que darles un tiro en la cabeza a cada uno», los amenazaron mientras los esposaban.

Los policías, según Julián, dijeron algo más: «Nadie saca foto, nadie filma, nadie saca nada».

Joaquín recordó lo mismo. «¿Acá hay domo, jefe?», preguntó uno. Ante la negativa, otro ordenó: «Acá nadie graba, nadie saca fotos».

Mientras tanto, a las 9.46.16, Isassi volvió a mentir por el sistema radial: «Señor, veníamos recorriendo a la altura de Luna e Iriarte y observamos a este masculino que estaba haciendo maniobras evasivas ante el tránsito, que al colocarnos atrás denotamos la presencia de cuatro masculinos, sí, entonces, al pasar la altura de Vélez Sarsfield, intentamos hacerlos detener la marcha, cuando cruzamos el vehículo para obligarlos a detener, el acompañante esgrime un arma de fuego, sí, y colisiona al chofer y al suscrpto y bueno… continúa el procedimiento».

A las 11.08.46, Isassi volvió a mentir por el sistema radial: aseguró que uno de los chicos les disparó, pero desde el sistema radial le informaron que hasta entonces no habían encontrado el supuesto arma.

A las 11.14.00, seguían sin hallarla.

Alrededor de las 11.30, los papás de Julián y Joaquín llegaron al lugar. Después de discutir y discutir, consiguieron que un comisario les sacara las esposas a los chicos. Los médicos del SAME ya habían llevado a Lucas al hospital.

Recién a las 11.23.31, desde el juzgado en turno ordenaron que fuera la Policía Federal (PFA) la que hiciera las pericias correspondientes porque del supuesto «enfrentamiento» había participado la Policía de la Ciudad.

A las 12, desde el Comando 911 de la Policía de la Ciudad llamaron al Pablo Andrés Blanco, subcomisario de la PFA, para que se hiciera cargo de las escenas primarias y secundarias conforme la orden de la fiscalía nacional de Menores 3.

Pero recién a las 12.49.44, es decir tres horas después del hecho, se acercaron los primeros agentes de la PFA a la escena del crimen y recién a las 13.44.05 llegó el subcomisario Blanco para ponerse al frente de todo.

A las 13.56.39, el subcomisario Blanco entrevistó al inspector Isassi y el oficial López. Ellos insistieron con su versión del «enfrentamiento armado».

Recián a las 15.30 aproximadamente, la subinspectora Ascona, de la División de Búsqueda de Evidencias de la PFA, recibió la autorización del juzgado para hacer las tareas en la escena del crimen.

A las 17.59.16, consultaron si habían secuestrado un arma de fuego y respondieron que eso se informaría «en breve».

Alrededor de las 18.30, los especialistas se acercaron al auto de Julián. «¿Vamos a proceder a retirar la pistola?», escuchó Javier que dijeron. Se volvió loco. Empezó a gritar. Yanet, más calmada, le preguntó a su hijo en ese mismo instante. «Eso es mentira», respondió. El arma de juguete, una réplica de «The Punisher», ni siquiera tenía sistema de tiro. Por todo eso, el juez Del Viso y el fiscal Gómez Barbella coincidieron en que algún policía porteño la plantó en el vehículo para reforzar la versión de Isassi, Nieva y López.

A las 19.22.34, el OP4D comunicó: «Se secuestró una réplica de revólver de color negra plástica. El menor en el Hospital Penna se encuentra grave con respirador. Al lugar arribó SAME int. 355. Interviene el Juzgado de Menores 3. Averiguación Ilícito personal de PFA, trabajando subcomisario Pablo Blanco, división Intervenciones Judiciales».

En consecuencia, los investigadores se llevaron detenidos a Julián y Joaquín. Como tenían 17 años, los alojaron en el Centro de Admisión y Derivación. Niven, acompañado por su mamá a una comisaría, terminó en el mismo lugar. Los chicos pasaron la noche allí, pero, como tenían miedo de que les hicieran algo malo, trataron de no dormirse. A Lucas lo trasladaron al Hospital El Cruce. Murió al día siguiente.

El 18 de noviembre, la fiscal de menores María Fernanda Poggi, al descubrir las primeras irregularidades en el informe policial, solicitó la detención de Isassi, Nieva y López, pero el juez Alejandro Cilleruelo sobreseyó a los cuatro chicos por inexistencia de delito, les prohibió salir del país a los acusados y se declaró incompetente el viernes. Recaída la causa en el juez Del Viso, la delegó en el fiscal Gómez Barbella y, por pedido suyo, también en el fiscal Andrés Heim, de la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin). El cambio de juez y fiscales significó un impulso determinante en el caso. El sábado quedaron detenidos los tres principales acusados.

Ahora, a 28 días del crimen de Lucas, ya son tres los policías arrestados por el crimen y seis por el encubrimiento y, si avanza el pedido del fiscal, podrían sumarse ocho más también por intentar ocultar la verdad.

 

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