Lo pedís, lo tenés. Rafael Klejzer, un funcionario de tercera línea del Ministerio de Desarrollo Social, dijo esta semana lo que ya muchos sospechaban hace rato: que el programa Precios Cuidados es puro “chamuyo”.
El líder de origen piquetero también exigió una empresa nacional de alimentos para poder regular el precio de la comida, que refleja la verdadera inflación descontrolada y no se deja manipular tan fácil, como sí es el caso de los servicios públicos, el transporte o el precio de la nafta.
Al día siguiente, como por arte de magia, la portavoz Gabriela Cerruti cumplió con la exigencia de Klejzer y anunció que la empresa estatal de alimentos ya estaba en marcha. Será otro gasto más para el Estado quebrado. Pero no cambia mucho sumar unas gotas más de gasto público a ese mar de déficit fiscal que origina la inflación y que el FMI pide bajar -aunque sea un poquitito- para poder patear para adelante los próximos vencimientos.
El FMI y la decadencia económica argentina
Ya no nos pide ni siquiera esas reformas estructurales que harían falta urgentemente para frenar la decadencia económica argentina.
Para que el Estado deje de ser el único empleador y que el sector privado empiece a resolver el grave problema del trabajo y así puedan bajar el déficit y la altísima carga impositiva que asfixian al país desde hace demasiados años y hace que la Argentina dé pena ante el mundo.
Pero algo había que hacer, aunque el FMI no nos pidiera ninguna reforma y el gobierno nunca quisiera presentar su propio plan económico “nacional y popular”. El presidente Alberto Fernández había confesado muy al principio de su gestión que a él no le “gustaban” los planes económicos.
El plan Chamuyo es para buscar culpables
El plan Chamuyo es un programa integral de medidas muy estudiadas que apuntan al corazón simbólico de la inflación: buscar un culpable.
Como la inflación no para desde hace dos décadas, y 16 de esos 20 años son responsabilidad del peronismo, si no hay un programa económico para terminar con el alza de precios que empobrece a los argentinos, se precisaba un plan para poder encontrar otro culpable: ¡y quién mejor que las empresas!
En el período kirchnerista anterior ya se excusaban desde el gobierno con que la inflación era fruto de una “puja distributiva” en la que los malvados empresarios, con su “poder concentrado”, buscaban quedarse con la “renta de los trabajadores” subiendo sus precios. Al gobierno no le quedaba otra que imprimir más billetes para alimentar esa puja, sostenía el chamuyo de aquellos años.
Por eso Precios Cuidados es parte de ese plan desde 2014. De hecho, lo que menos hizo Precios Cuidados desde que fue creado en la gestión económica de Axel Kicillof, es cuidar los precios: desde que Cristina Kirchner instauró el programa -continuado sin reparos por el anterior gobierno de Mauricio Macri- el precio en pesos de esos productos “cuidados” se multiplicó por siete: más tarde o más temprano los precios “cuidados” se terminan descuidando y adaptando a la inflación, de lo contrario los productos desaparecerían de las góndolas.
La empresa estatal de alimentos tendrá la misma misión “simbólica” que el programa Precios Cuidados: desviar la culpa de la inflación hacia las empresas. No es una política económica para bajar la inflación. Es pura estrategia de comunicación.
Y si el chamuyo parece fracasar, enseguida sale a escena el secretario de Comercio, Roberto Feletti, para prometer controlar todavía más y mejor a las empresas, como lo hizo la semana pasada.
Y si eso tampoco funciona, salen al ataque los intendentes peronistas del Conurbano. Con apoyo de líderes piqueteros, los “barones” del Conurbano escenifican ante los medios alguna clausura de algún “super” chino en algún barrio del Gran Buenos Aires.
Los precios no bajarán, pero el Estado se muestra ante la opinión pública bien presente y preocupado por escarmentar a los malos empresarios.
Cómo funciona el plan Chamuyo
La voltereta simbólica funciona así:
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Los empresarios -productores, fabricantes y comerciantes- son malos y te aumentan los precios.
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El Estado es bueno y te cuida vigilando los precios y creando esa empresa estatal que sea análoga a una suerte de “YPF de los alimentos”: debe fijar sus precios y solo aumentar cuándo y cuánto autorice el gobierno.
La analogía con YPF no es casual. En Venezuela, Hugo Chávez creó PDVAL de una costilla de PDVSA, la petrolera estatal que con la gestión del chavismo bajó la producción petrolera venezolana -único ingreso de divisas del país- a la cuarta parte.
