Algunos adictos suelen decir que apelan a las drogas porque necesitan anestesiar sentimientos o sensaciones dolorosas. Anestesiados, pero no con los mismos fundamentos, aparecen los dirigentes políticos argentinos ante el avance del narcotráfico.
Los últimos dos episodios que conmovieron a la opinión pública -el casamiento narco en la localidad de Ibarlucea, cerca de Rosario, con los novios procesados y trescientos invitados, muchos vinculados a negocios ilegales, y que terminó con una pareja y su beba acribillados a balazos; y la venta de cocaína adulterada en una villa de 3 de Febrero que le costó la vida, hasta el momento de escribir estas líneas, a 23 personas- revelan la gravedad de un fenómeno que no encuentra respuestas públicas acordes con su peligrosidad y magnitud.
En la villa Puerta 8, el principal punto de venta de la droga envenenada, se realizaron una decena de allanamientos y un número similar de detenciones. ¿Hubo que esperar esta tragedia para hacerlos? ¿La policía y los jueces no sabían de la existencia de esos kioscos que los vecinos vienen denunciando desde hace meses? El ministro de Seguridad de Buenos Aires, Sergio Berni, habló de 200 mil dosis de cocaína comercializadas por día. Una descripción de un negocio exitoso que se contabiliza con vidas humanas. A ese número hay que sumar la comercialización de Paco, una droga barata y de pésima calidad, que convierte a miles de adolescentes de barriadas humildes en “soldaditos” del narco o en zombis con fecha de vencimiento.
Con ese paisaje de fondo, Berni y el titular del área Seguridad a nivel nacional, Aníbal Fernández, tuvieron tiempo de cruzarse chicanas. Con buen criterio, Berni eligió realizar un llamado público para que los que hubiesen comprado cocaína en las últimas 24 horas la descarten y, desde la cuenta de Twitter de Fernández vino una respuesta irónica: se publicaron banderas de distintos países con la leyenda “El consumo de droga mata” y al lado de la bandera argentina: “El que compró droga en las últimas 24 horas descártela porque es de la mala”. La publicación enfureció a Berni que respondió en un canal de televisión: “Si tiene una frase mejor para evitar que alguien consuma una droga con veneno, que la diga”. Fernández borró el tuit, responsabilizó a “mis chicos” (sic) y pidió disculpas. Se sabe que en las redes sociales la mano es más rápida que el pensamiento, pero cuando caen en esa red los funcionarios, todo se torna patético.
Es indispensable que, en medio de la tragedia, se pueda reflexionar acerca de los consumidores. Son víctimas, adictos, enfermos, no delincuentes. Por lo tanto no deberían ser el objetivo central de la acción penal. El problema son los narcos y quienes los amparan y se benefician con un descomunal negocio ilegal. Debatir alternativas para la despenalización del consumo es fundamental para enfrentar el problema. Portugal lleva adelante una experiencia en ese sentido con resultados muy alentadores.
En paralelo a este debate, hay una batalla que librar. No me cansaré de decirlo: el narcotráfico es uno de los desafíos más importantes que enfrentan las democracias en el continente. Los narcos tienen fondos ilimitados, capacidad de comprar voluntades, corromper a policías y funcionarios, tienen contactos con el mundo de las finanzas y los negocios, cuentan con abogados y contadores y cobertura política. Según estimaciones de la prensa mexicana, el narco tiene cooptados el 25 por ciento de los municipios de ese país. Es un monstruo grande y pisa fuerte. Sólo se lo puede enfrentar con voluntad política, consenso democrático y recursos estatales.
Hace unos días el fiscal que investiga a la banda Los Monos, Matías Edery, reclamó desesperadamente por apoyo económico. Necesitan tecnología, más personal y más respaldo político. La dirigencia política, a ambos lados de la grieta, sólo propone parches y medidas circunstanciales. Nos los unió la lucha contra el Covid, ¿tampoco los unirá el virus de la violencia narco criminal? Lo señaló con claridad la periodista Cecilia González: de lo contrario “no importan detenciones. Mataron a Escobar y Colombia aun lidera la producción de cocaína. Chapo está condenado a perpetua y el Cártel de Sinaloa sigue siendo la organización más poderosa de América Latina”. Hay que desarticular a las bandas y romper el negocio. La llamada Guerra contra el narcotráfico tal como la definió Nixon hace medio siglo es un fracaso.
El doctor Edery es uno entre tantos funcionarios reiteradamente amenazado por hacer su trabajo. Seguramente se levanta cada mañana con temor, pero convencido de lo que tiene que hacer para contribuir a una sociedad más justa y pacífica. Es un imperativo ético no dejar solos a los muchos fiscales y policías honestos que están poniendo el cuerpo en esta pelea desigual.
Y hay que hacerlo antes de que sea demasiado tarde.