Escena 1: el presidente Alberto Fernández promete un martes que “el próximo viernes empezamos la guerra contra la inflación”.
Escena 2: 30 días después de un Lollapalooza de memes y chistes en las redes sociales sobre la declaración bélica del Presidente, la inflación llega a su nivel más alto en 30 años.
Escena 3: En su discurso inaugural de sesiones ordinarias del Congreso, el Presidente promete que “en la Argentina no habrá una reforma laboral”.
Escena 4: después de semanas de acampes y piquetes en el centro porteño, el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, anuncia que “no hay más altas para planes sociales”.
¿Cuál es el nombre de esta tragicomedia? No hay plan, ni ministro de Economía.
Semejantes inconsistencias entre los anuncios del gobierno solo se pueden explicar con el hecho de que el ministro de Economía, Martín Guzmán, apenas tiene el cargo formal de “ministro”, pero, en realidad, ha sido y es hasta ahora solamente ministro de negociación de la deuda.
Un verdadero ministro le habría dicho al Presidente que no prometa una guerra contra la inflación -más allá de la inconveniencia de hablar de guerras justo en estos momentos de la historia de la Humanidad- porque el acuerdo con el FMI implica subir el tipo de cambio oficial, aumentar las tarifas de servicios públicos y, por la guerra misma, hay un brote de inflación a nivel mundial.
Un ministro de Economía con todas las letras también le habría explicado al Presidente que si no piensa hacer una reforma laboral -que la Argentina precisa con suma urgencia para que las Pymes puedan contratar- y si el acuerdo con el FMI no admite seguir resolviendo el problema del mercado argentino de trabajo con más y más empleo público, habría que preparar más asistencia y no menos para que no estalle un caos social incontrolable.
En realidad, Macri solo formalizó una forma de gobernar heredada de Néstor y Cristina Kirchner durante diez de los anteriores 12 años de los mandatos “K”: los ministros de Economía tenían el cargo formal, pero prácticamente no lo ejercían.
De hecho, el último ministro que tuvo una visión holística de la Economía, que ejecutaba una política económica global y de largo plazo y que manejaba más o menos todos los resortes de gobierno que tenían que ver con la economía fue Roberto Lavagna. Néstor Kirchner lo “heredó” de Eduardo Duhalde, y en menos de dos años lo echó.
¿Qué pasó en el medio, desde la despedida de Lavagna a hoy? Diez mil (10.000) por ciento de inflación.
Pero es entendible por qué los últimos cuatro presidentes se manejaron durante todos estos años sin un verdadero ministro de Economía con un plan económico global y consistente con toda la actividad del gobierno y que manejara todos los resortes económicos, como las política monetaria, fiscal, impositiva, de trabajo, social y previsional, de transporte, obra pública y comercio interior y exterior.
Es que Domingo Felipe Cavallo, el “ministro de la convertibilidad” de Menem y después de De la Rúa; y Roberto Lavagna, de Eduardo Duhalde y el arranque de Néstor Kirchner, tuvieron el mismo “problemita”: cuando la gestión económica es exitosa y se les atribuía a ellos, los ministros eran súbitamente “atacados” por aspiraciones políticas y empezaban a competir con el presidente por el “cartel”.
De hecho, ambos ex ministros se lanzaron después a la arena política, aunque no tuvieron demasiada suerte como candidatos.
Es natural que se produzcan estas competencias de cartel, pero nuestros presidentes estuvieron más preocupados por no compartir la marquesina que por el futuro de la economía y de los argentinos. Así es como la Argentina llegó en estos 20 años a una inflación total de cinco dígitos y un nivel de pobreza que rara vez bajó del 35 por ciento.
Resultado de tanto fracaso económico: según la última encuesta nacional de la consultora Taquión, menos del 20 por ciento de los argentinos tiene algo de optimismo sobre la Argentina para dentro de diez años: la opinión pública argentina entró en un peligroso estado de depresión colectiva sobre el corto, mediano y largo plazo.
Por eso quedó claro que en las próximas elecciones presidenciales de 2023, las campañas electorales serán totalmente distintas a las que conocimos desde el regreso de la democracia, hace 40 años: la irrupción del economista “libertario” Javier Milei está haciendo de “pararrayos” de la bronca de la opinión pública, con el rotundo fracaso de la dirigencia política en el manejo de la economía argentina. Los políticos que compitan con el economista melenudo están obligados a mover las piezas en el tablero de la economía ya durante la campaña y a colocar a sus equipos y planes económicos en primer plano, si no quieren un “jaque mate” electoral a manos del economista liberal.
Hoy el ex asesor de comunicación y estrategia de Mauricio Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, asegura que visualiza a Milei como el más probable ganador de las elecciones de 2023 “porque es el distinto” y reclama que Juntos por el Cambio se actualice, porque “quedó viejo”. Es una pena que, justamente Durán Barba, fuera quien le “vendió” a Macri durante sus cuatro años de gestión que no podía hacer reformas económicas profundas y que debía “hacer todo gradualmente”.
El ecuatoriano, padre intelectual del gradualismo, decía por entonces que “a nadie le interesa escuchar planes económicos”.
Justamente, lo único que hace Milei, ya lanzado a candidato presidencial, es hablar de planes económicos. Cambia, todo cambia.
Otro dato tiene que preocupar a la política: una nueva encuesta de Taquión pregunta “fuera de la caja” qué origen político o sector quisieran los argentinos que designe al próximo ministro de Economía. Ganan los “libertarios”, con el 25 por ciento, sigue el Frente de Todos, con 20, luego Juntos por el Cambio, con 13 y directamente un “ministro de Economía designado por el FMI” se lleva el 11 por ciento. El ministro de la izquierda trotskista no llega al 4 por ciento.
Si se mira el resultado de esa pregunta por edades, los sub 40 son los más liberales y tienen por segunda opción al “ministro designado por el FMI”. Esas dos opciones son también mayoritarias entre los votantes de Juntos por el Cambio de las últimas elecciones legislativas. Para que quede claro: solo un tercio de los votantes de Juntos por el Cambio de noviembre prefiere hoy un ministro designado por la coalición opositora que votaron hace medio año. El 43 por ciento prefiere al ministro libertario o, directamente, a uno designado por el FMI.
El ex presidente Mauricio Macri, ahora lanzado nuevamente como potencial candidato de su espacio para el 23, durante la campaña electoral de cara a las elecciones de 2015 había exhibido como su referente económico a Carlos Melconian, que tenía una visión amplia de qué había que hacer con el desquicio económico que heredaría Macri.
Pero inmediatamente el ex presidente lo apartó y eliminó el ministerio. El resultado final no fue bueno: no logró la reelección cuatro años más tarde.
Lo explica sin vueltas Adrián Gómez, hoy consultor de comunicación política y empresaria. Fue el vocero de Cavallo durante su gestión con Menem, cuando con su convertibilidad y un plan económico de privatizaciones y desregulaciones logró frenar en seco la altísima inflación durante una década: “El candidato a presidente que no diga la verdad de entrada, por más dura que sea, va a fracasar, porque la gente va a saber que les está mintiendo”, sostiene. “Hasta ahora los candidatos llegaban sin plan económico a la Casa Rosada y después aplicaban la táctica del vamos viendo”, explica. “La próxima campaña electoral tiene que estar marcada por los planes de gobierno más duros, porque, si no, a los tres meses de asumir, el próximo gobierno va a tener grandes dificultades”.
¿LAVAGNA????????????