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Prácticamente han transcurrido unos 14 años desde el conflicto del 2008 con el sector agropecuario y la famosa resolución 125 donde Julio Cobos emitió su recordado voto “no positivo” que echó por tierra el avance del gobierno kirchnerista sobre la producción agropecuaria y la implementación de un esquema de retenciones móviles. Pasó el tiempo, pasaron los gobiernos, y a pesar de ello parecemos estar situados exactamente en el mismo punto que en aquel año.
La presión impositiva y por sobre todo el permanente cambio en las reglas del juego están estancando al sector más productivo de la economía argentina. El sector agropecuario es responsable de darle empleo a 324.000 de manera directa y cerca de otro millón de puestos de trabajo dependen que el campo cada día amanezca para producir. El 66 por ciento de los dólares que circulan en el país son producidos también son responsabilidad del campo. Además el Estado tiene una participación de cerca del 65% en la renta agraria. Para que resulte bien gráfico: de cada 3 hectáreas que son explotadas por el campo, dos se explotan para que el Estado se las quede. Sin embargo, se los estigmatiza como los grandes oligarcas que hambrean al pueblo a pesar que los datos indican precisamente lo contrario. Es más, la vida de pueblos enteros del interior del país dependen de una buena cosecha o de una buena producción ganadera.
En algún momento la sociedad argentina y especialmente la dirigencia política tendrán que tomar cartas en el asunto. Solo en democracia la pobreza la han multiplicado por diez, al Estado lo han multiplicado por tres y los planes sociales por treinta –en el mejor de los casos-. Los datos están a la vista: una economía estancada, 19.000.000 de personas pobres, 4 millones de indigentes (o personas que no logran alimentarse como deben cada día) y un nivel de desocupación que tiene dos explicaciones para dar: un Estado como motor de creación de puestos de trabajo ficticios para “corregir” las estadísticas laborales y empleos en el sector privado de baja calificación y malos salarios en un marco donde las empresas que no se van del país son simplemente aquellas que no pueden. El resto mira cualquier país de la región como una posibilidad. Las empresas ya no vienen a radicarse a la Argentina y cualquier inversión está lejos de concretarse, no solo la del exterior sino la de los propios argentinos.
Las explicaciones a tanta decadencia son múltiples pero hay una que es por demás desoladora: la desconfianza en la clase política y en el futuro que estos tienen planeado hacia el futuro. Una dirigencia en vez de invertir su tiempo en buscar alternativas para dejar de ahogar al sector privado con impuestos y reglas poco claras, con sindicatos (al menos una buena parte de ellos) que solo trabajan por las riquezas de sus líderes sindicales y complican la supervivencia de las empresas, con un sector financiero que no llega al que produce y con legislación laboral más parecida a los tiempos de la colonia que la siglo XXI, está malgastando sus horas en discutir temas como el “Concejo de la Magistratura” que probablemente sea relevante para la salud republicana pero absolutamente lejano para quién se levanta cada día en la Argentina para intentar llegar a la noche habiendo logrado sobrevivir.
Sigan intentando estatizar los esfuerzos del sector privado y hasta Cuba será una alternativa. Fin.
"En Argentina, el pasado nunca termina de pasar", dijo con todo acierto el historiador italiano Loris Zanatta, que entiende y conoce de historia argentina mucho más que buena parte de los argentinos. El kirchnerismo ha causado un daño inconmensurable a un país cada vez más hundido, cada vez menos educado, cada vez más berreta, cada vez más atrasado. Es lamentable que una mayoría le haya otorgado nada menos que cuatro veces el gobierno a una secta de psicópatas corruptos, cuyo único fin ha sido y sigue siendo el de saquear los recursos y empobrecer y embrutecer a sus habitantes, para domarlos mejor. Su discurso anacrónico, resentido y envidioso ha conseguido engañar durante más de veinte años a millones de personas que han visto descender notablemente su calidad de vida, pero así y todo han seguido votándolos. Contrariamente a lo que dice la frase hecha, los pueblos sí se suicidan. El caso argentino es un suicidio lento y doloroso, un amor inexplicable por la involución y por el atraso.
Todavía resulta increible comprender porque EXISTEN LAS RETENCIONES, cuando YA hay un tributo como el IMPUESTO A LAS GANANCIAS, se supone que con este gravamen fiscal se debiera dar por cumplida la OBLIGACION TRIBUTARIA del contribuyente (sea sociedad o persona física). ¿Cuál ha sido el aporte EXTRAORDINARIO del Estado para que los productores tengan la obligación de retribuir algun beneficio extraordinario cedido en favor a esos productores y que no gozan los otros contribuyentes? ¿Acaso el ESTADO ARGENTINO tuvo un rol activo en la cotización de esos productos primarios como para constituirse en "socio" a traves de un retorno tributario?. Lo cierto es que cuando los PRODUCTORES tienen dinero, lo invierten a veces en su propia actividad como en "ladrillos" en grandes urbes o emprendimientos comerciales a cargo de familiares directos ya que no todos se dedican a la misma actividad productiva. Es decir que dinamizan la generación de actividad economica y por ende de TRABAJO genuino., CABA, Rosario, Córdoba por ejemplo, gracias a los sojeros se contruyeron gran cantidad de edificios ya sea para alquiler o vivienda de sus hijos que estudian en esas urbes.¿Tanto les molesta que GANEN DINERO que luego "distribuyen" en obras y servicios privados? Gobiernos como el actual, lograron que siguieran el ejemplo del Secretario de Nestor ,Daniel Muñoz y esos edificios que se podrían haber construido en nuestra Argentina, se terminen construyendo en Miami u otro destino mas seguro y sustentable desde el punto de vista economico y juridico. ¡Ojo! Esto no se trata de la "defensa del campo", sino de TODA ACTIVIDAD ECONOMICA QUE GENERE RENTABILIDAD y que pague los TRIBUTOS QUE LE CORRESPONDE A TODO CONTRIBUYENTE SIN "DISCRIMINAR" ACTIVIDAD.
Están las retenciones como un impuesto aduanero cuya justificación es tan anacrónica como que viene de los tiempos de Rosas. Pero hay mucho más, porque a los exportadores no les pagan los dólares que pagan afuera por su producción. Los exportadores reciben PESOS AL VALOR OFICIAL a cambio de sus dólares. La diferencia se la queda el Banco Central o lo que es lo mismo, la mafia que se lleva toda la guita a manera de subsidios o de sueldos, o de malversación, porque proyectos reales con un beneficio medible para todos, no hay ninguno.