Esta es la segunda vez que nos dirigimos a Ud. respecto a la desastrosa investigación que se está llevando a cabo sobre el atentado a la sede de la AMIA.
Retomando el espíritu de la primera misiva, nos vemos en la obligación de recordarle el compromiso asumido por usted con motivo del acto del 9º aniversario de la masacre de la calle Pasteur, en el cual declaró que iba a llegar a desentrañar el complejo entramado de encubrimiento que impide ver la luz de la verdad. Sin embargo, los meses pasaron y lo que se vislumbró solo fue más de lo mismo: una excesiva focalización en la inexistente pista iraní.
Pensamos ingenuamente, Sr. Presidente, que el corrupto juez Galeano terminaría entre rejas, pero nos equivocamos de plano. Para colmo, las maniobras de su canciller Rafael Bielsa tendientes a implementar la solución Lockerbie nos pareció una forma burda de dependencia de los intereses estadounidenses e israelíes.
Si anteriormente las usinas de informaciones de estos dos países le dictaron a la SIDE de Miguel Angel Toma el “paper” para la elaboración de un informe falaz acusando a Bin Laden, el camino pretendido por su ministro de Relaciones Exteriores no es otra cosa que una letal cortina de humo.
Hace mucho tiempo, Sr. Presidente, que venimos investigando esto y le aseguramos que no ha sido tarea sencilla. Nos han “apretado”, han intentado interferir el servidor de nuestro periódico digital, nos han enviado virus y hasta sujetos que presumimos cercanos al Mossad han intentado “convencernos” de que estábamos errados. Lo mismo han hecho periodistas supuestamente “confiables”, quienes han amenazado con querellarnos.
No obstante, seguimos en pie como la roca cuando resiste el oleaje.
Sr. Presidente, no somos más que dos periodistas tratando de hallar la verdad sin creernos infalibles ni mucho menos. Sólo nos limitamos a hacer un exhaustivo análisis de los hechos, constatando –no sin asombro- cómo la corporación mediática nacional cierra filas en torno a la ficticia Traffic-bomba y el inexistente conductor suicida. Como si se tratara de una verdad revelada, Sr. Presidente, Galeano y sus sponsors mediáticos se aferran a esta descabellada teoría como perro al hueso e intentan desacreditar todo atisbo de criterio contrapuesto.
“Miente, miente, que siempre algo queda”, decía el inefable Joseph Goebbels, inventor de la propaganda política. Siguiendo esa esencia, muchos formadores de opinión han cerrado filas en torno a esta mentira y la verdad nuevamente se fue de paseo.
De un plumazo, Sr. Presidente, se dejó de lado la participación de Al Kassar en esta compleja trama, así como se ignoró aquella solicitada de Alfredo Yabrán en la que aludía al “bombardeo de la AMIA”. Tampoco se hizo ningún juicio de valor acerca de la relación estrecha que mantenía el ex presidente Menem con la dictadura de Affez Al Assad, presidente de Siria, así como la real implicación de parientes cercanos suyos en el entramado denominado Narcogate.
Tampoco se analizó convenientemente, Sr. Presidente, el precio que el país debía pagar luego de abrazar las espurias “relaciones carnales”, que produjo la ruptura del ex mandatario con la tierra de sus ancestros.
Sí, Menem lo hizo: sus promesas incumplidas, en aras del alineamiento con EEUU e Israel, provocaron la venganza de aquellos que se sintieron damnificados por ese brusco cambio de tuerca de la política exterior vernácula.
Dentro de este contexto, nuestra hipótesis no resulta descabellada.
Nuestra humilde opinión
Nosotros creemos, Sr. Presidente, que ambos atentados –AMIA y Embajada de Israel- están estrechamente vinculados a las promesas que Menem hizo a Siria respecto a lavado de dinero del narcotráfico y tecnología nuclear. Promesas que, obviamente, nunca cumplió.
Ese es uno de los motivos por los que aparecen tantos ciudadanos sirios en medio de la investigación de ambos magnicidios.
El detalle de esos vínculos, Sr. Presidente, los encontrará en nuestra primera misiva, enviada a Ud. a mediados de noviembre de este año.
Pero, por si esos datos no fueran suficientes, acercamos a Ud. algunos indicios más en el mismo sentido.