Vale la pena revisar la web de PDVAL en donde la empresa estatal cuenta historias “de éxito”, como las de “Familias de Catia La Mar fueron atendidas con proteína animal”. El texto suena a alimento de ganado. ¿Será esa la visión del régimen chavista de los venezolanos?
Hoy Venezuela, que hace 25 años era una potencia petrolera con uno de los PBI per cápita más altos de la región -aunque con desigualdad social- sufre el 93 por ciento de pobreza, tiene 64 por ciento de indigencia y apenas el 3 por ciento de su población está en situación de “seguridad alimentaria”, según la ONG Borgen Project, que combate la desnutrición a nivel mundial: una verdadera catástrofe humanitaria.
El de PDVAL no sería -entonces- el ejemplo más feliz. De hecho, además de Venezuela, la producción estatal de alimentos hoy solo persiste en países como Cuba y Corea del Norte, con graves problemas nutricionales. La URSS, donde se inventó el experimento, se desplomó hace más de 30 años, y China “comunista” adoptó hace 40 años el sistema de producción capitalista para poder dejar atrás la hambruna crónica.
Podría haber preguntado sobre eso el Presidente durante su reciente gira por Moscú y Beijing.
Lo más patético es que, cuanto más subsidie el gobierno la producción estatal de alimentos, más aumentará el déficit y la emisión: más plata que se irá al dólar y más se acelerará la inflación. Todo lo que hace el gobierno para “controlar” la inflación, termina generando más inflación.
Sin embargo, ni las empresas -acusadas en el Plan Chamuyo de culpables- ni la oposición se animan a explicar con claridad qué habría que hacer para terminar con el cáncer de la inflación, que empobrece a los argentinos y los empuja cada vez más a la emigración.
Las empresas podrían aprovechar el mayor nivel de confianza que tienen hoy frente al gobierno para salir a explicarle a la sociedad y poner el “chamuyo” en evidencia. En el último barómetro global de confianza de la consultora Edelman, la brecha de confianza de las empresas -en comparación con el gobierno- resultó una de las más altas del mundo y -con más de 150 por ciento- supera ampliamente la brecha del dólar “blue” sobre el oficial. Este fenómeno no se debe tanto a la credibilidad de las empresas mismas, sino más bien a la bajísima confianza que despierta el gobierno argentino en la opinión pública.
La oposición tampoco es muy clara cuando habla del fenómeno inflacionario. Nadie quiere desautorizar al expresidente Mauricio Macri, que no pudo resolver el problema inflacionario y no quiso desarticular y transparentar el “chamuyo” de los Precios Cuidados.
¿Será este Plan Chamuyo más exitoso que la Convertibilidad de los 90 o por lo menos el breve Plan Austral de los 80?
Es difícil que este chamuyo a esta altura logre algo de “levante”. Una encuesta de la consultora Synopsis indica que en febrero apenas el 7,3 por ciento de los argentinos creían que este año la inflación bajará. Este dato implica que ya ni los propios votantes del Frente de Todos se están creyendo el “chamuyo”.
Es que como no logran que nos vaya bien, entonces nos tienen que convencer que los que están en contra son otros. Esos "otros" son muchos: La Iglesia, el FMI, "la derecha", USA, los oligarcas, la Suprema Corte, y mil etcéteras. Producen las típicas emisiones de veneno resentido, entre propietarios e inquilinos, entre empleadores y empleados, entre vacunados y no vacunados. Son mucho mas habilidosos, de hecho, explicándote a quién tenés que odiar por lo mal que te va, que logrando que nos vaya bien. Por eso es que necesitan medios aplaudidores. Si no tuvieran a C5N, P/12, El Destape, y solo hubiera medios independientes, nadie les festejaría estos fracasos. Necesitan aguantaderos de ñoquis y que lo paguemos entre todos ¿O nadie se acuerda que tuvimos una aerolínea sin vuelos (LAFSA)?
LAFSA tenía el personal que necesita una aerolínea. Por supuesto el cuadro administrativo y directivo, creo que también pilotos, pero no voló ni una vez porque no tenía aviones, pequeño detalle. Fue creada por Duhalde en el 2002 e inaugurada por el virolo, que finalmente decidió cerrarla recién en el 2009. Habría que revisar los discursos de néstor sobre la importancia de la creación de la empresa y la confianza en el éxito de LAFSA.