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Corrientes, la hoguera de la imagen del Gobierno

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Una imagen vale más que mil palabras. Lugar común que todavía no entendieron en el Gobierno después de dos años de una increíble "montaña rusa" en valores de imagen, aprobación y credibilidad
Una imagen vale más que mil palabras. Lugar común que todavía no entendieron en el Gobierno después de dos años de una increíble “montaña rusa” en valores de imagen, aprobación y credibilidad

Los incendios de Corrientes se convirtieron en una hoguera para la imagen del gobierno. El fuego consumió lo que quedaba de los valores de credibilidad para el Presidente y todo su equipo. Muy, pero muy lejos quedó el Alberto Fernández con más de 70 por ciento de aprobación del principio de la pandemia.

 

Para entender cómo los gobiernos modernos trabajan mucho más con gestos e imágenes que con declaraciones, comunicados, apariciones periodísticas y discursos, valga este caso de la historia reciente.

La conservadora Angela Merkel ya era la clara favorita en las elecciones alemanas de 2002. Ya parecía que estaba todo dicho y que las encuestas habían dado su veredicto, cuando se largó a llover fuerte con graves inundaciones en el este de Alemania, días antes de los comicios. Perdido por perdido, el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder se calzó las botas de lluvia y se metió en el barro de la inundación cuando la lluvia todavía no había parado.

Merkel tuvo que esperar cuatro años más para llegar al gobierno en Berlín.

 

Gestos, imágenes, no blablá

En los manuales básicos de comunicación de crisis, hay un capítulo central: interpretar las expectativas de la gente en momentos clave. Cuando las cámaras enfocan una desgracia, los gobiernos deben “ser, estar y parecer”, de lo contrario, pueden sufrir un daño irreparable a su imagen. Se los llama también “momentos de verdad”. En criollo: la cancha en la que finalmente se ven los pingos.

¿Dónde se los vio al ministro de Medio Ambiente, Juan Cabandié y al Presidente cuando empezaron los incendios en Corrientes? En la paradisíaca isla caribeña de Barbados. ¿Viaje para concretar importantes negocios para la Argentina? ¿Visita imprescindible para que nos abran el crédito? No se sabe, porque nunca se explicó con claridad qué hacía el presidente y su equipo en la isla caribeña mientras se les incendiaba una provincia entera como para justificar su ausencia en uno de esos “momentos de verdad”.

Para agravar las cosas, el mandatario se hizo grabar en la playa de Mar de Ajó -algo más modesta que Barbados- intentando atajar un penal. El tragicómico revolcón en la arena, con atajada fallida incluida, tuvo amplia difusión y contrastaba violentamente con la foto del bombero sentado en el piso, llorando ante la frustración de las llamas imparables que se estaban devorando la provincia de Corrientes. Muchas veces, una imagen vale más que mil palabras, pero cuando las imágenes se contrastan, equivalen a una explosión nuclear sobre la imagen de los políticos.

 

Alberto Fernández necesita un asesor de imágenes

El presidente ya lo debía saber desde la foto y los videos de la “fiesta de Olivos”, contrastadas con los discursos amenazantes del propio Presidente de aquellos días de que iba a meter presos a quienes violaran su inútil cuarentena.

De paso: si el Presidente pretendió transmitir con la imagen de Mar de Ajó que vivía “atajando penales”, justo el pelotazo que eligieron grabar no lo pudo atajar. Sin comentarios: el presidente necesita urgente un asesor de imagen.

Días después, no se le ocurrió nada mejor que decir en un discurso que “cuando las cosas me pesan”, agarro la guitarra. En fin. Corrientes seguía ardiendo.

Pero tampoco el ministro de Medio Ambiente, Juan Cabandié, del que nunca se entendió qué calificaciones tenía para su función, contribuyó demasiado a la imagen del gobierno. No se dejó ver por Corrientes hasta que las llamas no amainaron, y trascendió que lo único que le interesaba del gobernador opositor era que intercediera ante el expresidente Mauricio Macri para que no tuiteara tanto en su contra.

 

Comunicación oficial vs. influencers

Pero el problema de la pésima gestualidad comunicativa siempre es el contraste. Cabandié tardó más de un mes en reaccionar ante la mayor tragedia ambiental de la historia argentina, mientras el “influencer” Santiago Maratea organizaba una colecta y conseguía más de cien millones de pesos en menos de 24 horas.

El contraste del joven influencer terminó de consumir lo poco de imagen que le quedaba al gobierno, considerado inepto, frívolo y además absolutamente indolente con el sufrimiento de sus compatriotas.

No se aprendió nada del desastre que hizo su gobierno imponiendo una nefasta “cláusula de negligencia” a pedido de Vladimir Putin para que no entraran vacunas de Estados Unidos, como la ya comprometida de Pfizer.

Solo después de que el propio Putin reconociera que no estaba en condiciones de fabricar el segundo componente para proveerle a la Argentina, Fernández decretó anular esa cláusula. En el medio, los cálculos hablan de más de diez mil muertes que se podrían haber evitado. Esos argentinos sacrificados por la “causa” de la vacuna Sputnik -así la denominó la asesora presidencial Cecilia Nicolini- no tienen ni una placa en la Plaza Roja de Moscú.

Entre las vacunas, el “vacunatorio VIP” y la fiesta de Olivos se puede explicar una parte de la derrota del gobierno en las elecciones legislativas del año pasado.

 

El gobierno no aprendió nada

Todo, en materia gestual, lo hace mal. Sergio Berni, el hipermediático ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, notó que nadie aprovechaba la “photo opportunity” que daban las llamas de Corrientes para subirse al helicóptero y filmarse sobrevolando la zona. También le salió mal: se parecía a uno de esos chicos que ven un equipo de camarógrafos en la calle y pasan delante saludando a la cámara con la manito, a ver si la tía los ve: los gestos deben ser creíbles, no solo shows.

¿No estar es una opción? Tampoco la ausencia es buena idea, como lo demostró su jefa política tras su larguísimo silencio por la Tragedia de Once, que puso en evidencia la falta de inversión en el sistema ferroviario y una enorme falta de empatía por parte de la actual vicepresidenta.

La tragedia en la discoteca Cromañón también estuvo rodeada del silencio del entonces mandatario Néstor Kirchner.

 

En materia de gestualidad, todos los políticos hacen agua

No se puede olvidar que la impronta que le imprimió el expresidente Mauricio Macri a su gestión arrancó con gestos desconcertantes: después de bailar en su asunción, simbolizando que “está todo bien”, como primer acto de gobierno mandó a crear ocho ministerios nuevos. Sus gestos transmitían que no había ninguna herencia complicada con el déficit y el gasto público. Los primeros gestos dejan marcas indelebles en el imaginario colectivo.

Para no quedarse atrás, el gobernador correntino Valdés se puso a competir en gaffes gestuales y mandó a gastar a la provincia 140 millones en el Carnaval: equivalente al dinero que había recolectado Maratea para ayudar a apagar las llamas.

El escándalo fue tal, que finalmente dio marcha atrás: nadie se salva en la política argentina de embarrarla con la gestualidad. El daño que le provocan los políticos a su imagen no se arregla ni con mil declaraciones, discursos y blablá.

Por algo en las últimas encuestas, el candidato más votado de la Argentina hoy es “nadie”.

 

1 comentario Dejá tu comentario

  1. Porque se ponen a escribir de temas que nosaben. Que ocurre en cada provincia , NI IDEA. Algunos Periodistas tienen una idea idílica del tema. HOLA, VIVO EN CÓRDOBA y de lo que ocurre acá, "CERO ".

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