Los mismos están extraídos de una fuente muy confiable: el libro Mossad, la historia secreta, del serio periodista Gordon Thomas.
No está de más recordar, Sr. Presidente, que dicha investigación ha contado con el testimonio directo de varios jefes del mítico servicio de inteligencia israelí.
En el mismo, Thomas cuenta que en la primavera de 1996, Danny Yatom –estando al frente del Mossad- reabrió la investigación sobre el atentado a la embajada de Israel y que se topó así con "el pasado del presidente (Menem) y de la primera dama" y "descubrieron que Menem tenía vínculos cercanos con miembros de grupos terroristas dentro de la comunidad siria en argentina (sic).
Una periodista israelí, Nurit Steinberg, que había hecho su propia investigación sobre el atentado y publicado sus hallazgos en el semanario Kol Hair de Jerusalén (que depende del diario Haaretz) confirmó esta declaración.
Poco después depués de publicar su detallado informe -nunca desmentido por Menem o por su Gobierno- Nurit Steinberg fue víctima de un incidente (...) El único objeto robado fue el disquete donde había almacenado toda la información (...). El Ministerio de Asuntos Exteriores israelí ignoró las afirmaciones de Steinberg. Sus portavoces comenzaron a alimentar historias que acusaban a Irán de la destrucción de la embajada, perpetrada por su socio, el fanático Hezbollá.
(Pero en Buenos Aires) los investigadores del Mossad seguían encontrando pruebas preocupantes que contradecían la opinión del Ministerio de Asuntos Exteriores acerca de la culpabilidad de Irán y el Hezbolá (y puso la lupa sobre) “Monzer al Kassar, un veterano traficante de armas y drogas cuyo círculo de amigos abarcaba desde Oliver North hasta Abu Nidal".
Nueve meses antes del atentado, un noticiario de televisión de Damasco mostró al hermano del presidente Menem, Munir, entonces embajador argentino en Siria, filmado en conversaciones con Al Kassar. Poco después del atentado, Munir fue trasladado a Buenos Aires. El equipo del Mossad no había podido descubrir por qué.”
Yatom reparó que en abril de 1992 su antecesor Shavit había retirado de Buenos Aires al equipo de investigadores a sus órdenes: "En realidad -escribe Thomas-, se le había ordenado a Shavit archivar el expediente, hecho notable dado lo ocurrido cuando el Mossad se retiró".
¿Qué había ocurrido? En Buenos Aires, el embajador Yizthak Shefi, cuya esposa había muerto en el ataque, insistía en que “Siria estaba implicada” en el atentado. “Tácitamente apuntaba a que el presidente Menem debía responder algunas preguntas. Menem elevó una protesta ante Shimon Peres. Shefi fue llamado ‘a consulta’" y ya no regresó.
Respecto al tema AMIA, Gordon Thomas asegura que el gobierno israelí convalidó la acusación argentina al Hezbolá, y que "este grupo hizo, contra su costumbre, una declaración en Beirut negando cualquier vínculo".
Finalmente, para Israel y el Mossad "reabrir una investigación que podía desenterrar desagradables nexos entre el presidente argentino y la tierra de sus antepasados no era una opción viable.
Durante los años posteriores, Menem seguiría jugando su papel de honesto mediador. Era mucho más importante para los amos políticos del Mossad que lo siguiera haciendo. Se le comunicó a Yatom que los expedientes de ambos atentados debían continuar cerrados".
Concluyendo
Como verá, Sr. Presidente, los intereses que intentan que este tema quede oculto bajo los escombros del olvido son mucho más importantes de lo que se cree.
Cuando los principales gobiernos del mundo -sólo por subjetivos e imbéciles intereses estratégicos- se ponen de acuerdo para mentir a la ciudadanía en su conjunto, poco puede hacer el periodismo sin el apoyo político pertinente.
Es por eso que le pedimos, Sr. Presidente, que no se olvide de sus propias promesas.
Por que detrás de este tema y, aunque a nadie le importe, hay nada menos que 85 muertos que aún no han conseguido que se haga justicia.
Y eso significa, Sr. Presidente, que esa gente aún no puede descansar en paz.
No es poco...
Fernando Paolella y Christian Sanz