Era la época en la que la hoy vicepresidenta, Cristina Kirchner, hablaba a cada rato del “estado presente”. Era un eslogan que servía para todo y en todo momento. El “estado presente” se acompañaba de otras ocurrencias discursivas, como “la década ganada” y, especialmente, “El modelo”.
Cristina no hablaba de “mi modelo” o “el modelo kirchnerista”, sino de “El modelo”: una construcción lingüística que no daba lugar para dudas ni debates. Estaba “el modelo”, y lo demás ni existía.
En esa época, el expresidente Mauricio Macri gana las elecciones presidenciales de 2015 prometiendo que no volvería a privatizar Aerolíneas Argentinas o la petrolera YPF: “El modelo” se podía corregir un poco, pero no tocar demasiado.
Hoy Macri se lanza a los medios insinuando que, si le dieran la oportunidad de un “segundo tiempo”, ahora sí privatizaría la línea aérea de bandera, que le genera al país un déficit de 800 millones de dólares todos los años desde su estatización, hace una década.
Por qué cambió de discurso sobre Aerolíneas Argentinas el expresidente Mauricio Macri
Hay algo que saben los asesores de Macri que lo llevan a entusiasmarse con participar en la contienda presidencial que se viene el año próximo con un discurso renovado y más liberal: en la Argentina hay una nueva opinión pública y está muy enojada con el estatismo y el exceso de gasto público que caracterizó el consenso político de las últimas décadas.
La Argentina era internacionalmente famosa por su opinión pública estatista. Los encuestadores y sociólogos corroboraban una y otra vez que los argentinos no sentían gran consideración por la iniciativa privada, desconfiaban de las empresas, querían ver los servicios públicos en manos del gobierno y rezaban el credo de que la única forma de hacer crecer la economía era con más gasto público.
De hecho, a Macri, cuando asumió su mandato, sus principales asesores le aseguraban que esa opinión pública era inmutable y le recomendaron “gradualismo”: cambiar lo menos posible la estructura estatista que había heredado para no contrariar a la opinión pública. No le fue bien.
Patricia Bullrich, la actual presidenta del PRO, el partido fundado por Macri, en una autocrítica inusual sobre el fracaso de la coalición que gobernó hasta 2019 dijo irónica: “al final, parecíamos más Sigamos que Cambiemos”.
Esa nueva opinión pública que está palpando Macri les estaría diciendo a los líderes políticos que hoy están en la oposición que llegó el momento de cambiar.
Ese cambio no solo se refleja en la creciente intención de voto que muestra el candidato libertario Javier Milei, que sacó a la oposición de su modorra: diversos encuestadores están midiendo que el economista despeinado se está acercando al significativo 20 por ciento y que las opciones estatistas puras, como el oficialismo del Frente de Todos o los partidos de izquierda, estarían hoy acumulando como mucho un 30 por ciento.
Algunos datos de las últimas encuestas
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D’Alessio IROL Berensztein mide que el 91 por ciento de los argentinos prefiere que “el próximo presidente diga la verdad, aunque sea dura y tengamos que hacer sacrificios”. El 69 por ciento de los argentinos cree que “si el próximo presidente no realiza rápido cambios profundos, la situación de la Argentina empeorará significativamente”.
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La Universidad de San Andrés mide que el 64 por ciento de los argentinos cree que “se precisa una reforma laboral para que las empresas den trabajo”.
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Opinaia, una encuestadora muy precisa en sondeos on line, encontró que el 82 por ciento cree que “la presión impositiva es elevada”, y 76 por ciento sostiene que “el nivel del gasto del Estado es insostenible”. Para contrariar a los líderes de La Cámpora, el 56 por ciento de los argentinos son implacables: “es necesario hacer un ajuste”, opinan.
Pero ahora una nueva encuesta está mostrando cómo se está profundizando el cambio en la opinión pública argentina, que va mucho más rápido que sus dirigentes políticos.
La consultora Taquión sondeó a la opinión pública nacional haciendo preguntas inusuales, que sus colegas rara vez hacen, como, por ejemplo, en qué ministro de Economía confiarían más los argentinos. Las opciones no estaban dadas entre nombres de economistas, sino desde qué partido o sector podría ser designado, más allá de las personalidades: los liberales, los kirchneristas del Frente de Todos, los opositores de Juntos por el Cambio, la izquierda trotskista o, directamente y sin vueltas, el FMI.
Y el ganador es…. el ministro designado por los liberales, con el 25 por ciento. Lo sigue el del Frente de Todos, con el 20 por ciento, luego viene el economista designado por Juntos por el Cambio, con 13 por ciento, y, pegado, el puesto directamente por el FMI, con 11 por ciento. Finalmente, menos del 4 por ciento prefiere un ministro de Economía designado por la izquierda marxista.
Un dato curioso de las encuestas
El triple de argentinos preferiría un ministro de Economía puesto por el FMI antes que uno que responda a la izquierda dura, que suele salir ruidosamente a las calles a protestar contra el “cuco” FMI en nombre del “pueblo”.
Es muy interesante analizar estas preferencias en política económica por edad. Los más jóvenes, de la “Generación Z”, que hoy tienen menos de 25 años, son los más liberales: el 35 por ciento quiere un ministro del liberalismo. Entre esos jóvenes, el segundo lugar es para el alfil del FMI, con 18 por ciento. Teléfono para el diputado Máximo Kirchner, que renunció a la jefatura del bloque peronista por su rechazo al acuerdo con “el Fondo”. Menos del 14 por ciento de los jovencitos cree en un ministro del kirchnerismo.
Y de una economía dirigida por un izquierdista trotskista, mejor ni hablarles a esos chicos, porque solo la elige el 3,8 por ciento: notable diferencia con aquella juventud “maravillosa y revolucionaria” de los 70, que reivindica hoy buena parte del kirchnerismo duro, especialmente la poderosa agrupación La Cámpora, del ya no tan joven Máximo Kirchner.
En el caso de los millennials (de 26 a 38 años), el liberalismo económico aparece apenas un poco más atenuado, pero sigue a la cabeza, con el 26 por ciento de las preferencias por un ministro puesto por los liberales. En esta generación, el “ministro del FdT” y el del FMI están más “empatados”, con 18 y 15 por ciento respectivamente.
Para los más grandes, Generación X y “Baby Boomers”, de 40 para arriba, el ministro de Economía designado por el kirchnerismo empata con el del liberalismo, y el de Juntos por el Cambio recupera algo de terreno. También se achica significativamente la opción del delegado del FMI.
Otra pregunta “fuera de la caja” que hizo la consultora dirigida por Sergio Doval arroja luz sobre uno de los debates más calientes en la política y la opinión pública de hoy: dolarizar.
Dolarizar o no dolarizar, esa es la cuestión
Respuesta: el color de la esperanza de los argentinos es verde. Es un éxito la propuesta que pregona el candidato libertario y profesor de economía Javier Milei de eliminar el peso, cerrar el Banco Central y dolarizar la economía para quitarle “la maquinita” de imprimir billetes a “la casta política” que -según sostiene el libertario- usa la emisión descontrolada para empobrecer a los argentinos: la opción más elegida (33,6 por ciento) es que eliminando al peso para sustituirlo por el dólar se beneficiaría el país.
El 31,5 por ciento cree que no se beneficiaría.
Nuevamente aquí hay un sesgo generacional impactante: los más jóvenes prefieren la dolarización en un 43,5 por ciento contra el 26,6 por ciento que cree que sería perjudicial. Entre los millennials, los dolarizadores ganan 38,5 a 30 por ciento. La ecuación solo se invierte entre los viejos.
Una explicación para esa “pasión” por el dólar y el liberalismo de los jóvenes argentinos es que hoy las encuestas están mostrando que el 70 por ciento de la población juega con la idea de emigrar de este país que alguna vez fue tierra de inmigrantes. Pero esa proporción de argentinos que sueña con irse para siempre llega al 85 por ciento entre los más jóvenes, según una encuesta anterior de la propia Taquión.
La idea detrás del “ministro liberal” y de sustituir al peso por el dólar sale de una realidad: son pocos los que concretan el sueño de la emigración. Qué mejor, entonces, que traer “a casa” el sistema económico de los países más exitosos, que es a dónde los argentinos prefieren emigrar. Casi nadie en la Argentina sueña con irse a vivir a Venezuela o Cuba.
¿Y por qué tanta pulsión por la emigración en un país de ciudadanos que, según recordó el propio presidente Alberto Fernández, “descienden de los barcos”?
La respuesta está en el pesimismo con el que los argentinos miran al futuro. Las encuestadoras suelen preguntar por cómo se cree que estará la economía dentro de un año, y todos coinciden en que el pesimismo sobre el corto y mediano plazo llegó a un nivel de depresión colectiva profunda.
Pero la consultora Taquión decidió preguntar por cómo creen que estará el país dentro de diez años: pocos toman la decisión de emigrar si esperan que dentro de un año la situación será mala, pero que en el largo plazo puede mejorar.
Pero quien espera que dentro de diez años el país esté igual -de mal- o peor, se sube al primer barco que puede, si le dan la oportunidad.
El resultado es alarmante: apenas el 18 por ciento cree que el país estará mejor en una década. Y aquí no hay tantas diferencias generacionales. Los argentinos ven el corto, el mediano y el largo plazo color negro profundo.
Esta opinión pública está mostrando ya hoy que el debate para la elección presidencial de 2023 va a ser muy diferente a todos los conocidos en la política de las últimas décadas en la Argentina: ya no habrá un “debate de modelos” en el que se pondrá en juego “El modelo” que invocaba Cristina Kirchner, sino cómo se alcanzará el “otro modelo”, que antes no se podía ni nombrar.
Será con shock o gradualismo, con dólar o con peso, con reformas estructurales veloces o más lentas, achicando el Estado mucho o muchísimo. También se debatirá si el “otro modelo” se alcanzará mejor con purismo libertario, como propone Milei, o con consensos y alianzas amplias (“del 70 por ciento de la política”), como propone el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, si le dieran la oportunidad.
Pero hay un dato que es seguro y que surge de las encuestas de hoy: el futuro de la Argentina será mucho más liberal.